La británica Theresa May y la alemana Angela Merkel están en un precipicio creado por el populismo. ¿Podrán ambas líderes enfrentar las fuerzas que ellas mismas ayudaron a crear?
Un gris y lluvioso día de diciembre, la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, llegó a la entrada de la oficina de la canciller alemana, Angela Merkel, en Berlín. La atribulada May recorría las capitales europeas en un desesperado intento de obtener mayores concesiones para su acuerdo del brexit tras aplazar un voto parlamentario sobre la propuesta para evitar una derrota segura.
Mientras Merkel esperaba afuera en una alfombra roja para saludar a la lideresa británica, un funcionario trataba de abrir la puerta del Mercedes negro de May, solo para descubrir que estaba encerrada en el auto. Tras varios intentos infructuosos, el funcionario finalmente logró abrir el vehículo.
Algunos expertos vieron un simbolismo en la incómoda llegada de May y la interpretaron como un signo más de las dificultades políticas y personales que ha tenido para poner en práctica la decisión tomada por el Reino Unido en 2016 a favor de abandonar la Unión Europea, algo a lo que ella se opone. Los críticos británicos de la Unión Europea recordaron comentarios anteriores hechos por Michael Gove, su secretario del Medio Ambiente, quien está a favor del brexit y que advirtió que, si el Reino Unido permanecía en la Unión Europea, sus ciudadanos serían como “rehenes encerrados en la parte trasera de un auto”.
Aunque May no obtuvo ninguna nueva concesión en ese viaje, logró convencer a Merkel y a otros líderes europeos de adoptar el plan original para un denominado brexit suave. Dicho plan incluía, entre otras cosas, una salida gradual de la Unión Europea, protecciones recíprocas para los ciudadanos británicos que habitan en la UE y para los europeos que viven en el Reino Unido, así como un método para evitar la reinstalación de una frontera física entre Irlanda del Norte, que es parte del Reino Unido, y la República de Irlanda, que seguirá formando parte de la UE.
Pero May no tuvo la misma suerte en su país. El 15 de enero, la Cámara de los Comunes rechazó su plan con una votación de 432 a 202, en lo que constituye la mayor derrota parlamentaria para un primer ministro en la historia moderna del Reino Unido, y el hecho dejó al país en medio de un grave desorden político. Con el Partido Conservador de May dividido por el brexit y sin un consenso en el Parlamento alrededor de un plan único para el retiro, el proceso volvió al punto de partida, y varias facciones políticas presentaron nuevamente sus planes, justo como lo hicieron después del referendo realizado hace dos años y medio. May sobrevivió a una moción de censura al día siguiente de su derrota, pero diversos analistas afirman que mientras el asunto del brexit continúe sin resolverse, ella seguirá siendo una lideresa herida y debilitada.
“Una derrota de proporciones anteriormente inimaginables… ha dejado al país a la deriva, flotando hacia ningún acuerdo, sin ningún partido o facción del Parlamento capaz de lograr una mayoría a favor de alguna forma de desviarse del curso que ha establecido para sí mismo”, escribió Tom McTague, corresponsal en jefe de Politico en el Reino Unido. “Enfrentada con el desastre, Theresa May tiene un plan, pero no una estrategia; la máxima de Churchill: ‘Seguir en la brega’”.
Si existe un líder europeo que pueda sentir el dolor de May, esa es Merkel. Ambas son lideresas fuertes que han defendido el valor de una Europa unida bajo los auspicios de la UE. La idea de una sociedad económica entre las naciones europeas surgió de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, con base en la idea de que los países que comerciaran juntos tendrían menores probabilidades de hacerse la guerra unos a otros, como lo habían hecho en Europa durante siglos. Desde entonces, se han derrumbado las fronteras internas entre los 28 Estados miembros de la Unión Europea, lo que ha permitido que las personas y los bienes se muevan libremente como si todos esos estados formaran un gran país. La Unión Europea también ha crecido hasta convertirse en una sociedad política, con su propio Parlamento en Bruselas que establece reglas para todos sus miembros. Y el continente ha estado casi totalmente en paz.
