Rechazados de las universidades públicas, madres solteras, hijos del barrio, chavos y chicas que no consiguen trabajo son quienes le apuestan a la promesa del gobierno federal de recibir una opción de “futuro”. Empero, especialistas piden que la atención no solo sea en el empleo, de lo contrario, el programa quedará incompleto.
AQUÍ NO EXISTÍAN CALLES. Las familias se asentaban irregularmente y empezaban a construir cuartos, sobre todo después del temblor de 1985. Hasta el primer lustro de los años 2000 se pavimentó la colonia San Rafael Chamapa, en Naucalpan, Estado de México. Por ello, la orografía de las calles es muy irregular. Subidas y bajadas muy empinadas, calles sin banqueta, sin nombre ni señalización. A cinco minutos de distancia caminando de la casa de Jesús Saucedo, el Chuy, hay una vivienda acordonada con cinta amarilla. Era una casa de seguridad de secuestradores.
Al Chuy le cuesta hablar. Está seguro de que va a equivocarse. Se corrige y se retracta. Tiene escarchitas de sudor en la comisura de la boca. Es uno de los integrantes más nuevos en la agrupación de música urbana Hermanos de Escritura, que han conformado diez jóvenes, todos de la colonia Valle Dorado, de San Rafael Chamapa. Este es su terruño, “el barrio”.
El Chuy, de 20 años, pero con el aspecto de un chico de 15, habita aquí solo en un cuartito que renta. Su madre, trabajadora del hogar, solo lo visita unas horas el domingo. A su papá no lo conoció. Sus amigos, sus compañeros de música, son su familia. Por años anduvo de un lado a otro, rentando o de arrimado. Solo pudo estudiar hasta la secundaria. Ha trabajado en obra, como plomero, como electricista. Ahora pinta casas y está “limpio”.
“Cuando llegué aquí a Valle yo me moneaba. Pero no era como luego dicen, porque pinche drogadicto ya no quiso estudiar y le gustó más la fiesta. No, pues qué pasó. Yo llegué aquí a Naucalpan solo y tenía frío. Nada más era eso. Andaba buscando un hogar”.
El Chuy y sus compañeros de Hermanos de Escritura forman parte de la población que busca atender el programa Jóvenes Construyendo el Futuro, el cual se ha convertido en el estandarte del gobierno federal para el que se destinaron 44,300 millones de pesos del presupuesto federal.
Newsweek México entrevistó a una veintena de personas jóvenes que se han inscrito en el programa para conocer quiénes son, cuáles son sus aspiraciones y de dónde vienen. También habló con empresas y especialistas en juventudes para poder comprender, por parte de las primeras, los alcances del programa y, por parte de las segundas, cómo ven a las juventudes que han invertido sus carreras profesionales en ellos.
El programa busca beneficiar a 2 millones 300,000 jóvenes durante el sexenio. Fue creado para que personas jóvenes que no estudian y carecen de un trabajo puedan capacitarse en una empresa hasta por un año. Su sueldo será de 3,600 pesos mensuales y será pagado por el gobierno federal. Mientras estén en el programa, tendrán Seguro Social.
Las empresas que se han apuntado al programa, como Colgate, Bimbo, Kimberly Clark, Phillip Morris y el laboratorio AstraZeneca, tienen que presentar un plan de trabajo para los jóvenes.
La Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) podrá revisar cómo se está ejecutando el programa en cualquier momento y los jóvenes también tendrán una función de contralores sociales ante la empresa. Después de un año de entrenamiento, quienes hayan concluido el programa recibirán un certificado. Si la empresa necesita que se cubra ese puesto y el joven lo desempeña bien, podrá ser contratado.
Gustavo de Hoyos, presidente de Coparmex, dice que ha habido un amplio proceso de diálogo con el gobierno y confía en que habrá un proceso de maduración del programa. Sin embargo, comenta, hay algunos elementos en los que no coinciden. Uno es el poco tiempo que dio el gobierno federal para revisar los lineamientos. La ley, explica, establece 15 días para que los interesados o involucrados en el proyecto o política pública den su retroalimentación ante la Comisión de Mejora Regulatoria, pero acá fueron dos o tres días, asegura.
También, agrega, hay puntos del diseño institucional que no comparten. “Nos hubiera gustado que el censo [realizado para tener las listas de beneficiarios de los programas] fuera a partir del Inegi porque nos hubiera gustado que se usara institución del Estado para tener mejores procesos y más transparentes”.
