A bombo y platillo, en los últimos días se han realizado diversas celebraciones con motivo del sexagésimo aniversario del voto de la mujer en México, y si bien es cierto que México es otro desde el 17 de octubre de 1953, fecha en que se aprobó la inclusión de las mexicanas en la vida política nacional mediante el derecho de votar y ser votadas, el drama de la disparidad de géneros continúa con una verdad imperante en el seno del país.
Por ejemplo, con las modificaciones al marco legal electoral que se presentaron en el año 2002 (las cuales incluían la denominada “cuota de género” que señalaba la prohibición de contar con más del 70 por ciento de candidatos del mismo sexo), se abría un espacio obligado para las mujeres de al menos 30 por ciento en cuanto participación política se refiere no obstante, en el 2009 ocho diputadas electas, conocidas peyorativamente como “juanitas”, renunciaron de manera inmediata al inicio de la legislatura para dar entrada a sus suplentes, todos ellos varones.
Otro caso que ilustra el contexto histórico de la mujer en la política mexicana es que desde 1980, y durante más de 23 años, solamente ha habido 17 signorinas con cargos titulares en las secretarías de Estado del gobierno federal.Asimismo, solo el 37.5 por ciento de los curules son ocupados por mujeres en la Cámara de Diputados actualmente, sin mencionar que, de las 58 comisiones ordinarias del Congreso, solo 15 son presididas por legisladoras. Respecto a las gobernaturas de las entidades federativas, ninguna señorita ha logrado colocarse como “matrona del pueblo” a lo largo del sexenio, y ni qué decir de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), donde solo dos mujeres hacen frente a los otros nueve ministros masculinos.
Aunque en palabras del expresidente Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958), “el alma de este país son sus hombres, pero el corazón de México son sus mujeres”, las damas aún sufren de un severo nivel de represión cultural que les impide entregarse por completo a la vida política a causa de los designios masculinos; prueba de ello es que hasta 1954 se tuvo la primera legisladora federal en el Congreso, Aurora Jiménez Palacio; el año de 1979 se recuerda como el “gran momentum” en que Griselda Álvarez conseguía representar a las doncellas en el Poder Ejecutivo por primera vez al hacerse con la gobernatura de Colima; y fue hasta 1980 cuando Rosa Luz Alegría se coronó como la primera en encabezar una Secretaría de Estado (turismo, para precisar).
De tal suerte, las mujeres han logrado alzarse poco a poco sobre los “tacones de la política”, ocupando espacios cada vez más relevantes gracias a una lucha que se remonta ni más ni menos que al siglo XIX y a sus beldades revolucionarias.
Flores salvajes
La odisea femenina por ejercer los derechos de voto y decisión se gestó en el planeta desde hace varios siglos, pero en México sus primeras manifestaciones importantes se dan durante los años de 1884 y 1887, cuando la revista femenina Violetas del Anáhuac, erigida por Laureana Wright González y consorteada únicamente por plumas femeninas, demandó por primera vez la necesidad social del sufragio mujeril para hacer vivir la democracia.
Como consecuencia, en los años subsiguientes emergen diversas asociaciones “disidentes” que buscan empoderar a la mujer (entre ellas el club femenil “Las Hijas de Cuauhtémoc”, una cúpula decisiva en la victoria antirreeleccionista de Francisco I. Madero sobre el Porfiriato), sin embargo, fue en el año de 1916 cuando las musas de la academia decidieron conformar el primer Congreso Feminista, donde gracias a la figura del general Salvador Alvarado como gobernador de Yucatán se logró consolidar la ciudadanía femenina en la Constitución de 1917.
Posteriormente, en abril del mismo año se expidió la Ley de Relaciones Familiares, según la cual los hombres y las mujeres tienen derecho a considerarse iguales en el seno del hogar. Ya para 1923, la Liga Panamericana de Mujeres convocó al primer Congreso nacional feminista en México, donde una centena de delegadas exigió igualdad civil para que la mujer fuera elegible en los cargos administrativos y para que el decreto de la igualdad política y la representación parlamentaria, por parte de agrupaciones sociales, dejara de considerarse “solo un cuento de hadas”.