Irónicamente, Merkel y May, dos acérrimas defensoras de la integración europea, podrían ser responsables de lo que, para temor de muchas personas, es su inminente desintegración. Los críticos afirman que ambas lideresas juzgaron mal a las no élites de sus respectivos países, para las que las políticas de identidad y las dificultades económicas eran más importantes que los compromisos con la unidad europea. Mencionan la suposición errada de Merkel de que la mayoría de los alemanes les darían la bienvenida a las masas de refugiados provenientes de Oriente Medio y de África, a quienes otorgó asilo político en 2015. Y señalan la equivocada confianza de May, tras acordar de mala gana la implementación de la votación sobre el brexit (ella había votado contra el referendo en 2016, antes de ser primera ministra), en que los partidarios del brexit apoyarían su plan para una salida más suave y más tranquila de la Unión Europea. En lugar de ello, Merkel y May observaron una creciente ola de nacionalismo y xenofobia antiinmigrante que ha polarizado la política de ambos países, reduciendo el calibre personal de ambas lideresas y dejando en duda el futuro de la Unión Europea. Algunas figuras de la extrema derecha de Alemania hablan ahora de un “dexit”, abreviatura de “Deutschland’s exit” (salida de Alemania), de la Unión Europea.
“Por primera vez en toda mi carrera profesional, siento un temor existencial por Europa”, declaró a Newsweek Charles Kupchan, principal asesor de Asuntos Europeos del Consejo de Seguridad Nacional del gobierno de Barack Obama.
CONTRAGOLPE DE CARIDAD
Algunos analistas afirman que el origen del actual predicamento de May es la decisión de Merkel de abrir las puertas de Alemania a más de un millón de refugiados y asignar miles de millones de euros para darles alojamiento y asistencia.
Si bien muchos líderes mundiales elogiaron la acción de Merkel y la calificaron como una admirable respuesta humanitaria ante la creciente crisis de los refugiados, dicha acción acabó modificando el rostro político de Europa, inflamando las pasiones antiinmigrantes en países como Hungría e Italia, donde las autoridades se encontraron abrumadas por la arremetida de los refugiados. Los partidos de extrema derecha de todo el continente se volvieron más fuertes, particularmente cuando se descubrió que varios inmigrantes participaron en la agresión sexual contra varias mujeres en las calles de seis ciudades alemanas durante las celebraciones de Año Nuevo de 2016.
En el Reino Unido, donde los conservadores se han sentido irritados desde hace mucho tiempo debido a las reglas de la Unión Europea que regulan el ambiente, el transporte, los derechos de los consumidores y hasta las tarifas de los teléfonos celulares, la crisis de los refugiados los llevó a emprender un vigoroso contraataque a la política de puertas abiertas de la Unión Europea, junto con manifestaciones antimusulmanas realizadas por grupos de extrema derecha. Las quejas y protestas dieron como resultado el referendo del brexit, realizado en 2016.
Antes del referendo, May, que en ese entonces era ministra del Interior, hizo énfasis en los beneficios económicos de pertenecer a la Unión Europea, pero después de que el primer ministro David Cameron perdiera en la votación del brexit y renunciara, ella se hizo cargo del gobierno y prometió realizar el retiro que, en su opinión, reflejaba la voluntad del pueblo. Sin embargo, ya desde entonces trabajaba para suavizar su impacto, con lo que estableció un programa de dos años antes del retiro y obtuvo numerosas concesiones de los líderes de la Unión Europea.
Aún no está claro lo que habrá de suceder. Los analistas señalan varios escenarios posibles, y su diversidad no hace más que destacar el caos político que existe en el Reino Unido. El país podría salir de la Unión Europea sin un acuerdo, el denominado brexit duro, preferido por el exsecretario de Relaciones Exteriores Boris Johnson. Sin embargo, esa acción carece del apoyo de la mayoría en el Parlamento, en gran medida debido a que tendrá un enorme costo económico. En un informe emitido el año pasado por el Banco de Inglaterra se pronosticaba que un retiro sin un acuerdo daría como resultado un índice de desempleo de 7.5, una caída de 30 por ciento en los precios de la vivienda y una importante devaluación de la libra esterlina, lo que generaría una economía que se contraería 8 por ciento para finales del año.
