Nidia se convirtió en un colibrí en la piel de su hermana Ana. “Recuerdo que siempre llegaba chiflando, riéndose, buscando a mis hijos, porque le gustaba mucho jugar con ellos”, relata, mientras se frota las manos sobre su bata de estilista. Ana Adame lleva varios tatuajes en sus brazos: en el derecho, el nombre de su padre y el de una bebé que perdió. En el otro brazo, lleva el símbolo de su hermana, junto a su fecha de defunción.
Ella vive en un edificio al final de una callejón, en el municipio de Pabellón de Arteaga, en el estado de Aguascalientes. Ahí, varias familias comparten cuartos y un solo baño. En un espacio común, subiendo las escaleras, coloca todos los días un mueble de madera, un espejo y una silla. Pone, muy ordenadamente, peines, rasuradoras y espuma para afeitar. Tiene un mes acudiendo todos los sábados a un taller de barber-shop. Pero ya atiende a hombres y niños, por 50 pesos el corte.
“Conmigo viven seis niños. Son tres míos. Cuatro de mi hermana, pero una ya tiene a su bebé y vive con su pareja”, relata, mientras nos cuenta que hace un mes hubo un recorte en la textilera donde laboraba, por lo que se quedó sin empleo. Pese a que su pareja, que trabaja como ayudante de albañil, la apoya económicamente, un solo salario no basta para sostener a 8 personas.
Los hijos de Nidia tienen entre 9 y 16 años, y todos pasaron al cuidado de su tía Ana. Ninguno de ellos fue atendido psicológicamente, pese a que presenciaron el asesinato de su madre. Vieron como Luis Antonio la bañaba en combustible y le prendía fuego. Tampoco les otorgaron apoyos o pensiones. Por el contrario, la fiscalía está presionando a Ana para que despida a su abogada.
Ella asegura que sus sobrinos siguen vivos gracias a un último esfuerzo de su madre: ella intuye que se lanzó contra su agresor mientras se estaba quemando, para que las llamas también lo alcanzarán a él. Porque, cuenta Ana, Luis Enrique buscaba agredir a los menores.
“Yo estaba en mi rutina, haciendo de cenar. Me marca mi hermana, y me dice, oye, ¿puedes ir al hospital?. Dije, ¿por qué? ¿Qué pasó? Y me dice: este desgraciado, quemó a Nidia” relata. “Yo sentí que se me bajaba la sangre. Como pude me fui al hospital. En el área de trabajo social estaban mis sobrinos. El cirujano salió, y me dijo que estaba muy grave, que necesitaba autorización para entubarla. Ahí empezó la pesadilla.” narra Ana.
Nidia falleció horas después. La causa de muerte oficial, según la fiscalía: quemaduras de primer y segundo grado en el 45% de la superficie corporal. A partir de ahí, los vaivenes entre la familia y la fiscalía fueron la nueva realidad. Los 4 hijos de Nidia dejaron de asistir a la escuela y se mudaron con su tía.
“Ni siquiera uno puede vivir su dolor. Venía la fiscalía, nos traían de arriba a abajo. Ni siquiera podíamos velar a mi hermana como era. Es un episodio muy traumante. Luego, pasé a tener 8 niños. No tenía tiempo de llorar” afirma, sentada en su silla de trabajo, al mismo tiempo que llora sin la presencia de los niños, que están con su abuela.
Cuando Ana contaba con trabajo formal, acudía en su motocicleta todos los días al municipio de Rincón de Romos. Con su liquidación, se compró una rasuradora, espumas y peines. Y pagó sus primeras clases para convertirse en barbera.
“Tengo familia, pero con los niños son muchísimos gastos. Se enferma uno, o el otro ocupa zapatos. Yo no me quejo nunca ni de mis hijos ni de mis sobrinos. Yo siempre digo: es lo único que me dejó mi hermana. Yo hago todo lo que puedo por ellos”, señala.
Ana guarda una banderita con las letras “Barber-shop” en la misma habitación. Dice que aún no la coloca en la entrada del callejón donde vive, porque se lo roban. También asegura que Pabellón de Arteaga ya no es lo que era. Y los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública evidencian como los homicidios se duplicaron en este municipio de un año a otro, mientras los robos no lograron disminuir.
Además, durante los dos años pasados, hasta 8 feminicidios (reconocidos por la fiscalía) se acumularon tan solo en este municipio.
Aguascalientes, durante el 2023, se mantuvo entre los tres primeros lugares a nivel nacional con mayor tasa de llamadas a emergencias por violencia familiar. Y, durante enero, acumuló más de 15 mil llamadas por esta causa. Este estado, cuya población apenas supera el millón y medio de habitantes, reúne más registros telefónicos en este tema que Chihuahua, el Estado de México o Zacatecas.
El caso de Nidia refleja el alcance que la violencia en los hogares puede alcanzar de no ser atendida. En los programas estatales, los funcionarios y funcionarias le insisten a las mujeres que denuncien. Pero Nidia lo hizo, y fue asesinada frente a su familia.
“Lo que pasó fue culpa de ellos. Ella metió su demanda a tiempo para que no pasara esto, y no le hicieron caso. Traía collarín, le quebró la nariz. Fiscalía le dijo que no procedía, que los daños que tenía no ponían en riesgo su vida” narra su hermana. “La hizo que tomara gasolina, y ni así”, señala.
Desde la muerte de Nidia, ninguna dependencia se ha acercado a brindar apoyo a su hermana o a los niños. Ni económico, ni legal, ni psicológico. Pero, lo que sí es palpable, es la presión para que no se denuncie al ministerio público que debía levantar las medidas de protección para Nidia.
Marisa Rugarcía, asesora jurídica de la familia, confirmó a este medio que la fiscalía ha pedido su revocación como representante legal, a cambio de acceder al fondo para víctimas. La autoridad que omitió proteger a Nidia ahora condiciona a la familia el acceso a apoyos. Buscan que sea un defensor público del gobierno el que lleve el caso.
Y es que al menos se están conformando tres carpetas de investigación: la primera, a raíz de una denuncia impuesta por la propia Nidia en agosto de 2023. Luis Antonio la golpeó salvajemente, le rompió la nariz e intentó estrangularla, llevándola a la inconsciencia. En vez de catalogar el delito como un intento de feminicidio, la fiscalía sólo la archivó como violencia de pareja. No se impuso ninguna medida de protección ni se intentó detener al agresor.
La segunda carpeta se da 87 días después. Inevitablemente, el feminicidio se consuma. El 7 de noviembre Nidia fallece por las quemaduras.
Y, según explica Marisa Rugarcía, actualmente se está en pláticas con la familia para proceder contra la propia fiscalía, por abuso de autoridad.
Porque, si la autoridad hubiera hecho su trabajo, Nidia seguiría viva.
Luis Antonio ahora está en el Cereso, a espera de que se resuelva su situación jurídica. En el Hospital Hidalgo, el mismo en el que falleció Nidia, le fueron atendidas sus lesiones, después de que intentara esconderse en casa de un familiar. Al empeorar las quemaduras (que médicos atribuyen al hecho de que él mismo, sin querer, se había manchado de gasolina) a la familia no le quedó de otra más que solicitar ayuda, delatando así el escondite del agresor.
“Se llenan la boca diciendo: no se queden calladas, denuncien. Al final, no hacen nada. No queremos recibir migajas. Ellos (la fiscalía), le quitaron la mamá a los niños” señala Ana, mientras aguarda a que sus sobrinos vuelvan a casa. Por la noche, como siempre, recoge sus cosas, esperando que en los próximos días lleguen, cada vez, más clientes a la barber-shop.