Las redadas migratorias impulsadas por la administración de Donald Trump están dejando un impacto devastador en el distrito de la moda de Los Ángeles, uno de los epicentros comerciales más vibrantes de la ciudad y tradicionalmente impulsado por manos latinas, muchas de ellas indocumentadas.
Nayomie Mendoza, propietaria del restaurante Cuernavaca’s Grill, resume la situación en una frase que se repite entre comerciantes locales:
“Nuestras ventas cayeron 80%. Lo que nos salva es el envío a domicilio”.
El emblemático distrito, conocido por sus miles de tiendas de ropa y accesorios, luce desolado incluso en pleno verano, cuando usualmente los turistas abarrotan las calles californianas. Las redadas de inmigración han convertido las aceras del barrio en zonas de temor y vigilancia constante.
MIEDO EN LAS CALLES, VENTAS DESPLOMADAS
Las operaciones de inmigración han tenido un efecto dominó en la zona: comercios cerrando temprano, despidos masivos, ventas por el suelo y calles vacías. “Esto es probablemente peor que la pandemia”, afirma Mendoza, quien ahora cierra su restaurante a las 3 de la tarde, cuando antes atendía hasta la noche.
Manuel Suárez, con 35 años vendiendo juguetes en la zona, coincide: “Ahorita está completamente en crisis. En la pandemia había ventas. Ahora, ni eso”.
UNA CIUDAD SANTUARIO BAJO FUEGO
Los Ángeles fue declarada ciudad santuario por sus autoridades, lo que significa que se opone a cooperar activamente con las políticas de deportación de inmigrantes del gobierno federal. Pero eso no ha detenido la embestida de la administración Trump.
“Vamos a ir a todos lados, a la hora que queramos, en Los Ángeles”, dijo Gregory Bovino, oficial de la Patrulla Fronteriza.
Durante su participación en entrevista con Fox News el funcionario no ha dejado lugar a dudas respecto a la permanencia de las redadas y como esta es parte de una estrategia social sostenida.
En una ciudad donde al menos un tercio de la población es extranjera, la comunidad inmigrante —documentada e indocumentada— vive con temor constante. Y ese miedo ha paralizado la actividad comercial.
VIGILANCIA CIUDADANA Y WALKIE-TALKIES
Comerciantes como José Yern, administrador de Anita’s Bridal Boutique, explican que los clientes que aún se atreven a visitar el barrio lo hacen con rapidez: “Vienen, compran y se van. Nadie quiere arriesgarse”.
El temor ha llevado a la comunidad a organizar redes de alerta improvisadas: walkie-talkies, observadores en los techos y avisos verbales como “¡La migra!” ante cualquier sirena o helicóptero. Un ambiente de tensión que recuerda más a una zona en estado de sitio que a un barrio comercial.
UNA PERSECUCIÓN QUE AFECTA A TODOS
Para Mendoza, la situación no solo afecta a quienes no tienen documentos: “Las operaciones no solo golpean a extranjeros, sino a industrias enteras. Esto pasa justo cuando intentábamos recuperarnos de los incendios de enero”.
Con el endurecimiento de las políticas migratorias bajo el gobierno de Trump y el aumento de redadas en zonas urbanas densamente pobladas por latinos, los comerciantes ven cómo una política pensada para atacar la migración irregular se convierte en un arma que hiere a toda la economía local.
“Es lamentable que el gobierno no entienda que cuando nos ataca, perdemos todos”, señala un vendedor anónimo. Y sentencia: “Aquí lo que va a pasar es que vamos a estar jugando al gato y al ratón. A ver quién se cansa primero”. N
(Con información de AFP)