Un segundo escenario: el Reino Unido podría organizar otro referendo sobre el brexit. Algunos exfuncionarios piensan que se trata de una fuerte posibilidad, y predicen que el país, tras haber experimentado las caídas en la Bolsa de Valores provocadas por la votación sobre el brexit, probablemente decidirá esta vez permanecer en la Unión Europea. Sin embargo, Nigel Farage, defensor incondicional del brexit, pronostica que sus seguidores aplastarían el nuevo referendo. “Los votantes británicos se mostrarán aún más desafiantes en una segunda votación y una mayoría aún más grande decidirá salir de la Unión Europea”, declaró a Newsweek.
Como tercera posibilidad, los colegas conservadores de May podrían retirarla del cargo y elegir a un líder que trataría de alcanzar un nuevo acuerdo aún no definido con la Unión Europea. Según la BBC, los miembros conservadores del Parlamento que se oponen a May afirman que están a punto de reunir suficientes firmas para iniciar una moción de censura en el partido.
Sin embargo, por ahora el escenario más probable es el intento de May de persuadir a la Unión Europea de que retrase por unos meses la fecha oficial del brexit, que es el 29 de marzo de este año. Eso le dará tiempo para negociar un acuerdo que tenga una mejor oportunidad de ser aprobado por el Parlamento. “Hablando con realismo, la única forma de lograr los importantes cambios sobre los temas más controvertidos sería reabrir las negociaciones sobre el brexit con la Unión Europea” y extender la fecha límite, escribió en un análisis en línea Christopher Stafford, especialista en ciencias políticas de la Universidad de Nottingham.
Mientras tanto, las profundas divisiones que acosan a May en el Parlamento se muestran ya en las calles. Mientras negociaba minuciosamente su acuerdo propuesto sobre el brexit, varios grupos de extrema derecha se reunían diariamente fuera del Parlamento, acosando a los miembros que apoyaban la permanencia en la Unión Europea. Ese diciembre, en Londres, el activista antimusulmán Tommy Robinson encabezó a cientos de partidarios de línea dura del derechista Partido Independencia del Reino Unido, en una manifestación contra May denominada “Traición contra el brexit”, donde calificaban a la primera ministra como “traidora” mientras blandían patíbulos portátiles.
“Esta es la política del puro antagonismo, la política del populismo”, escribió Alex Oaten, catedrático de ciencias políticas de la Universidad de Birmingham, en un comentario en línea. “El brexit ha desatado una mentalidad de ‘nosotros’ y ‘ellos’ que divide a nuestra democracia a lo largo de fallas geológicas cada vez más enfrentadas”.
UNA INFECCIÓN QUE SE EXPANDE
La fragmentación de Alemania ha estado en marcha desde hace varios años, impulsada también en gran parte por la generosa política de Merkel hacia los refugiados. Las enormes sumas de dinero que proporcionó para su asimilación enfurecieron a muchos alemanes de clase media y de la clase trabajadora que han visto cómo sus estándares de vida han declinado en las últimas dos décadas debido al estancamiento en los salarios y a la inseguridad laboral, de acuerdo con un estudio realizado en 2016 y publicado en el Journal of Global Ethics.
El país llegó a un punto de quiebre político tras los ataques ocurridos durante la Nochevieja de 2016. De acuerdo con un informe policiaco filtrado, hasta 2,000 varones atacaron a 1,200 mujeres y violaron a 24 de ellas. De los 120 sospechosos identificados por la policía, cerca de la mitad eran extranjeros que habían llegado recientemente a Alemania. Como respuesta, el sentimiento antiinmigrante creció y se fortaleció al partido derechista Alternative für Deutschland (AfD), especialmente en el este del país, donde el estancamiento económico incrementó el resentimiento popular hacia los refugiados. En la elección de 2017, el AfD, que incluye a muchos neonazis entre sus filas, surgió como el tercer partido más importante en el Parlamento de la nación, convirtiéndose efectivamente en la oposición.