Como consecuencia, el 13 de julio de ese mismo año, el gobernador de San Luis Potosí, Aurelio Manrique, expidió un decreto en el que se concedía a las mujeres potosinas el derecho a votar y a ser elegidas en elecciones municipales.
Doce años más tarde, hacia 1935, las mujeres participaron en las votaciones internas del Partido Nacional Revolucionario (PNR), creado seis años antes, y en 1935, mujeres del partido oficial conforman el Frente Único Pro Derechos de la Mujer (FUPDN), una organización que durante años luchó por la sindicalización de las obreras y empleadas gubernamentales, así como por la instalación de salas de asistencia infantil anexas a las fuentes de empleo.
La lucha que implicaba profundizar y afinar las alianzas con sectores y grupos dominantes en el ámbito nacional repercutió en detrimento de la organización amplia del movimiento de mujeres, sin embargo, lo anterior se compensó con la actividad febril que desencadenó la demanda del voto.
Democracia “maquillada”
El 24 de diciembre de 1946, la Cámara de Diputados aprobó la iniciativa enviada por el presidente Miguel Alemán, en la que se adicionó el artículo 115 Constitucional, que entró en vigor el 12 de febrero del siguiente año. En ella se establecía que en las elecciones municipales participarían las mujeres en igualdad de condiciones que los varones, con el derecho a votar y ser elegidas.
El momento decisivo llega en 1952, cuando siendo candidato a la presidencia de la República, Adolfo Ruíz Cortines, prometió ante 20 mil mujeres asistentes a un mitin de campaña la ciudadanía sin restricciones, es decir, “plasmar en la Constitución el derecho de las mexicanas a sufragar y ser electas con todo el peso de la ley”. Por fin, el 17 de octubre de 1953, el priísta cumple su promesa y reforma el artículo 34 Constitucional: “Son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos: haber cumplido 18 años, siendo casados, o 21 si no lo son, y tener un modo honesto de vivir”.
Así, indirectamente, en 1953 se reconoce el derecho al sufragio femenino gracias a la organización y participación de las mujeres en los foros feministas demandando derechos ciudadanos, solo que ese avance no se materializó sino hasta por lo menos dos décadas después, debido a que en la mayoría de los casos seguían siendo los hombres quienes decidían lo que sus esposas, hijas o hermanas debían hacer.
En las elecciones del 3 de julio de 1955 las mujeres acuden por primera vez a las urnas a emitir su voto. En esa ocasión se elegía a diputados federales para la XLIII Legislatura, y pese a la importancia que tenía ese primer ejercicio de libertad de decisión, la verdadera democratización de la ciudadanía tardó mucho más en gestarse, sobre todo porque la tradición imperaba sobre la razón.
Pero hoy en día, la realidad es definitivamente un “crisol de rosas ardientes”.
El beso tricolor
El pasado viernes 18 de octubre, el presidente Enrique Peña Nieto se anotó un logro histórico en materia de diversidad de género al anunciar una iniciativa para que el 50 por ciento de las candidaturas a diputaciones federales y senadurías de todos los partidos políticos (al igual que sus suplentes) fueran conformadas estrictamente por mujeres.
“Estoy convencido de que hacen falta muchas más mujeres en la política del país. Para lograrlo quiero anunciarles, como muchas ustedes lo han venido pidiendo, que enviaré una iniciativa de reforma al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) para que el 50 por ciento, la mitad de sus candidaturas a diputados federales y senadores, deban ser para ellas”, anunció el mandatario en el marco del sexagésimo aniversario del voto femenino en México.
Más tarde, el consejero presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), Leonardo Valdés Zurita, describió la iniciativa como una “buena propuesta” y llamó a que fuera discutida dentro de la reforma político-electoral que se prevé analice el Congreso de la Unión en próximos días.
“Es una iniciativa que se podría procesar en el marco de la ley general de partidos políticos, porque esa ley tiene que resolver los temas de la vida interna de los partidos políticos, y uno de los temas más importantes de la vida interna de los partidos políticos es justamente la participación de las mujeres en la dirección de los partidos, pero también en las candidaturas”, celebró Zurita en entrevista.
El hecho fue considerado por algunas activistas y políticas como histórico, sin embargo, voces como la de la ex candidata presidencial Patricia Mercado señalan que las candidaturas de las damas asignadas por los partidos serán para los distritos electorales donde se tiene menor preferencia electoral ante otras fuerzas políticas. “Habrá candidatas en distritos ‘perdedores’ y donde generalmente el candidato del partido con mayor preferencia será un hombre” denunció la activista en su momento.
Un bochorno queretano
La iniciativa del 50-50 se ha convertido en un fenómeno socio-político que verdaderamente ha hecho eco en el estado de Querétaro, un territorio claramente marcado por el “machismo electoral” desde tiempos inmemoriales.
Y es que de acuerdo con Yolanda Elías Calles, quien preside el Consejo General del Instituto Electoral Queretano (IEQ), la lista nominal del estado se conforma por un millón 200 mil habitantes y las mujeres representan el 52 por ciento de ese listado, sin embargo, “Querétaro también ocupa el último lugar a nivel República en participación de las mismas en la política ya que, actualmente, solo el 8 por ciento de los diputados en el Congreso local son mujeres y el resto hombres”.
En ese sentido, Elías Calles reconoció que la poca participación de la mujer en la política responde “a una situación cultural adversa” y a la carencia de un marco legal que obligue a los partidos políticos a incluir a las féminas dentro de las cúpulas, “ejemplo de ello es que en la actual Legislatura, compuesta por 25 escaños solo hay dos diputadas: Eunice Arias Arias (PRI) y Beatriz Marmolejo Rojas (PAN).
En el marco de la presentación del Foro por la participación política de la mujer, la titular del IEQ advirtió que “las mujeres estamos subrepresentadas en los espacios de toma de decisiones, y es por eso que se debe trabajar en una serie de acciones afirmativas en torno a este tema que no compete solo al género femenino, sino a toda la sociedad”.
Paralelamente, Eunice Arias Arias, quien funge como la única representante femenina del poder legislativo en la entidad por parte del PRI, afirmó que en Querétaro debe existir congruencia con lo que ha manifestado el presidente de la República, en el sentido de buscar la paridad de género en las candidaturas.
“Para el 2015, los partidos deberán garantizar el 50 por ciento de las candidaturas para mujeres y se harán llamados para que los gabinetes se conformen de la misma manera. Ya no pueden dejar pasar por alto la participación de las mujeres en el ámbito político”, esgrimió la funcionaria tricolor.
Por su parte, su compañera en la tribuna por parte del partido albiazul, la diputada Beatriz Marmolejo Rojas, coincidió en que el tema de la participación del género femenino “no tiene colores ni es solo de unos cuantos, ya que es un asunto que involucra a toda la sociedad, hombres y mujeres”.
La legisladora panista puntualizó que en la LVII Legislatura ya se analiza una iniciativa en la materia que ella presentó, por lo que espera que a finales del mes de octubre o principios de noviembre se esté aprobando, lo que permitiría que, a partir del 2015 ya “exista una histórica participación de las mujeres en la política”.
Y es que en la construcción y consolidación de la democracia “es fundamental abrir más espacios para la mujer. Si bien se pueden presentar iniciativas de ley, decretos o crear políticas públicas, ninguna de estas tendrán un verdadero impacto en el fortalecimiento de las instituciones políticas, a menos que se trabaje de manera paralela en la formación de una cultura incluyente y se generen condiciones de igualdad tanto para hombres como para mujeres”, afirmó Marmolejo Rojas, quien le apuesta al reconocimiento de la pluralidad, la tolerancia y el respeto a la mujer, con una verdad absoluta para traer certeza e institucionalidad al país.