Los británicos contra el brexit se alistan para la pesadilla, pues consideran que su país no está preparado para lo que se viene. Hacen compras de pánico y almacenan comidas y medicinas ante un eventual desabasto.
Las alacenas de la casa de Jo Elgarf en Londres están atiborradas de provisiones. Comida seca, carne enlatada, café, leche en polvo, incluso detergente. “Nada tiene caducidad inmediata”, informa la mujer.
Comenzó a aprovisionarse hace unos meses, cuando los negociadores británicos toparon con dificultades para acordar los términos del inminente divorcio del país con la Unión Europea (UE). Los tabloides proclamaron la posibilidad de un “brexit sin acuerdo” y, de inmediato, surgieron escenarios catastróficos: cruces fronterizos paralizados, cadenas de suministro limitadas, vuelos cancelados. Según los analistas, la libra esterlina caería mientras que alimentos y medicamentos escasearían, y los británicos enfrentarían una infinidad de restricciones migratorias nuevas. Ante esa perspectiva, Elgarf (de 42 años y madre de dos) empezó a acumular artículos no perecederos y productos importados.
Y no es la única. Elgarf modera un grupo de Facebook llamado “48 % Preppers”, en referencia a la proporción de votantes que optó por permanecer en la UE durante el referéndum de 2016. El grupo ya tiene más de 1,900 miembros, y la tercera parte se unió el mes pasado. “Soy una mujer promedio, con una familia promedio, con cierta comprensión del brexit. No me dejo llevar por el pánico, pero no creo que nuestro gobierno esté preparado”, comenta Elgarf.
Hace más de dos años, los activistas a favor de la salida hicieron promesas grandiosas de una Gran Bretaña independiente, con libertad de establecer acuerdos comerciales lucrativos en todo el mundo y sin obstáculos europeos, al tiempo que reinvertía en su preciado Servicio Nacional de Salud.
Pero la realidad ha sido mucho más complicada. Si bien la primera ministra, Theresa May, ha logrado un acuerdo con los líderes de la UE, el futuro del controvertido plan de salida dista mucho de estar asegurado. Han renunciado dos ministros del Gabinete que se oponían al brexit —incluido el principal negociador británico—, mientras que el Parlamento, que debe aprobar el acuerdo, se muestra escéptico y muy dividido. Y ahora, con la inminencia de la fecha límite, los británicos están preparándose para lo que muchos expertos en política describen como una salida “precipitada”: romper con el bloque europeo sin un periodo de transición y sin medidas que agilicen el cambio tras décadas de legislaciones UE. En suma, Gran Bretaña se retiraría de Europa y del mundo, al menos a corto plazo. Y sin un acuerdo del brexit, la isla podría quedar aislada debido a un bloqueo de creación propia.
Por principio, estarían en duda los derechos y el futuro de los europeos asentados en el Reino Unido, y lo mismo aplicaría a los británicos que viven en el continente. Por otra parte, surgirían numerosos obstáculos financieros, desde un incremento en las comisiones de tarjeta de crédito hasta el congelamiento de operaciones transfronterizas en bancos multinacionales. Más aún, el gobierno está pensando en cancelar todos los permisos de los oficiales de policía por la eventualidad de disturbios civiles, y el ejército está en reserva para distribuir alimentos, suministros médicos y combustible en caso necesario. El argumento oficial: hay que estar preparados para lo impensable.
Quedan escasos cuatro meses para la fecha de salida formal del 29 de marzo, y May tiene hasta el final del presente año para concretar un acuerdo con la UE. No obstante, diversos analistas señalan que hace falta más tiempo para resolver las presiones políticas conflictivas de Gran Bretaña y el exterior. May intenta mantener la unidad del Partido Conservador y el Gabinete, que se han dividido en varios frentes: los proponentes de un brexit sin acuerdo, los que favorecen una alineación más estrecha con la UE, y quienes apoyan un segundo referéndum nacional. La primera ministra está abrumada por los partidos de oposición que buscan la salida sin acuerdo y un público frustrado. May ha insistido en que el escenario sin acuerdo no sería “el fin del mundo”, pero si rechazan su proyecto de salida, esa sería una de las pocas opciones para abandonar el bloque.
