El príncipe heredero sabe cómo complacer a la gente. A principios de marzo, Mohammed bin Salman, más conocido como MBS, asistió al Palacio de Buckingham para almorzar con la Reina Elizabeth II. Esta fue la primera visita oficial del noble árabe, de 32 años, y la cobertura mediática fue muy calurosa. “¡Es un revolucionario!” proclamó el diario The Daily Telegraph. A los conservadores británicos les encantó la propuesta de MBS de privatizar Saudi Aramco, la empresa petrolera estatal, y listarla en la Bolsa de Valores de Londres, un buen impulso para la desfalleciente economía británica, así como para su reputación como reformador económico.
Más tarde, en ese mismo mes, acudió a la Oficina Oval con el presidente estadounidense Donald Trump, a lo que siguieron paradas en Los Ángeles, Nueva York, Houston Silicon Valley y Seattle, para reunirse con la élite de Hollywood y de la tecnología, con personajes como Oprah Winfrey, Elon Musk y los ejecutivos de Google.
Esta gran gira marcó el debut internacional del príncipe heredero. Su padre, el Rey Salman, de 82 años, cedió una parte de su propio poder el año pasado, elogiando el plan Visión 2030, el programa de MBS para la liberalización social y económica. El príncipe heredero apoya, al menos en sus declaraciones públicas, la idea de que Arabia Saudí no puede sobrevivir para siempre con una diplomacia basada en el dinero en el extranjero y la asistencia social en el país. Entre los objetivos está disminuir la dependencia del país de las exportaciones petroleras, invertir en educación, entretenimiento y turismo, y vigorizar la economía, en parte, apoyando a las mujeres que forman parte de la fuerza trabajo. Un decreto en el que se permite que las mujeres conduzcan automóviles, el cual entró en vigor en junio pasado, dio un gran impulso a su imagen internacional como reformador.
El arresto, en noviembre pasado, de una docena de miembros de la familia real y ministros acusados de obtener ganancias ilícitas de sus acuerdos gubernamentales, fue difundido internacionalmente como una medida anticorrupción, la cual ha añadido una cifra que se calcula en 100 millones de dólares a los fondos que están bajo el control del príncipe. (Dicho lo anterior, el valor de la Casa de Saúd es de más de 1 billón de dólares).
Los viajes del príncipe por el mundo y las acciones para dar brillo a su perfil “progresista”, cuidadosamente construido, constituyen un agresivo esfuerzo para hacer frente a uno de los problemas más importantes del reino: la imagen de Arabia Saudí nunca se ha recuperado totalmente desde el 9/11. Los ataques fueron perpetrados principalmente por ciudadanos saudíes. En un informe ante el Congreso presentado en 2016, el cual ha sido desclasificado (y que los saudíes han hecho todo lo posible por eliminar) se afirmaba que los terroristas pudieron haber tenido el apoyo de personas relacionadas con el gobierno saudí, y en un cable de 2009 de la entonces Secretaria de Estado Hillary Clinton, se lee que “Ha sido un constante desafío persuadir a los funcionarios saudíes de que consideren a la financiación de terroristas, proveniente de Arabia Saudí, como una prioridad estratégica”.
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La prioridad estratégica del príncipe heredero es enterrar esta narrativa mediante un cambio de rumbo hacia una nueva narrativa, la de una nación occidentalizada y consumista, hambrienta de las inversiones estadounidenses y de las armas de ese país para confrontar a sus enemigos. El príncipe heredero actuó muy bien su papel, con un impresionante brío, omitiendo el tradicional atuendo real saudí durante gran parte de su viaje por Estados Unidos, e incluso usando vaqueros para reunirse con Mark Zuckerberg, el director ejecutivo de Facebook.
En cada una de sus paradas en Estados Unidos, MBS fue saludado por los medios de comunicación. Fox News se deshizo en elogios por su “impulso de modernización”. CNN calificó a Arabia Saudí como “el mercado emergente más candente del momento”. American Media Inc. (propiedad de David Pecker, amigo de Trump) publicó toda una revista de 14 dólares dedicada al príncipe heredero.