Hasta entonces, el electorado alemán, con su alta sensibilidad ante los movimientos de extrema derecha debido al pasado nazi del país, no había dado un gran apoyo al AfD, al contrario, lo consignaba a los márgenes de la política. Pero con el éxito de ese partido en la elección de 2017, “Alemania se ha convertido ahora en un país europeo más”, afirma Sudha David-Wilp, vicedirector de la oficina en Berlín del Fondo Marshall de Alemania, un grupo de analistas especializados en asuntos trasatlánticos. En otras palabras, el país se ha unido a Francia, Italia, Austria, Hungría y Polonia, donde los partidos antiinmigrantes y de extrema derecha han llegado al poder o han adquirido una fuerza significativamente mayor.
Desde 2005, Merkel dirigió a la centrista Unión Demócrata Cristiana (UDC) para alcanzar sólidas victorias en las tres elecciones anteriores, pero a duras penas logró ganar la elección de 2017, y luego luchó durante seis meses completos antes de formar finalmente un gobierno de coalición. Cuando sus correligionarios sufrieron una dolorosa derrota en las elecciones regionales en octubre pasado, ella decidió hacerse a un lado antes de que fuera obligada a retirarse.
En una conferencia de prensa realizada en Berlín pocos días después de la elección, Merkel anunció que se retiraría inmediatamente como lideresa de su partido, un puesto que había ocupado durante 18 años, y que no se postularía para un quinto periodo como canciller. Merkel, de 64 años, dijo a sus seguidores que “ha llegado el momento de iniciar un nuevo capítulo”.
No tan rápido. Merkel también dijo que pretende permanecer en el puesto durante lo que resta de su periodo como canciller, lo que significa que podría mantenerse al timón de Alemania hasta 2021. Mientras tanto, su sucesora, Annegret Kramp-Karrenbauer, seleccionada por ella misma, fue elegida como nueva lideresa de la UDC.
Suponiendo que Merkel cumpla su periodo completo, tendrá una última oportunidad para reforzar al debilitado centrismo político de Alemania, luchar contra el creciente desafío representado por AfD y dificultar el crecimiento de movimientos similares en toda Europa. “Ella deberá mantener su influencia política en una Alemania que ya vislumbra la era pos-Merkel”, dice Kupchan. “Pero su enfoque centrista de la gobernanza será difícil de mantener [mientras que] el centrismo político se debilita. También necesitará ayudar a mantener a Europa unida en una época en la que el populismo la está desintegrando”.
Steven Sokol, presidente del Consejo Estadounidense para Alemania, un grupo de defensa de política exterior, afirma que dos elecciones próximas serán el barómetro del éxito o el fracaso de Merkel: las elecciones del Parlamento Europeo, a realizarse en mayo, en las que políticos de extrema derecha y antiinmigrantes de toda Europa desafiarán a las figuras centristas, y las elecciones regionales en Alemania que se realizarán el próximo otoño en tres estados orientales considerados bastiones de AfD. “Cada una de estas elecciones será una votación no solo a escala europea y a escala alemana —afirma Sokol—, sino también serán una votación sobre Merkel”.
CAPEANDO LA TORMENTA DE PORQUERÍA
Merkel también enfrenta la muy real posibilidad de que el presidente estadounidense Donald Trump, que se ha quejado ruidosamente porque sus aliados europeos no han pagado más por su defensa, podría retirar a Estados Unidos de la OTAN, una acción que acabaría efectivamente con esa alianza, que ha durado 70 años. Funcionarios estadounidenses de alto nivel declararon recientemente a The New York Times que Trump expresó repetidamente su intención de abandonar la OTAN el año pasado, y que podría volver a lanzar esa amenaza si Alemania y otros países europeos no cumplen con sus exigencias relacionadas con los gastos de defensa.
