¿Qué necesitan las empresas farmacéuticas para crear una vacuna viable contra la faringitis estreptocócica?
¿El mundo necesita una vacuna para la faringitis estreptocócica? En una extraña coincidencia, la industria farmacéutica y los defensores de la salud mundial como la Fundación Bill & Melinda Gates consideran esa vacuna como algo no prioritario. Y para las muchas familias estadounidenses para las que esta enfermedad es una característica rutinaria, aunque molesta, del invierno, esa perspectiva podría parecer correcta. Pero dos investigadores situados en lugares opuestos del mundo no están de acuerdo, y teniendo en cuenta el reciente aumento en el número de muertes, la creciente resistencia a los antibióticos y toda una letanía de problemas causados por esta infección, aparentemente manejable, es posible que tengan razón.
El grupo Streptococcus bacterium A, que es el microbio responsable de la faringitis estreptocócica, provoca 616 millones de casos de infección de garganta cada año en todo el mundo. Una infección no tratada puede producir escarlatina, infecciones necrotizantes y síndrome de choque tóxico. El estreptococo también puede provocar fiebre reumática, que es una de las causas principales de cardiopatías en todo el mundo.
Su costo financiero también es alto. De acuerdo con un cálculo realizado en 2008 y publicado en la revista Pediatrics, la cantidad total de dinero que se gasta debido a las infecciones de garganta por estreptococos es de entre 224 millones y 539 millones de dólares anuales en Estados Unidos.
Una vacuna contra el estreptococo del grupo A evitaría esas complicaciones. Al igual que las vacunaciones exitosas contra la bacteria que provoca el sarampión, las paperas y el tétanos, una vacuna para prevenir las infecciones por estreptococos podría salvar vidas y disminuir los costos de atención a la salud. Y aunque la creación de una vacuna de este tipo es una propuesta más difícil que para otros patógenos, cada vez hay más pruebas de que es posible.
ESFUERZOS FRAGMENTADOS
La mayoría de las vacunas funcionan igual: en ellas, se utilizan pequeñas partes de las proteínas que se encuentran en la superficie de un invasor. Estas partes de proteínas pueden actuar como un cartel de “Se busca” para el sistema inmunológico, indicándole qué es lo que debe buscar. La próxima vez que el sistema inmunológico detecte a un invasor que se parezca a esas proteínas, sus células producirán anticuerpos para contenerlo más rápidamente.
Sin embargo, el estreptococo es desafiante. Diferentes cepas de esa bacteria pueden provocar enfermedades, cada una con versiones ligeramente distintas de una proteína, denominada proteína M, que las bacterias utilizan para infectar a las personas.
El doctor James Dale cree que ha encontrado la solución a ese problema. Dale, especialista en enfermedades contagiosas del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Tennessee, ha venido refinando una vacuna extremadamente compleja contra el estreptococo. Para proteger a las personas contra tantas cepas como sea posible, la vacuna de Dale utiliza partes de distintas proteínas M. “En los primeros días, no sabíamos cómo hacerlo porque parecía una tarea de enormes proporciones”, dice. Los avances tecnológicos han hecho que las cosas sean menos complicadas, aunque no necesariamente fáciles.
Tres docenas de voluntarios del Centro Canadiense de Vacunología (CCV), ubicado en la Universidad Dalhousie de Halifax, Nueva Escocia, recibió recientemente una versión de la vacuna de Dale. El estudio se basa en pruebas previas que indican que una versión anterior era segura y efectiva. Deberán pasar varios meses antes de que Dale y el equipo del CCV sepan si esta nueva versión también es segura, pero los datos preliminares son alentadores.
A medio mundo de distancia, el doctor Michael Good y sus colegas de la Universidad Griffith de Australia están desarrollando dos vacunas contra el estreptococo: una para prevenir infecciones de la piel y otra para evitar las infecciones de garganta. Good y su equipo utilizan solo un fragmento de una proteína M, el cual luce igual en distintas cepas de estreptococo, para trabajar contra la mayoría de las cepas observadas en todo el mundo. Los investigadores esperan los resultados de un estudio piloto realizado con diez personas.
Unos resultados sólidos no garantizan que la vacuna vaya a estar disponible. La aprobación por parte de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos exige que las empresas farmacéuticas inviertan decenas de millones de dólares, sin que tengan una garantía de obtener ganancias. De las 238 vacunas para todas las enfermedades que iniciaron los ensayos de Fase I entre 2005 y 2016, tan solo 16 por ciento acabaron siendo aprobadas.
Solo las empresas establecidas y las fundaciones internacionales más importantes pueden hacer el tipo de investigación requerida, pero ninguna de ellas lo ha hecho en el caso del estreptococo. “Podría pensarse que muchos padres y la mayoría de las personas estarían interesadas en una vacuna para evitar la faringitis estreptocócica”, dice Dale. “La industria farmacéutica no cree que sea así”.
Apenas cuatro de las principales empresas farmacéuticas venden la mayoría de las vacunas: Merck, Sanofi-Pasteur, Pfizer y GlaxoSmithKline (GSK). Los motivos de esta falta de interés son de tipo económico. Además del costo de desarrollo, las vacunas, administradas solo unas cuantas veces durante toda la vida de una persona, no ofrecen el flujo constante de ganancias que, por ejemplo, los medicamentos para la presión sanguínea.
Esto no significa que no exista un mercado viable para las vacunas. A principios de este año se aprobó una vacuna mejorada contra el herpes, después de la aprobación de una nueva vacuna contra el cólera en 2016. Sin embargo, las cosas han sido particularmente difíciles para la vacuna contra la faringitis estreptocócica. En 2005, GSK adquirió una empresa llamada ID Biomedical, que tenía la licencia para una versión anterior de la vacuna de Dale. GSK pronto abandonó el programa, y finalmente, la licencia acabó en manos de Vaxent, la empresa de Dale.
Esa decisión, afirma Dale, pudo haberse tomado debido a que la empresa no veía la existencia de un mercado en Estados Unidos. Los padres de ese país prefieren acudir al médico en lugar de aplicar una vacuna cuando se trata de atender la faringitis estreptocócica de sus hijos. Después de todo, las graves complicaciones que se producen por esa enfermedad son extremadamente raras en ese país, al igual que las infecciones invasivas de estreptococos, como las bacterias necrotizantes. De acuerdo con los Centros para el Control y Prevención de la Enfermedad (CDC, por sus siglas en inglés), solo alrededor de 12,000 personas sufren de estreptococos invasivos en Estados Unidos, y la mayoría de ellas se recupera totalmente. Aproximadamente 1,100 estadounidenses mueren cada año por las infecciones o por las complicaciones relacionadas con ellas.
La verdadera necesidad se encuentra fuera de Estados Unidos, donde el dinero escasea. Un grupo de investigadores calculó que al menos 319,400 personas murieron por problemas relacionados con la fiebre reumática en 2015, principalmente en Asia. Más de 100,000 personas murieron únicamente en India, la mayor cantidad de cualquier otro país. “La mayor necesidad de la vacuna se encuentra en realidad en los países con un nivel de ingresos bajo o medio, en los que existe una carga importante producida por las enfermedades”, señala Dale. Algunas vacunas equilibran esas necesidades; por ejemplo, la vacuna contra la hepatitis B cuesta más para las personas de países con altos ingresos que para aquellas que viven en países de bajos ingresos. Sin embargo, si los padres que viven en países de altos ingresos no desean obtener la vacuna, las cuentas podrían no cuadrar para las empresas farmacéuticas.
Es posible que la industria subestime la buena disposición del público estadounidense con respecto a una vacuna para la faringitis estreptocócica. “Estamos entrando en una era en la que se crean vacunas para enfermedades que no matan a las personas, pero que causan infecciones o enfermedades frecuentes, o que resultan problemáticas o molestas de una forma u otra”, afirma el doctor Mark Sawyer, especialista en pediatría de la Universidad de California en San Diego y del Hospital Infantil Rady.
Muchos padres siguen el consejo de sus pediatras, que a su vez, generalmente siguen el consejo de los CDC. Este organismo establece los programas de vacunación recomendados para niños y adultos, y una vacuna contra la faringitis estreptocócica probablemente se añadiría a su programa. “Si hubiera una vacuna que fuera segura y efectiva, la recomendaríamos universalmente para los niños”, afirma el doctor Paul Offit, experto en enfermedades infecciosas del Hospital Infantil de Filadelfia, que formó parte durante años del Comité de los CDC.
EL AUMENTO EN EL NÚMERO DE MUERTES
Aún está por verse si las vacunas que están siendo desarrolladas por Good y Dale serán seguras y efectivas. Si una vacuna no provoca una respuesta inmunológica lo suficientemente fuerte, resultará inútil. Y si la reacción inmunológica ante la vacuna es demasiado intensa, la persona podría morir.
La muerte no es el único problema. Si se vuelven contra el cuerpo que los generó, los anticuerpos que intervienen en esa respuesta inmunológica pueden dañar el corazón; eso es lo que provoca la fiebre reumática. La historia apoya esta preocupación: en un proyecto para la elaboración de una vacuna contra la faringitis estreptocócica realizado en la década de 1970, dos de los 21 sujetos de prueba contrajeron fiebre reumática. Otros 16 desarrollaron infecciones por estreptococos. “Esta experiencia indica la necesidad de tener una extrema precaución en el uso de vacunas estreptocócicas en sujetos humanos”, escribieron los investigadores en su publicación del estudio fallido. El alto riesgo, combinado con una recompensa no necesariamente alta, podría ayudar a explicar por qué ninguna empresa se ha ofrecido a financiar esta vacuna.
Si las empresas farmacéuticas no están interesadas, las organizaciones dedicadas a la salud mundial podrían parecer la siguiente opción obvia. Por ejemplo, la Fundación Gates ha apoyado distintos proyectos de salud mundial que desarrollan vacunas para la malaria y la meningitis, entre otras enfermedades. “Sería una gran diferencia en el terreno si Gates da su apoyo”, dice Good.
Sin embargo, un vocero de la Fundación Gates señala que el organismo no ha apoyado la creación de una vacuna contra el estreptococo del grupo A porque esta se encuentra fuera del objetivo central de la organización: reducir la mortalidad infantil. La enfermedad no suele matar a niños de menos de cinco años, y la fiebre reumática ataca generalmente a adultos jóvenes.
Sin embargo, la Fundación Gates y la industria farmacéutica podrían tener ahora una razón para reconsiderar su postura con respecto a una vacuna contra la faringitis estreptocócica. Las infecciones peligrosas están resurgiendo, incluso en partes del mundo donde existe una relativa abundancia de recursos médicos. En Inglaterra, el número de casos de escarlatina se ha triplicado en dos años, informaron varios investigadores en The Lancet. Un brote de faringitis estreptocócica en 2016 mató al menos nueve personas alrededor de London, Ontario.
La faringitis estreptocócica aparece también en hospitales de Estados Unidos. Offit atendió recientemente a un niño con neumonía producida por una infección de estreptococo, así como infecciones de rodillas y casos de síndrome de choque tóxico debido a la bacteria. La primavera pasada, estuvo a punto de provocar muertes en la ciudad de Nueva York.
En el mundo de las vacunas, los crecientes índices de mortalidad son algo que las potencias comerciales no pueden pasar por alto.