Los reporteros no hicieron ninguna pregunta sobre el encarcelamiento de mujeres en Arabia Saudí, como los casos de Samar Badawi y Nassima al-Sadah, que defendían el derecho a conducir, y de docenas más de activistas de derechos humanos. Tampoco preguntaron sobre el desastre humanitario en que se ha convertido su guerra en Yemen, o cómo los cientos de millones de dólares que el príncipe heredero ha gastado en el pasado reciente para adquirir posesiones personales encajan con su narrativa de una reforma económica responsable.
“Los saudíes han utilizado todos sus recursos para sofocar cualquier impulso democrático en el mundo árabe”, señala la catedrática Madawi al-Rasheed, antropóloga saudí que ha escrito varias historias del reino. A pesar de toda la algarabía reformista, MBS encabeza un régimen autoritario que no tolera ningún disenso.
Raif Badawi, un bloguero ateo, permanece en la cárcel, junto con su abogado y prominente activista de derechos humanos Waleed Abulkhair. Noha al-Balawi, defensora de los derechos humanos que publicó videos en los que ponía en tela de juicio la normalización de los lazos entre Arabia Saudí e Israel, fue arrestada en febrero pasado. Los fiscales saudíes han pedido la decapitación de Israa al-Ghomgham, otra defensora de los derechos humanos, por participar en protestas pacíficas; ella ha estado en prisión durante 32 meses sin tener acceso a un abogado. Mientras tanto, predicadores que difunden una teología radical en la que se aprueba el asesinato de musulmanes chiítas, cristianos y judíos sigue ocupando una importante posición de influencia, y la puritana ideología wahabita, que ha alimentado el extremismo en todo el mundo musulmán, sigue siendo una importante exportación saudí.
Existe otra larga lista de víctimas chiquitas en la Provincia Oriental, rica en petróleo, que han sido torturados, ejecutados o que simplemente han desaparecido “debido a que sus ideas son peligrosas para él, y a que no se tolera ninguna crítica”, dice Rasheed.
La democracia no se encuentra en la agenda del príncipe heredero. De hecho, él personifica a la contrarrevolución que extinguió la flama de la democracia que brillo brevemente durante la Primavera Árabe. Él y otros dirigentes aliados en todo el Medio Oriente han actuado implacablemente para revigorizar un orden regional autoritario con Riad y su ideología wahabita fundamental.
En otras palabras: Hacer que Arabia sea grande otra vez.
Para comprender el impresionante dominio de las relaciones públicas de MBS, debemos comenzar en Abu Dhabi, la capital de los Emiratos Árabes Unidos. En la imaginación occidental, los EAU son sinónimo de los rascacielos de acero y cristal de Dubai, de los lujosos centros comerciales y de los lugares para esquiar a puertas cerradas. Menos conocido es su príncipe heredero, Mohammed bin Zayed al-Nahyan, o MBZ, y es exactamente así como él lo desea.
Descrito en un cable diplomático estadounidense como “carismático, perspicaz y muy cómodo en Occidente”, él era el candidato preferido de Washington para el trono cuando su hermano, Khalifa, sucedió a su padre. Pero la enfermedad de su hermano ha convertido a MBZ en el gobernante y jefe militar de facto de los EAU durante al menos una década.
El ex piloto, de 57 años, expandió rápidamente el gasto militar y la industria de defensa de los EAU. Actualmente, el país es una de las naciones más militarizadas del mundo. Sin embargo, gracias a la agresiva manipulación de los medios de comunicación por parte de MBZ, la percepción común es que los EAU son una potencia tolerante y multicultural para el progreso, una lección de construcción de imagen que MBS, su protegido, ha absorbido claramente.
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A finales de 2010, las revoluciones de la Primavera Árabe comenzaron en Túnez y se extendieron rápidamente a Egipto. MBZ, aterrado por la posibilidad de que la democracia se extendiera por todo el Medio Oriente, y que llevará al poder a la Hermandad Musulmana, el movimiento político más grande de todo el mundo árabe, afirmó que los manifestantes a favor de la democracia no deseaban una reforma, sino imponer la Sharia, es decir, la ley islámica. Dos empresas de Washington D.C., el Grupo Harbor y el Grupo Camstoll, contribuyeron a su amplia campaña de cabildeo.