El Chuy conoció a Limberth Jareth Cabrera, el Negro, también en Valle Dorado, San Rafael Chamapa. Coincidieron en el gusto por el rap y el hiphop. Después conoció a Eduardo Gutiérrez, Sock, y a los demás integrantes de Hermanos de Escritura.
Eduardo o Sock, a sus 18 años, tiene todas las horas del día ocupadas. En la mañana estudia en el Conalep Plantel 1 Naucalpan. En la tarde trabaja en la empresa SPEM, Servicio de Personal del Estado de México. Ahí se encarga de llamar por teléfono a quienes podrían ser beneficiarios del Programa Jóvenes Construyendo el Futuro. Les cuenta qué es, les pide sus datos y los invita a inscribirse.
Él ya forma parte del programa desde hace mes y medio. Bajo esa figura entró en esta empresa con un doble rol: ser beneficiario de Jóvenes Construyendo el Futuro y también promotor. Le pagan los 3,600 pesos y también capacitación. Eduardo cuenta que hay otros 50 chavos como él en SPEM, con el mismo doble rol.
Eduardo ya le platicó del programa a sus compañeros de grupo, hasta los llevó a que atestiguaran el arranque del programa en Tlalnepantla. El Negro dice que nada más está esperando cumplir 18 años, eso será en mayo, para ver si se inscribe. Él quiere seguir en la música y ayudar a los demás chavos de Valle Dorado, Naucalpan, para que encuentren en el rap y el hiphop un medio para gritarle al micrófono lo que sienten, lo que no le pueden decir a otra persona.
“Estamos en un barrio donde es más fácil ser un adicto que un graduado en algo o un universitario”, dice el Negro.
La casa del Negro la conocen como la Ovni House porque ahí es donde tienen su estudio de grabación HDE Ovni Records (se compone de una silla, una mesa y una computadora dentro de su recámara, la cual comparte con una de sus hermanas).
“Yo aquí acepto a todo el que quiera rapear para que encuentren en la música un gancho que los jale de las drogas y la violencia”. El Negro aprendió solo a manejar los programas de la computadora para producir música. Y a eso está dedicado por ahora, pero no percibe ningún ingreso.
LOS GRUPOS CULTURALES
Grupos como el de Hermanos de Escritura tienen el perfil preciso que busca Jovany Avilés para su Escuela de Cultura Urbana, en donde encauza, y convierte en proyectos sustentables, colectivos de juventudes en riesgo.
Jovany Avilés es un sociólogo con 20 años de experiencia en juventudes, y su organización, Victoria Emergente, ha sido financiada bajo el programa Juntos para la Prevención de la Violencia de USAID, agencia del gobierno de Estados Unidos para el desarrollo internacional.
Jovany considera que el programa Jóvenes Construyendo el Futuro es positivo porque nadie había considerado en sus programas o políticas públicas a las personas de entre los 18 y 29 años. Además, al atacar el desempleo también se combate la violencia que genera la pobreza. Aunque, recalca, para atender verdaderamente la violencia, se deben cuidar el resto de los factores que la generan.
Al reflexionar a profundidad sobre el programa del Ejecutivo federal, Jovany afirma que es seguir reproduciendo un estereotipo de las juventudes, pues se maneja que su condición de pobreza y vulnerabilidad los lleva a la violencia. Se refuerza el binomio juventud-violencia.
La intención es buena. Sin embargo, abunda, es un modelo paternalista porque supone que las juventudes necesitan una guía, un maestro —en este caso, capacitador.
Las juventudes, asegura, siempre están haciendo algo. Tienen múltiples habilidades para resolver problemas, ganarse la vida, sortear los conflictos en casa y en la calle, se pueden encauzar, dirigir y enfocar en lo que les interesa, dice Jovany. Por ejemplo, él y los integrantes de su organización han convertido en microempresarios a malabaristas, raperos, tatuadoras.
PROBLEMAS MULTIFACTORIALES
En opinión de Jovany, para que Jóvenes Construyendo el Futuro funcione deberían atenderse los factores que ponen en riesgo a las juventudes.
Los chicos que viven en San Rafael Chamapa han normalizado situaciones de violencia y consumo de drogas porque es lo que sucede día con día en su entorno. Cuando su colonia sale en las noticias es, siempre, por una situación de este tipo. Basta con hacer una búsqueda sencilla en Google.
Jimena Cándano, directora de la organización Reintegra, posee un modelo de atención a jóvenes que han entrado en conflicto con la ley; su proyecto tiene una tasa de éxito de 96 por ciento.
La evidencia de su éxito está en la atención integral. Cuando llega un joven —casi todos varones— a su organización se le hace un diagnóstico. “Estamos convencidos de que se tiene que trabajar de forma integral: el consumo de sustancias, núcleo familiar violento, deserción, son factores, pero hay muchos otros que se deben atender, no nos podemos quedar cojos, se hace trabajo individualizado e integral”, asegura Jimena.
Luego del diagnóstico, se proyecta con ellos un plan de vida, explica. “Cuando le preguntas a los jóvenes: ¿qué quieres ser cuando seas grande?, te ven con cara de: yo no tengo esa opción. Dicen: yo tengo que vender piratería, vender en el puesto de mi tía, mi destino está en el giro familiar. Por ejemplo, en la Guerrero no hay prepa para el que ya acabó secundaria, pues ya llegó más lejos de lo que llegaron sus papás”.
Jimena dice que cuando se traza el plan de vida, se establecen los pasos que deben seguir para lograrlo y se les acompaña en el proceso; puede ser volver a la escuela, terapias individuales, grupales, etcétera. Un factor para que su plan de trabajo funcione, asegura, es que las personas jóvenes tengan a alguien que las acompañe en el proceso. No necesariamente tiene que ser familiar, puede ser un amigo o amiga, agrega.
Por ejemplo, el Negro cuenta con el apoyo de su familia. Sin embargo, su papá no quiso darle estudios más allá de la secundaria, “porque no creyó que fuera a aprovecharlos”, dice Alejandra, su mamá.
El muchacho manifiesta que sí le gustaría formar parte del programa de jóvenes en el que ya está Eduardo para “salir adelante y poder sacar adelante a los demás chavos del barrio que tienen algún talento, pero no tienen apoyo para demostrarlo”. A él le gustaría capacitase en alguna empresa de producción musical. Solo está esperando cumplir los 18 años.
A diferencia del Chuy y el Negro, para Eduardo la música es solo una parte de sus actividades. Él quiere terminar la preparatoria, pero necesita trabajar para costear sus gastos.
LA ESCUELA O GANARSE LA VIDA
Adolfo Madrigal, de 19 años, vive en Tlalnepantla, Estado de México. Ya se registró en la plataforma de Jóvenes Construyendo el Futuro. Aún no elige centro de trabajo donde capacitarse y solo ha visto la lista de las áreas de interés que hay como oferta, entre las que recuerda: administración, gastronomía, servicios agropecuarios, electricidad, informática, industrial y de servicios y ventas.
Se enteró del programa por redes sociales y va a elegir administración. Quiere capacitarse y ganar experiencia para entrar en una universidad privada a estudiar mercadotecnia, pues a una pública no puede ingresar. Cuando estaba en cuarto semestre de bachillerato tuvo que salirse de la escuela y ponerse a trabajar. Sus papás ya no podían apoyarlo con los gastos.
Después acreditó el bachillerato con la modalidad de examen único, pero obtuvo 6.8 de calificación. Eso se toma como promedio y no le alcanza para poder ingresar en una escuela pública. “Si quiero ir a la universidad tiene que ser a una privada”.
Antes de enterarse del programa estuvo casi un año buscando trabajo, en call centers, en ventas, en un banco, pero no consiguió. “Te piden experiencia y yo no tengo. Solo he trabajado en un café internet y en un Oxxo, y pues no me contratan. A ver si con la experiencia que agarre en la capacitación del programa de Jóvenes ya me contratan y puedo pagarme la universidad”.
Aunque el programa de Jóvenes Construyendo el Futuro tiene espacio para todas las personas de entre 18 y 29 años que no estudien ni trabajen, quienes tienen mayor oportunidad de incorporarse a una empresa son los muchachos, como Adolfo o Lalo, con preparatoria o universidad terminada o con carrera trunca.
En el laboratorio farmacéutico AstraZeneca, por ejemplo, este primer año esperan recibir a nueve jóvenes. “Estamos abiertos para ir incluyendo a más, pero por ahora estamos ya preparados para recibir a ese número”, dice Silvia Varela, directora general en México de esta empresa.
Guillermo Macorra, gerente de recursos humanos y de operaciones del laboratorio farmacéutico, y quien está liderando en su empresa el proyecto para capacitar a los chavos, cuenta que aún no tienen fecha para que lleguen a la compañía.
Explica que en AstraZeneca los becarios estarán tanto en la planta en Guadalajara, con perfiles tecnológicos de analistas juniors de sistemas, como en la parte operativa, en Lomas Verdes, Naucalpan, donde recibirán dos becarios para desarrollarlos como auxiliares de planta, y en la parte comercial, en la que capacitarán a auxiliares administrativos.
Macorra asegura que la Secretaría del Trabajo y Previsión Social ha estado a cargo y al pendiente. “Nos han dado la guía y el soporte desde el registro, aunque la plataforma es bastante amigable; después, en el conocimiento del programa, también en cómo participa el sector privado, y el acompañamiento en la parte administrativa de las certificaciones que nos ofrecen para los jóvenes a través de Conacyt o Conocer, que es el centro de certificación laboral”.
El líder del proyecto afirma que no solo se enfocarán en la capacitación per se, sino que cuidarán también desarrollar la parte socioemocional de los jóvenes. AstraZeneca va a trabajar las áreas sociales y emocionales a través de su proceso de inducción a la empresa, a su filosofía de valores y ética. Macorra dice que “una vez que los chicos estén en la compañía, buscarán un acercamiento más humano para conocerlos a ellos y su contexto y ver cómo apoyarlos”.
El objetivo final del programa, cuenta, es que los jóvenes salgan certificados en al menos dos competencias laborales y con un buen desarrollo socioemocional. Aunque la STPS considerará solo la certificación al final del año de capacitación, AstraZeneca hará una evaluación de los becarios cada tres meses, además de las que harán cada mes los mentores, que en el caso de este laboratorio será uno de sus exempleados, recién jubilado. “La idea es incorporar a más jubilados, hasta emparejarlos con cada uno de los becarios”, comenta Silvia Varela.
ESTUDIANTES SIN TÍTULO
Carlos Domínguez, director de recursos humanos de Phillip Morris, busca perfiles como el de Adolfo Madrigal. Es decir, personas con carrera trunca o bachillerato técnico podrían ser de utilidad para áreas como sistemas, comunicación interna, diseño o en áreas creativas, explica.
Phillip Morris decidió participar en Jóvenes Construyendo el Futuro porque “es un programa que puede tener un gran impacto en México y está muy ligado a nosotros, a nuestra visión como compañía. Nosotros buscamos un futuro con diversidad de perfiles, vimos cómo podía contribuir a nuestra empresa y decidimos apoyar al gobierno”, asegura Domínguez.
Perfiles como el de Sebastián de 21 años, quien está estudiando para el examen de la UNAM, son también de interés para Phillip Morris. Mientras sabe si se queda o no en la universidad, quiere trabajar. Vive en Santa María Tlayacampa y un amigo suyo le contó del programa.
Phillip Morris tiene el objetivo de emplear a 50 personas, dice Carlos Domínguez, lo cual es equivalente a 3 por ciento de la población de la empresa desde obreros hasta personal del corporativo. La trasnacional, según explica el director de recursos humanos, busca diversificar y ubicar a los jóvenes en prácticamente todos los departamentos. Desde el área de operaciones de la fábrica, almacén y ventas hasta manejo de inventario, sistemas, atención al cliente, en recursos humanos y comunicación interna.
SER MAMÁ, JOVEN Y SIN EMPLEO
Lourdes Jazmín tiene 21 años. Se enteró de Jóvenes Construyendo el Futuro porque, a finales de diciembre, pasaron a levantar el Censo del Bienestar en su casa, en la colonia La Asunción, en la alcaldía Iztapalapa, en la CDMX. Ella cursaba el cuarto semestre de bachillerato, pero tuvo que dejarlo porque se convirtió en mamá.
Tiene una hija de cinco meses. El padre de la niña la ayuda con los gastos de la menor, pero no es suficiente. Trabaja barriendo la basura en la explanada de la sede de su alcaldía.
