Regalar alimentos a las personas que no tienen que comer no va a solucionar el problema.
Si le pido que se imagine a 842 millones de personas ¿le parecen muchas o pocas? Para darle una mejor perspectiva: imagínese 8,019 estadios Azteca a su máxima capacidad o 7.25 veces la población total de la República Mexicana. Esa es la cantidad de gente que vive con hambre crónica a nivel global.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura —FAO, por sus siglas en inglés— define al hambre crónica como “carencia habitual de alimentos que impide llevar una vida activa y saludable”. El problema es tan grave que desde 1979 se celebra el Día Mundial de la Alimentación cada 16 de octubre.
¿Se puede disminuir el hambre en el mundo? No solo se trata de alimentar a la gente con hambre; se trata de elaborar programas que impulsen el crecimiento económico de las regiones más pobres, facilitar el acceso al agua o mejorar la calidad de la que ya se obtiene, hacer accesible el suministro de alimentos donde las condiciones de la geografía lo dificultan y atacar la condición de pobreza que constituye una barrera para la alimentación. Se requiere la intervención de los gobiernos para mejorar agricultura, salud, higiene, calidad del agua y educación. El hambre es un problema multifactorial muy complejo.
En septiembre de 2000 se llevó a cabo la Cumbre del milenio de las Naciones Unidas, cuya declaración fue aprobada por 189 países y firmada por 147 jefes de estado y de gobierno. El primer objetivo de Desarrollo del Milenio, establecido para 2015, contempla reducir a la mitad el número de personas que padecen hambre, pero el avance de los programas no permite asegurar que esa meta se vaya a cumplir.
Las regiones con mayor incidencia de hambre son Asia y África. Una de cada cuatro personas vive con hambre crónica en el África subsahariana y, desgraciadamente, esta región del mundo no va a alcanzar la meta de reducción del hambre. En cuanto a América Latina y el Caribe, la cifra de personas con hambre se ha reducido en 18 millones de 1990 a la fecha. Hoy en día hay 47 millones de personas con hambre crónica en esta región.
Este mismo estudio señala que las remesas han sido una gran vía para reducir el número de personas con hambre crónica, pues a nivel global representan tres veces la cantidad de dinero que los gobiernos destinan al desarrollo.
Para erradicar el hambre se requiere un esfuerzo extra de los gobiernos por medio de programas que se enfoquen en atacar la pobreza y hacer accesibles los alimentos para aquellas personas que viven en situación de hambre. Aunque pobreza y hambre están muy ligadas, no son dependientes una de la otra. Hay regiones de pobreza en las que existe poca hambre crónica y viceversa.
Regalar alimentos a las personas que viven con hambre crónica no va a solucionar el problema. Se tiene que invertir en educación, desarrollo y mejorar las condiciones de vida para que las personas sean capaces de comprar alimentos o valerse de la autoproducción.
El hambre en México
De acuerdo con la FAO, México es uno de los países que no ha logrado disminuir la cantidad de gente con hambre crónica, mientras que Brasil, Chile, Cuba, Honduras, Guyana, Nicaragua, Panamá, Perú, República Dominicana, San Vicente y las Granadinas, Uruguay y Venezuela se ubican entre las 38 naciones que han logrado reducir a la mitad el porcentaje de personas que padecen hambre.
El pasado mes de enero, Manuel Baeza escribió un artículo sobre el hambre en México para Newsweek en Español. El artículo destaca que dos de cada tres mexicanos con hambre crónica viven en zonas rurales.
“El problema es que el hambre, desde nuestro concepto, en México no debería de existir. Es una contradicción absoluta. Porque no se trata de un país que no tenga recursos”, señala a Newsweek en Español la empresaria y activista social Amapola Grijalva, promotora en jefe de la Fundación Cero Hambre; un esfuerzo de políticos, empresarios, expertos y ciudadanos que promueven “la responsabilidad y la acción social comunitaria para lograr erradicar el hambre y la pobreza en México”.
De acuerdo con la promotora, en México “tenemos recursos naturales propios, la biodiversidad necesaria y suficiente, y recursos económicos suficientes” para evitar que millones de personas sufran esa pobreza alimentaria. No es un asunto de falta de recursos, —insiste la activista— “no tenemos falta de experiencia en la promoción social, en la promoción política, no tenemos falta de experiencia en la formación de colectividades y de agrupaciones para lograr sumar y obtener economías de escala. Realmente lo que nos falta, nada más, es poner todos los elementos en un solo lugar y hacer que estos elementos interactúen de una manera virtuosa”.
Para atacar este problema, el Gobierno de la República decidió implementar la Cruzada nacional contra el hambre. Al presentar la cruzada el pasado 21 de enero, el Presidente Peña Nieto dijo: “El hambre para muchos es, quizás, una verdad ignorada. Hay quienes no la conocen, otros quizás no la aceptan, y algunos ni siquiera se atreven a mencionarla”.
Pero ¿qué ha sido de la cruzada nacional contra el hambre?, ¿Ha servido a su propósito o es uno de esos programas que se olvidan con el tiempo?
Se dijo que el programa, encabezado por la SEDESOL (Secretaría de Desarrollo Social), era prioritario para el gobierno de Enrique Peña Nieto. En sus inicios no había día que no se hablara, publicara o reportara algo referente a la cruzada nacional contra el hambre. Para desgracia de muchos, el programa tuvo que suspenderse en 213 de los 400 municipios iniciales porque esos municipios pertenecían a alguno de los 14 estados que celebrarían elecciones en el mes de julio. La oposición calificó a la cruzada contra el hambre como un programa electorero y el mismo fue suspendido en esos municipios desde mayo hasta julio.
Tal pareciera que la suspensión mandó este programa al cajón de los pendientes, pues desde entonces poco se ha hablado de la cruzada contra el hambre. Ya sea por las reformas impulsadas por el gobierno, o bien por los desastres naturales que han afectado a varios estados del país, el programa que fue catalogado como prioritario no ha vuelto a tener el protagonismo que tuvo en sus inicios.
José Ignacio Ávalos, presidente de la organización Un Kilo de Ayuda, misma que suscribió un convenio con la SEDESOL para impulsar la cruzada, ha hecho declaraciones en el sentido de que este programa no tiene el mismo ímpetu y prioridad que tuvo al inicio del sexenio y que el modelo de SEDESOL pretende ser meramente asistencial, cuando son muchos rubros los que se deben impulsar.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, CONEVAL, la cruzada nacional contra el hambre tiene fallas en diagnóstico y diseño derivadas de la premura con la que se puso en marcha; está basada en un programa brasileño llamado “Cero Hambre” que desapareció por no haber dado los resultados esperados; acusa una falta importante de transparencia, pues muchos de los documentos no son públicos y presenta una falta de precisión en los conceptos de hambre, desnutrición y seguridad alimentaria, mismos que son usados de manera indistinta.
Hasta el día de hoy, la cruzada no ha hecho una diferencia notable en la reducción del hambre crónica en nuestro país. Debemos tener claro que la erradicación de este flagelo no es competencia exclusiva del gobierno y que tanto sociedad como empresas y organizaciones de la sociedad civil deben luchar codo a codo con el gobierno para erradicarla. El problema viene cuando el gobierno no tiene claro el modelo a seguir.
La cruzada nacional contra el hambre debe regresar a ser prioritaria para el gobierno y debe tomarse en cuenta la experiencia de personas y organizaciones expertas en el tema. La transparencia de este programa debe ser total para evitar los malos usos a los que es susceptible y requiere de la participación activa de toda la sociedad mexicana en cuestiones de implementación, apoyo y vigilancia.
La mezcla de conocimientos, recursos y trabajo va a dar como resultado la erradicación del hambre. ¿En cuánto tiempo? Por el bien de quienes la padecen, trabajemos para que sea más pronto que tarde.