Trump tiene una particular antipatía por Merkel, no solo por el bajo nivel de gasto militar de Alemania, sino también por su política liberal hacia los refugiados, la cual, de manera poco sorprendente, considera como un enorme error político. Este sentimiento salió a la luz durante la campaña presidencial de Trump en 2015, donde se burló de la revista Time por nombrar a Merkel como la persona del año, como reconocimiento a su ayuda a los refugiados. “Eligieron a una persona que está arruinando a Alemania”, tuiteó.
Si bien otros presidentes de Estados Unidos también se han quejado del bajo presupuesto de defensa de Alemania, Trump utilizó la primera visita de Merkel a la Casa Blanca a principios de 2017 para humillarla y arengarla. Sentado junto a la canciller alemana en la Oficina Oval, Trump evitó deliberadamente darle la mano para posar ante los fotógrafos. Más tarde, cuando los reporteros se habían ido, Trump se dirigió a Merkel y le dijo: “Angela, me debes un billón de dólares”. De acuerdo con Ivo Daalder, el embajador de Obama ante la OTAN, la cifra había sido compilada por los asesores de Trump para que reflejara la cantidad que los aliados europeos supuestamente deberían haber pagado a Estados Unidos en costos compartidos de defensa desde 2006. Cuando Merkel anunció su intención de retirarse, Trump consideró este hecho como una victoria personal, señalan sus asesores. “La relación entre ellos es casi tan mala como lo ha sido siempre”, declaró Daalder a Newsweek.
De acuerdo con Kupchan, la forma en que Merkel maneje la relación con Trump probablemente determinará el futuro del orden trasatlántico. “Ella deberá desarrollar un nuevo tipo de arte de gobernar que enfrente la realidad de que el sostén geopolítico de Europa, es decir, la garantía de seguridad proporcionada por Estados Unidos, podría venirse abajo”, dice.
Merkel apoya la formación de un ejército europeo, propuesta por el presidente francés Emmanuel Macron. “La época en la que podíamos depender completamente de otros ha terminado”, dijo en un discurso el año pasado. “Nosotros los europeos debemos tomar nuestro destino en nuestras propias manos”.
Se trata de un objetivo difícil de alcanzar. Pero, aunque Merkel está en la última etapa de su carrera política, ella se muestra inquebrantable. En un discurso pronunciado recientemente en una conferencia tecnológica realizada en Núremberg, hizo una pausa para contarle al público sobre la vez en que recibió burlas en las redes sociales hace algunos años por describir a la internet como una franja de “territorio desconocido”. Burlándose de ella misma, Merkel rio entre dientes y dijo: “Esto desató una verdadera tormenta de porquería sobre mí”.
Esta es, quizá, la mejor descripción de lo que Merkel y May pueden esperar en las semanas y meses por venir.
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ANSIEDAD DE SEPARACIÓN
El gobierno británico buscará mayores concesiones de la Unión Europea con respecto al brexit, y algunos ministros del Parlamento presionarán para realizar un segundo referendo.
Por Nigel Farage
El gobierno de Theresa May no solo perdió una votación crucial el 15 de enero. También sufrió la mayor derrota experimentada por un gobierno en funciones en toda la historia del Reino Unido. Su acuerdo del brexit, en el que se establecieron los términos bajo los cuales el Reino Unido abandonaría la Unión Europea el 29 de marzo, fue rechazado por la mayoría de 230 ministros del Parlamento. Eso es más de un tercio del total de miembros de la Cámara de los Comunes. La palabra “catástrofe” difícilmente le hace justicia a este hecho.
La cifra fue mucho más alta de lo que muchos comentaristas pronosticaron. Y, sin embargo, a pesar de que los partidarios del brexit como yo estamos felices de que el atroz acuerdo de May fuera rechazado, me quedo con una sensación de enorme frustración. Es evidente que May es la razón por la que el Reino Unido se encuentra en esta situación. Personalmente, ella representa el mayor problema de la política británica. Sus patéticos intentos de negociar y su arraigada terquedad se interponen entre el país y un brexit limpio. Si ella tuviera algún sentido del honor, habría renunciado de inmediato.