Entre tanto, con la intención de acallar temores, el gobierno ha distribuido una guía de orientación para la salida sin acuerdo, más el documento que ha tenido el efecto contrario al presentar un panorama de escasez y caos. Diversos funcionarios previenen que los 1.3 millones de británicos del continente perderían repentinamente el acceso a los servicios bancarios y a las pensiones de Gran Bretaña; presagian que las compañías del país tendrán que lidiar con controles aduanales adicionales; y han pedido a las farmacéuticas que almacenen medicamentos vitales.
El presupuesto de noviembre de 2017 incluyó 3,000 millones de libras esterlinas adicionales (3,400 millones de dólares) destinadas a los preparativos del brexit. Un portavoz del Departamento para la Salida de la Unión Europea dijo a Newsweek que la preparación “integral” minimizará “cualquier riesgo de interrupción para individuos y empresas, a corto plazo”, pero la Oficina Nacional de Auditoría -organismo que supervisa la eficacia del gobierno- sugiere que, llegado marzo, no estará lista la infraestructura de emergencia requerida para aduanas y seguridad fronteriza.
Entre las inquietudes más apremiantes de un brexit forzado se cuenta el impacto en el suministro de bienes cotidianos, los cuales, desde hace décadas, han cruzado libremente las fronteras británicas gracias a la membresía de la UE. Este beneficio desaparecerá con la salida, ya que las fronteras podrían saturarse conforme se vuelvan necesarios los controles de inmigración y las aduanas exhaustivas. Así mismo, Gran Bretaña tendría que recurrir a las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC, el organismo que regula el intercambio entre países que no han pactado acuerdos de libre comercio). Según las condiciones de OMC, cada nación cuenta con un listado de bienes a los que aplica aranceles cuando negocia con sus socios comerciales; y en este caso, eso significa que el Reino Unido podría enfrentar más restricciones y costos.
Las consecuencias podrían ser particularmente graves para el transporte aéreo. A la fecha, la UE rige el acceso aéreo del Reino Unido a otros 44 países (incluidas naciones no europeas como Estados Unidos y Canadá), los cuales representan casi 85 por ciento del tráfico aéreo total del Reino Unido. Las reglas OMC no contemplan la aviación y esto obliga a suscribir un acuerdo para mantener los aviones en el aire. Por ello, el gobierno británico y un grupo de los principales aeropuertos del Reino Unido han advertido que un brexit repentino podría paralizar los aeropuertos del país.
Con todo, Rob Griggs, director de políticas y asuntos públicos en Airlines UK —importante grupo comercial que representa a las aerolíneas registradas en el Reino Unido— dice que su organización no espera que haya aviones aterrizados. Agregó que, por lo menos, podrían pactar un acuerdo “básico” con la Unión Europea o con cada Estado miembro, el cual entraría en vigor “bastante rápido” y así, en la eventualidad de un brexit sin acuerdo, los aviones seguirían volando para luego negociar un arreglo más detallado. “Nos sentimos confiados, aunque no satisfechos”, concluyó Griggs.
Esa confianza no se extiende a los puertos marítimos, donde se anticipan filas kilométricas de camiones. El gobierno británico contempla rediseñar las autopistas próximas a los puertos más importantes para crear estacionamientos de sobrecarga enormes, un proyecto que evoca imágenes más adecuadas para una película de desastres que para las noticias locales.
Por ejemplo, el gobierno ha ordenado cierres periódicos de la autopista M26 (localizada en el sureste de Londres) mientras analiza su idoneidad para usarla en situaciones de emergencia. De igual manera, el Gabinete de May ha considerado alquilar una flotilla de transbordadores para transportar suministros vitales en caso de que se saturen los puertos principales, lo cual ha provocado que los críticos del brexit hagan comparaciones con la evacuación de Dunkerque durante la Segunda Guerra Mundial.
Las autoridades del Puerto de Dover —por donde pasan 2.5 millones de vehículos pesados cada año— advierten que si las operaciones sufren una demora de apenas dos minutos, la autopista M20 hacia Londres presentaría un embotellamiento de 28 kilómetros. Al respecto, Ian Wright, director ejecutivo de la Federación de Alimentos y Bebidas, asegura que los controles adicionales podrían causar una demora de siete a ocho minutos.
Esas colas son solo uno de los problemas para los conductores atrapados en el embotellamiento. La guía de orientación señala que, de ocurrir un brexit sin acuerdo, las licencias de conductor británicas podrían perder validez en Europa, de modo que, antes de salir de casa, los conductores que enfilen hacia el Canal de la Mancha tendrían que obtener un permiso internacional para conducir, con las consiguientes cuotas asociadas.
A tres kilómetros al norte de Dover, en una estación de servicio, un camionero que solo se identificó como Jamie dijo a Newsweek que la incertidumbre del brexit era “muy preocupante”. Originario de la costa occidental de Escocia, Jamie agregó: “Por desgracia, no podemos hacer mucho al respecto. Tendremos que seguir adelante y ver qué pasa. Se ha vuelto un juego de espera”.
Los camiones detenidos se traducen en alimentos detenidos, y 30 por ciento de ellos se importa de la UE. Aunque diversos funcionarios minimizan el problema de la escasez, el gobierno ha creado un nuevo cargo ministerial en el Departamento de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales para supervisar la protección del suministro de alimentos. Aun así, representantes de la industria siguen alarmados. Un cálculo reciente de Barclays Corporate Banking sugiere que, de haber un brexit sin acuerdo, los minoristas de alimentos podrían encarar costos adicionales de hasta 9,300 millones de libras esterlinas (12,000 millones de dólares), los cuales elevarían el precio al consumidor.
“Ya antes nos han acusado de alarmismo”, comenta Wright, “pero la perspectiva es realmente atemorizante”. El brexit podría ser un golpe mortal para los pequeños productores. Aunque Wright considera que los anaqueles de los supermercados no se vaciarán de pronto, previene que los británicos tendrán que acostumbrarse a menos opciones en la compra cotidiana. Una afectación grave del suministro causaría que “la variedad y los productos disponibles se limiten con mucha rapidez”, augura.
Oriunda de Glasgow, Escocia, Jennifer McEnhill (36 años) es residente de Londres, donde trabaja en publicidad. Después de votar por permanecer en la Unión Europea, nunca imaginó que terminaría armando una “caja del brexit” para emergencias. Sin embargo, hace unos meses que comenzó a comprar un poco más de lo necesario y, junto a la alacena, tiene reservadas “las cosas que he visto en listados de los bancos de alimentos”, explica. “Parece que no hay plan, y tengo la impresión de que el gobierno no entiende cómo funcionan la logística ni la cadena de suministro de este mercado. En el mejor caso, no tendré que usar estas cosas y podré aprovecharlas el año próximo”.
Hay más motivos de inquietud para los británicos con enfermedades crónicas. Según la Asociación de la Industria Farmacéutica Británica, el Reino Unido importa mensualmente alrededor de 37 millones de bultos de medicamentos de la UE, y envía al continente otros 45 millones. En estos momentos, el Reino Unido vende todos los medicamentos que aprueba la Agencia Europea de Medicamentos, pero en un brexit sin acuerdo, de pronto quedarán cubiertos solo los fármacos que autoriza la dependencia reguladora de Gran Bretaña.
Ahora bien, es difícil almacenar medicinas de corta caducidad —como ciertos anticancerosos—, así como las sustancias que requieren de refrigeración —vacunas e insulina, por ejemplo—, casi todas importadas mayormente de la UE. Además, esos fármacos corren el riesgo adicional de los retrasos en puertos y aeropuertos.
Elgarf tiene una hija epiléptica de cuatro años, la cual utiliza medicamentos que surte una vez al vez. “Mi hija necesita esas medicinas o podría sufrir consecuencias indescriptibles”. Incluida la muerte súbita, concluye Elgarf.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek