Un cuadro de intensos rojos carmesí seduce tenazmente a la vista. Se escurre despacio hasta llegar a una pequeña máquina de coser dorada, clavada en su lienzo. “Ese cuadro está dedicado a mi tía Mela, es un homenaje a cómo tus tradiciones, tu cultura y tu familia te marcan. Me enseñó a pintar, tejer, rezar, macramé, cocina, todo. La influencia de la tía Mela sin duda marcó muchos de los aspectos de quién soy ahora”, explica con los ojos profundos la pintora Tere Casas en conversación sobre su muestra “Vínculos”.
Después de dos años sin exponer en México, la artista regresa al país para presentar su nueva creación, 33 piezas de gran formato realizadas en San Francisco, California. La muestra reflexiona en torno a la migración.
—¿Quién es Tere Casas?
—Tengo 19 años en el arte, en la pintura, soy diseñadora gráfica de carrera, al terminar supe que quería expresarme a través del arte. En mi obra se nota la influencia del diseño gráfico, tiene muchos textos, algunos cuadros están seccionados y el manejo de tanto color. El diseño ha marcado mi estilo. Ninguna colección en mi obra es igual a la otra, hay un hilo conductor como el uso de tipografía, la textura y el relieve, cada vez es más abstracto. Mi obra ha cambiado mucho, en todas las diferentes etapas de la obra se ve un reflejo de mi vida.
—¿Por qué “Vínculos”?
—Lo que trato de comunicar con mi obra es el efecto positivo de la migración en el mundo. En este momento vivo en San Francisco y es un lugar multinacional, es un lugar donde tenemos el gran privilegio de convivir con personas de absolutamente todo el mundo con raíces completamente diferentes, pero que al final nos encontramos ahí.
—Si tu obra fuera un barrio o una colonia, ¿qué vamos a encontrar si la caminamos y recorremos sus calles?
—Sería tal vez como “el juego de la misión”, hace referencia al barrio de la Misión en San Francisco, que hace muchos años era identificado un tanto como una zona peligrosa porque no sabían comprender esta mezcla. Hoy en día es un barrio muy rico en cultura, en tradiciones no nada más latinas, sino de todo el mundo. Lo que trato de plasmar en esta pieza es la diversidad y el juego en que se convierte cuando estamos tantas personas con diferente herencia conviviendo en el mismo lugar. Trato también de reflejar, a través de líneas, que somos diferentes, que hay fronteras, que es importante que somos distintos, pero que debemos abrazar nuestra cultura para poder compartirla con el mundo.
-¿El arte o tu obra ayuda a romper fronteras y sensibilizar al mundo?
—Me encantaría que así fuera, sería maravilloso que lográramos entender la riqueza cultural que tenemos en un mundo tan distinto. La labor que tiene mi arte es mandar un mensaje de unidad y de belleza interior más que de estética. Unidos los mexicanos somos mejores, y unidos todos los habitantes de este planeta somos mejores.
—¿Si tu obra fuera una persona cómo la describirías, quién sería?
—Hay cuadros con mucha fuerza y carácter, tengo uno que tiene un colaje muy denso, con espátula, tiene papeles, pintura, pincel, rayados, paleta. Si ese fuera una persona sería alguien muy complejo, sumamente experimental, diversa y completa.
—¿Cuándo fue la última vez que pintaste algo que te conmovió hasta las lágrimas?
—En esta muestra hay dos cuadros, “Wishper” y “Siempre presente”, quien fue mi mentora y me dirigió en muchos aspectos de mi vida como pintora es la señora Elin Luque. Esas dos piezas son las únicas que pinté en México sabiendo que ella ya estaba en proceso muy complicado y me tocaron hasta el fondo del alma.
—¿Cuándo fue la última vez que te quedaste insatisfecha al terminar un cuadro?
—A cada rato, hay muchos cuadros que son una batalla.
—Si tuvieras que pintar por última vez, ¿que pintarías?
—Un cuadro inmenso, un mural, algo que me rebase, algo monumental para no acabarlo nunca.