En primer lugar, examinemos cómo fue que acabamos aquí. El débil liderazgo de May ha sido evidente durante gran parte de los últimos dos años, lo que permitió que los burócratas y funcionarios que dirigen la Unión Europea asuman una posición ventajosa en cualquier oportunidad que encuentren. De hecho, con mucha frecuencia ha parecido como si ella gobernara una nación derrotada en la guerra, y no una que ha elegido democráticamente abandonar un proyecto político fallido.
Tomemos como ejemplo el 8 de diciembre de 2017, cuando May se puso en posición de firmes para cumplir con una fecha límite establecida por Michel Barnier, el negociador principal no elegido del brexit por parte de la Unión Europea. Ella salió de Downing Street a las 4:15 de la mañana para viajar miles de kilómetros a Bruselas para firmar un pacto sobre la frontera con Irlanda. Al hacerlo, dio luz verde a la división de la preciosa unión británica.
Este fue un ejemplo clásico de la aquiescencia de May con la Unión Europea. Fracasos como este dejan un vacío que ha sido aprovechado constantemente por los ministros del Parlamento que desean que el Reino Unido siga siendo parte de la Unión Europea. Esto les dio el valor para tomar el control del proceso y suavizar a la menor oportunidad el brexit a favor del cual votó el Reino Unido. Al mismo tiempo, algunas personas han presionado a favor de la realización de un segundo referendo.
La razón por la que esta derrota reciente fue tan dura fue que, irónicamente, el acuerdo de May unió a los ministros del Parlamento que están a favor y en contra del brexit. Quienes están a favor piensan que el acuerdo le negaría al Reino Unido la independencia por la que votó el electorado y nos dejaría con menos soberanía que antes, y además tendríamos que pagar una cuota de salida de 39,000 millones de libras esterlinas. Quienes están a favor del brexit votaron en contra del acuerdo para tratar de garantizar un segundo referendo o descarrilar completamente el brexit.
En esencia, el acuerdo de May fue, más que otra cosa, un documento de rendición. No es de sorprender, teniendo en cuenta que ella no solo votó contra el brexit en 2016, sino que tampoco pudo decir, cuando se le preguntó, cómo votaría si hubiera otro referendo.
El Reino Unido se encuentra en un territorio ignoto. Por primera vez en nuestra historia, nuestro Parlamento rehúsa aceptar la voluntad del pueblo. Poco más de 17.4 millones de personas votaron a favor del brexit en 2016, una mayoría de 1.3 millones. Este resultado fue respaldado en la elección general de 2017, cuando los dos partidos principales prometieron realizar el brexit y obtuvieron más de 80 por ciento de los votos emitidos.
El problema es que la mayoría de nuestros 650 ministros del Parlamento ya no desean el brexit, aunque en 2017, alrededor de 498 ministros del Parlamento votaron a favor del Artículo 50, que dice que si el Reino Unido no llega a un acuerdo de retiro antes del 29 de marzo de 2019, saldremos de la Unión Europea según las reglas de la Organización Mundial de Comercio. Esto está respaldado por la Ley de Referendos de la Unión Europea de 2015, lo que significa que, según las leyes británicas y de la Unión Europea, el Reino Unido deberá abandonar la UE en forma automática.
Por desgracia, no creo que los ministros del Parlamento permitan que esto suceda. Pronostico que el Artículo 50 será extendido y que el gobierno británico buscará obtener más concesiones de la Unión Europea. Tras haber visitado el Parlamento Europeo en Estrasburgo, Francia, un día después de la votación en Londres, creo que esto parece descabellado. Mientras tanto, algunos ministros del Parlamento presionarán para la realización de un segundo referendo, aun cuando exista poco apetito para realizarlo (en una encuesta realizada esta semana por YouGov se afirma que esta postura tiene un apoyo de 8 por ciento).
Si el Artículo 50 se extiende y se realiza un segundo referendo, el orden establecido deberá prepararse para una sacudida: los votantes británicos se mostrarán aún más desafiantes en una segunda votación, y una mayoría aún más grande votará a favor de la salida de la Unión Europea. Esta podría ser la única forma de obtener el brexit que realmente deseamos.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek