La migración está tan arraigada en esta comunidad oaxaqueña que, en sus trajes típicos, las mujeres ya incorporaron una prenda enviada por sus esposos desde el norte.
SAN BARTOLOMÉ QUIALANA, OAX.— La arquitectura estilo californiana de esta comunidad zapoteca enclavada en el Valle de Tlacolula contrasta con los altos índices de marginación de sus pobladores, que en 80 por ciento son mujeres. La migración para los varones es una aspiración que se construye desde la infancia y se concreta en los primeros años de juventud.
En esta localidad ubicada a 40 kilómetros de la capital de Oaxaca, las mujeres hacen frente a la vida solas: trabajan el campo, se encargan de la construcción de sus casas, atienden a sus hijos, pero, sobre todo, esperan el regreso de los hombres.
El éxodo se inició hace tres generaciones: los abuelos partieron un día a buscar oportunidades y una vida digna, primero a la capital de Oaxaca y a Tapachula, Chiapas, luego alguien cruzó la frontera norte y volvió para contar que allá, del otro lado, había trabajo y dólares.
Desde entonces, nada los detiene: ni los secuestros en el camino, o los 15,000 dólares que cobra el coyote, los apoyos gubernamentales para el campo o para los jóvenes… Quizás el único freno que ha demostrado su efectividad es la educación.
El año pasado, a pesar del endurecimiento de la política migratoria en Estados Unidos implementada por el presidente Donald Trump, el envío de remesas a Oaxaca se incrementó en 12.82 por ciento con respecto a 2017.
La regidora de Salud, Alma Argelia Hernández Sánchez, asegura que de los 2,500 habitantes contabilizados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en 2015, 2,000 son mujeres.
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La migración en esta comunidad está tan arraigada que incluso las mujeres incorporaron una pañoleta a su traje típico con telas que trajeron sus esposos del “norte”. Desde la década de 1960 las casadas colocan la tela multicolor sobre su cabello, herencia dejada por la primera oleada migratoria hacia el país vecino del norte.
En Quialana (cuya traducción del zapoteco al español significa “piedra negra”), la migración “adereza” el cabello de las mujeres.
La cantidad de paisanos que habitan en Estados Unidos podría ser similar a la población de la comunidad: 2,500 personas, estima el presidente municipal, Abel Sánchez Hernández. De tal forma que la organización de oriundos de Quialana en California ha logrado conformar el “club deportivo” y la “mesa directiva”, agrupaciones que celebran fiestas patronales, calendas, bodas e incluso se prevé que en breve realicen obras en su población de origen.
EL SUEÑO DE UNA CASA
La regidora de Salud es licenciada en enfermería y forma parte del primer cabildo municipal electo en asamblea por sus usos y costumbres en el que todos sus integrantes tienen estudios universitarios, lo que ha permitido realizar un trabajo profesional en esta localidad que elige a sus autoridades a través de los sistemas normativos internos.
La servidora pública municipal y la regidora de Ecología, Ofelia Hernández Antonio, consideran que, pese a los apoyos que brinden las autoridades gubernamentales (federales o estatales), el fenómeno migratorio no se detendrá en su pueblo.
“Allá ganan en dólares, el trabajo que desempeñan en dos años les es suficiente para pagar la deuda que adquieren para irse y para mandar dinero a su familia para que construya su casa”, explica la profesora, quien se encarga de labores de concienciación ambiental en la localidad.
Las construcciones desde la entrada de la población asemejan la arquitectura californiana, además de tener grandes extensiones de terreno que, pareciera, compiten entre sí para establecer cuál es la vivienda más moderna y de mayor tamaño.
“Si quieres tener una casa, entonces tienes que migrar, no hay más oportunidades porque aquí, por más que trabajes el campo, o realices labores de obrero, no obtendrás los recursos para construir tu propia vivienda”, apunta Hernández Sánchez.
La egresada de la Universidad de la Sierra Sur resalta que la cantidad de migrantes que se van hacia el país vecino del norte los obliga a mantener un enlace permanente con el Instituto Oaxaqueño de Atención al Migrante.
A través de esta institución se les informa sobre los peligros de atravesar el desierto durante los meses de mayo, junio y julio, además de otorgarles pláticas respecto a las enfermedades de transmisión sexual.
MARGINACIÓN
En San Bartolomé Quialana, el 99 por ciento de la población es hablante de zapoteco, el idioma está vivo en la voz de la comunidad. El municipio está catalogado con un “alto rezago social” por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), de acuerdo con los resultados 2015.
Y aunque sus condiciones han mejorado entre 1990 y 2015 en materia de infraestructura en vivienda, es decir, pisos firmes, muros firmes, así como el abatimiento del hacinamiento y servicios como drenaje y electricidad, hay otros como la educación y la salud que se mantienen en rezago.
En una comparación de la evolución de las carencias sociales de esta población, en 1990 el 46.64 por ciento de la población hacía frente al rezago educativo, contra un 52.50 en 2015. En carencia a los servicios de salud en 2000 se registró un 96.25 por ciento, en contraste con un 28.6 por ciento en 2015.
La migración les ha permitido mejorar las condiciones de vivienda al pasar de un 65.59 a un 31 por ciento en carencia de material de pisos entre 1990 y 2015.
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“El balance y prospectiva del desarrollo social para el municipio en 2017” efectuado por la entonces Secretaría de Desarrollo Social –ahora Bienestar– apunta una “mejora en la mayoría de los indicadores de pobreza en el municipio. No obstante, se identifica la necesidad de reforzar la orientación del gasto al abatimiento de las carencias en las que el municipio aún presenta rezagos respecto al promedio estatal: educación, carencia por material de pisos en la vivienda y carencia por acceso a los servicios de salud”.
REMESAS
El presidente municipal, Abel Sánchez, afirma que es imposible realizar una medición sobre la cantidad de remesas que son enviadas a las familias de la población; sin embargo, es evidente que una gran cantidad se destina a la construcción de viviendas, atención médica familiar y emprendimiento.
Restaurantes de comida italiana o japonesa y hamburguesas se han instalado en la localidad, esto como estrategia de los migrantes para incentivar la productividad y el empleo en su tierra natal.
El último informe del Banco de México correspondiente a 2018 apunta que los paisanos oaxaqueños enviaron a sus familias 1,731 millones de dólares (mdd) en el periodo comprendido entre enero y diciembre del año pasado.
Este monto suma alrededor de 43,000 millones de pesos a un tipo de cambio promedio de 19.35 pesos, y en perspectiva de finanzas públicas, representa el 62 por ciento del presupuesto de egresos de 2019 de Oaxaca, que ascendió a 69,000 millones de pesos.
Por captación de remesas, el estado se ubicó durante 2018 en el quinto lugar a escala nacional, antecedido por Michoacán, que se llevó el primero con 3,392.7 mdd; Jalisco, con 3,288.4 mdd; Guanajuato, con 3,045 mdd, y el Estado de México, con 1,902.9 mdd.
MUÑECAS
Las mujeres que habitan en esta población saben que, si bien una vivienda les garantizará un techo seguro, la falta de un empleo estable y bien remunerado para sus esposos, hijos o hermanos los llevará de nueva cuenta a cruzar la frontera con todos los peligros que esto implica, o les impedirá volver para permanecer a su lado.
Ante ello formaron cooperativas que fabrican ropa típica y comercializan las pañoletas que les son enviadas de Estados Unidos y muñecas.
Emma García Reyes encabeza la empresa familiar dedicada a la producción de blusas, faldas y las “quialanitas” (como conocen a las muñecas de trapo), que se han convertido en un icono de la comunidad. Sus productos son llevados a exposiciones de artesanos en diversas partes del país.
Las figuras de trapo están vestidas con la ropa típica de las mujeres adultas: una blusa de guipur con bordado, que cubre otra de flores, falda con tela de cuadros, un fondo y blúmer de manta, así como la tradicional pañoleta en la cabeza.
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La artesana trabaja a marchas forzadas para llevar por lo menos medio millar de “quialanitas” a un encuentro en Los Ángeles, Estados Unidos.
“Coso en la noche para apurarme y llevar la mayor cantidad de muñecas a la exposición organizada en el otro lado. Porque tienen mucho éxito y son bonitas”, explica.
En la localidad también está el taller La Esperanza, que comercializa el traje típico de las mujeres casadas y también de las solteras, que consiste en un vestido y un mandil completo con bordados, tal como el que porta con orgullo la regidora de Salud.
La ropa, las muñecas, la productividad les brinda identidad a estas mujeres.
DETENER LA MIGRACIÓN
En Quialana hay dos preescolares, dos primarias y una telesecundaria. Para el director de esta última institución, Ignacio Bucardo Aguilar, la principal estrategia para detener el flujo migratorio es la educación.
Y la construcción de una Universidad para el Bienestar “Benito Juárez”, que impulsa el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en Tlacolula de Matamoros —cabecera distrital ubicada a unos cinco kilómetros de distancia de la población—, es una gran noticia.
“Hace seis años solo había un grupo por grado, en la actualidad hay dos y tenemos 108 estudiantes de los que el 56 por ciento son mujeres. La migración continúa, pero los jóvenes tienen otras opciones de prepararse” indica el profesor.
La lógica del maestro tiene mucho sentido cuando se hace una analogía con los integrantes del cabildo, quienes concluyeron sus estudios universitarios para posteriormente servir a su localidad de origen y no migrar.
El maestro no se atreve a realizar una proyección sobre los resultados que pudiesen tener los programas sociales, pero garantiza que la puesta en marcha de la universidad será determinante para ampliar los horizontes de los jóvenes.
“De nuestros egresados, 50 por ciento continúa sus estudios, 30 por ciento migra y el resto se incorpora al mercado laboral de manera inmediata en trabajos del campo o de prestación de servicios”, refiere.
El fenómeno migratorio de Quialana comienza a tener efectos negativos más allá de los conocidos habitualmente, como la llegada de paisanos afectados por las adicciones y que, incluso, presentan enfermedades mentales.
El flujo es un ir y venir incansable que pareciera no resolverse con apoyos gubernamentales de 1,600 pesos para los jóvenes estudiantes o aquellos que buscan incorporarse al mercado laboral, o subsidios para el campo. El sueño americano en Quialana es una aspiración permanente que se materializa en esas casas imponentes que se construyen en las faldas del cerro Picacho.