En las calles argentinas de Buenos Aires, esas que Borges describe como “calles desganadas del barrio / casi invisibles de habituales / enternecidas de penumbra y de ocaso / aquellas más afuera / ajenas de árboles piadosos / donde austeras casitas apenas se aventuran…”, se escuchó en Béccar la voz casi celestial de Goyo Degano, la tesitura más fina en la tierra de la bandera celeste y blanco.
La banda argentina Bandalos Chinos visitó México para llevar su música e histrionismo al escenario en un concierto abarrotado en el Foro Indie Rocks este pasado 24 de noviembre. El disco protagonista, BACH. La tercera producción del grupo bajo la arquitectura de Adán Jodorowsky da pie a esta conversación.
—Tomás, ¿qué vamos a encontrar en BACH?
—Es un disco en el que intentamos expandir nuestra paleta de matices sonoros, está teñido por las experiencias que tuvimos el año previo a grabarlo, recorrimos una gran parte de Argentina, sería como un viaje a gran velocidad viendo el paisaje.
—¿Cuáles son los “miedos de ayer” de Bandalos Chinos?
—En este disco intentamos superar esos miedos. A escala artística siempre tuve miedo de no ser nadie para decir algo, quién soy yo para decir qué me pasa o contar un sentimiento. En este disco se buscó una poesía más directa, el miedo era no estar a la altura, no ser lo suficiente artista. El camino no es asumirse como artista, sino descubrirse y construir en ese camino —responde Goyo, vocalista de la banda.
Juan Gelman dice que a la poesía ya nadie la lee mucho, que esos nadie son pocos y que los poetas ahora la pasan bastante mal. Aun así, con esa sentencia, Goyo Degano, envalentonado nuevo poeta, canta en “Demasiado” una tonada que transporta a las baladas clásicas de amor y desamor en los años 80:
“Quizás fue demasiado / hablarte del pasado / pedir explicaciones / si está todo tan claro… / Olvidar nuestra trayectoria / es lo de menos /lo sé…”.
—¿La última vez que en una relación sintieron que dieron Demasiado?
—Ufff —suspira Goyo—, creo que fue al revés, tuve relaciones en las que no di demasiado. Hay que tomarse el tiempo para hacer bien las cosas, ser cauteloso como taurino, con serenidad ir detrás de la decisión correcta.
—¿Argentina venía a paso lento respecto a dar nuevas grandes bandas desde Babasónicos y Soda Estéreo?
Responde Matías, baterista: “Me parece que es un asunto generacional, en Argentina están sucediendo actualmente cosas muy efervescentes con jóvenes que vienen haciendo ruido desde hace unos años. Quizá Babasónicos sí fue la última gran banda de exportación argentina.
—Frente al auge del reguetón y el trap, ¿todavía hay oportunidad para el rock?
Matías se recuesta sobre una silla Acapulco, se pone cómodo mientras el sol le pega certero en el rostro, y responde: “Por supuesto, hay lugar para todos. Justo veníamos hablando de eso en el taxi hacia acá, la industria está segmentada en todos los niveles, hay lugar para que nos vaya bien a todos”.
“Se están borrando los prejuicios sobre yo hago rock y tú, rap, por eso somos enemigos… eso ya no existe”, añade Tomás.
—¿Qué fue lo último que escucharon que los sorprendió?
Al unísono, casi todos los integrantes de la banda responden: “¡Rosalía!”.
—¿De México?
—Los discos en solista de León Larregui —contesta Goyo.
—¿Un Vive Latino?
—Ojalá, sería un honor para nosotros —se adelanta Tomás a responder.
—No podemos dejar de hablar de un tema pantanoso, como latinos y artistas ¿cuál es su reflexión ante este clima migrante y de discriminación?
Tomás: “Lo pensamos un montón, cada uno tiene su opinión formada; a mí, desde lo personal, me parece un síntoma mundial este advenimiento de la derecha. Pero a nivel juventud las fronteras se están borrando y hay menos prejuicios. Nos debemos sentir hermanados con la gente de otros países simplemente por ser humanos. Darse cuenta de que esencialmente somos todos lo mismo”.
—¿Soda Estéreo o Cerati?
—Sorati.