Hace unos días tuve la oportunidad de escuchar al escritor e historiador israelí Yuval Noah Harari quien escribiera el libro “21 Lecciones para el Siglo XXI” en una interesante conferencia que me dejó profundas lecciones para análisis y reflexión. A continuación trataré de usar algunos de sus conceptos combinados con lo que he desarrollado en los últimos años.
Particularmente estoy convencido de que la innovación y la disrupción son herramientas fundamentales que ha usado la humanidad para su desarrollo y evolución, pero el gran reto que tenemos los seres humanos es determinar hasta cuando debemos impulsar ese desarrollo y con que velocidad debemos hacerlo.
Los seres humanos somos los animales más poderosos del planeta. Si queremos, podemos destruir el hábitat de cualquier otro animal, y ellos no podrán hacer absolutamente nada para evitarlo. Si deseamos destruir los mares, ni los tiburones, ni las ballenas podrán resolver este problema causado por nosotros.
El gran problema con nuestro poder es que no tenemos límites; pareciera que nada nos satisface. Si tenemos 1 MDD, queremos 2MDD. Si somos gobernantes, normalmente queremos perpetuarnos en ese poder, muchas veces con alguna buena intención, pero la mayoría de las veces con deseos personales. Esa es la razón de que siempre causemos tanto caos en el mundo. No sabemos cuándo parar, y, peor aún, no ponemos freno, pero la constante es que la mayoría de las acciones no generan un bienestar global. Y aún siendo los animales más poderosos del planeta no significa que estemos más felices, pues ser feliz depende de estar satisfecho con lo que tenemos y eso es complicadísimo. Cada día las enfermedades de la mente nos llevan a callejones sin salida que afectan nuestra existencia. En definitiva, pareciera que somos más fuertes y desarrollados, pero cada día más infelices y “hambrientos” de más y más poder.
En medio de un panorama complejo, estamos inmersos en la era de la 4ª Revolución Industrial, donde la programación, los algoritmos y la inteligencia artificial (IA), ponen en tela de juicio nuestra manera de vivir.
Hoy, la IA nos presenta retos interesantes de desarrollo, pero también de preocupación.
Hoy esta tecnología es capaz de decidir por nosotros. Hemos llegado incluso a confiar más en los algoritmos que en nuestro propio análisis y esto es completamente complejo para nuestro pensamiento crítico. Un ejemplo son las redes sociales que cada día aprenden más y más de nosotros, sobre gustos, preferencias, momentos del día, actividades que hacemos, y en base a ello, los algoritmos nos sugieren que hacer, que comprar, que comer, como divertirnos y quien nos debería gobernar, por poner un ejemplo. La capacidad de decisión fue hasta ahora nuestra mayor herramienta para enfrentar la vida, pues en base a nuestra experiencia, y a la de la colectividad, tomábamos decisiones sobre diferentes temas de nuestra existencia. Hoy esto está cambiando radicalmente en la era de la IA. Para poner un ejemplo, cuando nos queríamos casar con una pareja, nuestro entorno y nosotros mismos decidíamos sobre ello en base a la intuición y al conocimiento que el colectivo tuviera sobre esta persona, pero ahora quizás (en poco tiempo), dejaremos esta decisión a Google, o a una empresa similar pues estas tendrán tanta información de la salud de la posible pareja, gustos, hábitos, perfiles, preferencias, etc., etc. que seguramente nos darán con “seguridad” y muchos más datos, la respuesta sobre quien debe casarse con nosotros. El que los seres humanos perdamos nuestra capacidad de decidir en base a nosotros mismos, es algo interesante y quizás complejo, y lo iremos viendo cada vez más como humanidad en los próximos años; la IA pudiera afectar nuestro libre albedrio y así esteramos confiando más en ella que en nuestros sentimientos.
Ante este panorama interesante y a la vez complejo, seguramente llegaremos a la disyuntiva sobre nuestro enorme poder, el que nos da la fuerza para acabar con otras especies, pero también nos lleva a correr el riesgo de acabar con nosotros mismos.
Ojalá la sostenibilidad sea esa nueva manera de enfrentar nuestra realidad por medio de entender que acumular y acumular sin sentido no nos lleva a la felicidad, sino que más bien el desarrollo de la economía, el mejoramiento de la sociedad y el cuidado de medio ambiente pudiera ser la base ideológica para construir un planeta mejor donde todos tengamos mejores posibilidades de desarrollo, y para ello la tecnología encaminada en este sentido sería fundamental para construir un mundo mejor.
Al final la premisa basada en la sostenibilidad, y entendiendo que la tecnología deberá ser controlada por nosotros y no ella a nosotros quizás sea el límite que tendremos como humanos.