Para 2012, Anwar Gargash, Ministro de Relaciones Exteriores de los EAU, daba sesiones informativas privadas a los periodistas occidentales, donde describía a los EAU como una isla de estabilidad y tolerancia en medio de un vecindario peligroso e inestable. El Consejo Nacional de Medios de Comunicación, dirigido por el Estado, criticó agresivamente al gobierno egipcio, encabezado por la Hermandad Musulmana, elegida en 2011, en la primera elección libre y justa del país.
Al no estar dispuesto a aceptar el veredicto de los electores egipcios, MBZ puso en marcha un agresivo esfuerzo para lograr que los militares recuperaran el poder en El Cairo. Las protestas que prepararon el camino para el golpe de estado de 2013 en Egipto fueron encabezados por el movimiento Tamarod (Rebelde). Este parecía ser un grupo emanado del pueblo, pero recibía un fuerte financiamiento por parte de los EAU.
El golpe de Estado puso a Abdel Fattah el-Sissi en la presidencia, y éste suspendió de inmediato la constitución. Un mes después del golpe, Sissi encabezó la masacre de alrededor de 1,000 manifestantes a favor de la democracia y activistas de la Hermandad en la Plaza Rabaa. Para mayo de 2014, había alrededor de 41,000 presos políticos en las cárceles de Egipto. Washington y Londres habían apoyado inicialmente a la democracia en Egipto, pero su respuesta a la violencia de Estado orquestada por Sissi fue acallada.
Sin embargo, Sissi recibía apoyo de otras partes. En grabaciones filtradas de llamadas telefónicas realizadas en 2014 entre el sultán al-Jaber, uno de los lugartenientes clave de MBZ, y el general egipcio Abbas Kamil, puede oírse al hombre de Sissi pidiendo acceso a más dinero de los Emiratos para ayudar al nuevo dictador a manejar una economía en decadencia.
Se utilizaron métodos similares para socavar a la democracia en Túnez. Los canales de televisión, propiedad de oligarcas a favor de los EAU, trasmitían acusaciones de que Ennahda, el partido que ganó las primeras elecciones libres de Túnez en 2011, era parte de una conspiración de la Hermandad para imponer la ley islámica. (Ennahda sigue en el poder).
En su territorio, los EAU han emprendido medidas drásticas contra Al-Islah, organismo afiliado local de la Hermandad Musulmana, calificándolo como una organización terrorista. En 2013, un total de 94 activistas de los Emiratos, entre ellos, abogados, jueces, blogueros, estudiantes y un príncipe, fueron encarcelados, acusándolos de conspiración.
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En 2015, la muerte del Rey Saudí Abdullah, abuelo de MBS, le dio a MBZ su más grande oportunidad de eclipsar el viejo modelo de la diplomacia del Golfo: recatada, precavida, preocupada principalmente por presentar un frente unido. MBS había pasado tiempo con MBZ desde su adolescencia, y el joven príncipe de los Emiratos había preparado bien al joven saudí. Ambos compartían su impaciencia contra la timidez percibida de la generación de sus padres y buscaban una respuesta más agresiva a los desafíos regionales. Sin embargo, a los instintos más beligerantes de MBS, MBZ añadió la finura de la conquista de Occidente, desplegando cabilderos y empresas de relaciones públicas para perpetuar la imagen de los EAU y de Arabia Saudí como los líderes iluminados del mundo árabe que se enfrentan a la Hermandad y a Irán.
Los años de displicente inversión en relaciones públicas terminaron con el ascenso de MBS. Para 2016, Arabia Saudí empleaba a 10 empresas de cabildeo que recibían un pago que se calcula en 1.3 millones de dólares al mes, informó el sitio web de política The Hill. Una de ellas, King & Spalding, tenía la misión de intentar suavizar la Ley de Justicia Contra los Patrocinadores del Terrorismo (JASTA, por sus siglas en inglés), que hubiera permitido que los familiares de las víctimas del 9/11 demandaran al gobierno saudí. Un contrato por 90,000 dólares con Capitol Media Group, una empresa que ha trabajado en varias campañas mediáticas islamofóbicas, fue subcontratado por Qorvis, otra empresa, para llevar a docenas de veteranos militares de Estados Unidos a Capitol Hill para hablar contra la JASTA. La ley fue aprobada, superando un intento de veto por parte del presidente Barack Obama.