A los del censo les dijo que estaba trabajando, “pero me dijeron que no importa porque mi trabajo no es fijo y me pagan poco, 170 al día, 100 si sale poquita basura. Me dijeron que podía encontrar algo mejor. Aunque acá en Iztapalapa no se puede elegir por área. Solo hay la opción de capacitarse en la industria automotriz. Lo que sea es bueno. Igual puedo conseguir un mejor empleo después y entonces podría entrar a estudiar lo que tenía planeado, criminalística”.
Gladys vive en Tlalnepantla y le gustaría encontrar una empresa que la capacitara en cultura de belleza. Tiene 27 años, es divorciada y tiene dos niños, uno de ocho años y otro de seis. Su exmarido le da pensión, pero no le alcanza, por eso dice que quiere trabajar. Por ahora, platica, “me dedico a ellos, vivo con mis papás y eso me ayuda. Pero tengo que buscarle vendiendo dulces, ahí más o menos la llevo”.
Gladys platica que no quiere un trabajo formal de ocho horas porque tendría que dejar a sus hijos. Aspira a una capacitación que le permita tener un trabajo independiente y poder administrar su tiempo, por eso busca algo como belleza.
A Jessica, de 20 años, la fueron a visitar a su casa en la colonia Caracoles, en Tlalnepantla también. A ella le gusta la mecánica, pero dice que no vio capacitaciones para eso en su zona. Su esposo tampoco tiene trabajo, él no quiere ser entrevistado, pero Jessica dice que también se inscribió para el programa. Tienen una hija de cuatro años. “A mi esposo le salen trabajitos… Tengo esperanzas en este proyecto”, dice.
EMPLEO Y DIVERSIDAD DE GÉNERO
En Phillip Morris, cuenta Carlos Domínguez, tienen espacios para personas con discapacidad, pues cuentan con un área de diversidad e inclusión. Quizás aquí podrían incluir a personas como Montserrat Dorantes y Jaimie Jacqueline, dos mujeres trans de 27 años que se hicieron amigas porque son vecinas en San Rafael, “allá por Santa Cecilia, Tlalnepantla”. Ambas quieren ejercer un arte, dicen, algo así como estilistas, corte y confección, cocina. Ninguna de las dos trabaja y tienen estudios truncos de preparatoria. “Yo tengo mi esposo, trabaja en una cremería”, platica Jaimie.
“A mí me manda dinero mi mamá, mi mamá ya salió de trabajar, yo vivo sola, la verdad, vengo de Chiapas, vivo de lo que me manda ella”, cuenta Montserrat.
Se enteraron por una amiga suya que es coordinadora en Morena. “Esperamos que nos dé buenos resultados y pues para no dedicarnos a la mala vida”, dice Montserrat.
UNA EMPRESA QUE QUIERE, PERO QUE NO ESTÁ
Jetty es una app de transporte colectivo privado, estilo Uber, pero que maneja vehículos compartidos, desde autos hasta autobuses. Esta start up también está interesada en recibir beneficiarios del programa de jóvenes.
“Nos registramos en la sección de empresas de la plataforma, pero no hemos recibido correo de confirmación. Pensamos que nos iban a enviar un mail o a llamarnos, pero hasta ahora nada”, cuenta Onésimo Flores, fundador de Jetty.
“Yo me imagino a los becarios ayudándonos en la estrategia de soporte a los usuarios, enseñándoles a usar la app. Me imagino estudiantes con baja capacitación, pero que conocen bien la ciudad, ayudándonos a diseñar nuevas rutas”.
Flores dice que son una empresa que constantemente recluta personal, al final de la capacitación los becarios se pueden quedar trabajando en Jetty. “Nos funciona mucho el modelo que planteó el gobierno federal y estamos a la expectativa de ver qué sigue para tener a chavos trabajando con nosotros”.
Alonso, de 24 años, estudió hasta la secundaria y cuenta que ha tenido muchos trabajos. Lo que más le ha gustado son los sistemas de almacenamiento industrial y vio que la empresa de cajas de cartón Biopapel, que está por su casa, en el Olivo Dos, Tlalnepantla, está en el programa, así que aspira a entrar ahí. Aunque en su vida aspiraría a ser servidor público.
El presidente de Coparmex coincide con los especialistas en juventudes quienes consideran que el programa tendría que ser integral, es decir, ir más allá de solo el empleo, porque “puede ser un buen vehículo, pero es insuficiente, tiene que haber atención multidimensional”.