Para la visita de MBS a Londres, realizada en marzo, las vallas publicitarias y los anuncios de página completa en los diarios estuvieron acompañados por un intento más discreto de adquirir influencia. La Oficina de Periodismo de investigación, una organización independiente sin fines de lucro, reveló que Consulum, una de las empresas del reino en Londres, contaba con un diplomático británico de alto rango en funciones trabajando en la cuenta saudí, haciendo publicidad a favor del dictador con el dinero de los contribuyentes británicos. Y SCL Group, la empresa matriz de la desavenida Cambridge Analytica, había ayudado al equipo de MBS a identificar las secciones de la sociedad saudí con mayores probabilidades de levantarse en su contra.
De esta manera, la ofensiva de relaciones públicas ha aumentado, mientras las condiciones en el país se vuelven más represivas. Docenas de disidentes y manifestantes a favor del derecho a conducir permanecen en prisión, y una de las más prominentes, Loujain al-Hathloul, se unió a ellas en mayo. Las mujeres saudíes siguen sin poder viajar sin el permiso de un guardián masculino, y los padres o hermanos pueden utilizar su privilegio como guardianes para separar por la fuerza a sus hijas o hermanas de sus maridos. Ali al-Ahmed, exiliado saudí y director del Instituto de Asuntos del Golfo en Washington D.C., señala que las mujeres saudíes han sido reducidas a la esclavitud por la monarquía absoluta.
Y también está Yemen. En 2015, cuando era ministro de defensa, MBS se convirtió en lo que el Instituto Brookings denominó “el rostro de la guerra de Yemen”. Arabia Saudí encabezó una coalición que realizó una enorme campaña aérea contra los rebeldes houthi del país, a quien Riad considera como representantes de Irán. La guerra en Yemen ha costado varios miles de vidas civiles, ha provocado que más de un millón de personas contraigan cólera y ha puesto a 18 millones de personas al borde de la inanición. Y a pesar de crear la catástrofe humanitaria provocada por el hombre más grande del mundo contemporáneo, los saudíes no han logrado imponer su voluntad en el campo de batalla.
De acuerdo con una investigación de Associated Press, los saudíes y los EAU también establecieron un acuerdo secreto con combatientes de Al-Qaeda en Yemen, permitiéndoles que se retiraran con armas, equipo y un botín de casi 100 millones de dólares en efectivo. Muchos de esos combatientes fueron reclutados directamente por las fuerzas de la coalición saudí, en un acuerdo que fortaleció a la rama más peligrosa de la red extremista que llevó a cabo los ataques del 9/11. Funcionarios estadounidenses calculan que el número de combatientes de Al-Qaeda en Yemen asciende a 8,000 miembros y contando. (La sociedad con Al-Qaeda mantiene una escalofriante semejanza con la alianza entre los saudíes y los mujahedeen de Afganistán en la década de 1980, que dio origen a Al-Qaeda). La catastrófica guerra (y los rumores de oscuros acuerdos de armas) han hecho que hasta los aliados más incondicionales de los saudíes se muestren intranquilos. El Parlamento Europeo votó en 2016 a favor de un embargo de armas en toda la Unión Europea contra Arabia Saudí; Noruega también ha suspendido la venta de armas a los Emiratos.
Incluso el apoyo de Washington se tambalea. En marzo pasado, un esfuerzo bipartidista encabezado por el senador Bernie Sanders logró que 44 de 100 senadores estadounidenses votaran a favor de poner fin de inmediato al apoyo estadounidense al esfuerzo de guerra saudí. Han prometido intentarlo de nuevo.
Desde luego, este no es el tipo de publicidad que MBS está buscando. Nada perjudica más una ofensiva de encanto principesco que las imágenes de niños yemeníes muertos por un misil estadounidense disparado por un avión de la coalición saudí.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek