El 6 de octubre de 1973, fuerzas árabes combinadas lanzaron un ataque sorpresa contra Israel y conmocionaron a las agencias de inteligencia israelíes y al mundo entero. Tras días de combates, el entonces secretario de Estado estadounidense, Henry Kissinger, negoció un acuerdo de retirada entre Egipto e Israel, proceso que culminó con el Acuerdo de Paz de Camp David en 1979. Cincuenta años y un día después, Hamás lanzó un ataque masivo por sorpresa contra Israel —gobernado por Benjamín Netanyahu— desde Gaza y ha creado una nueva realidad para Oriente Medio.
Hezbolá, en Líbano y Cisjordania, permanece en silencio en el momento de escribir estas líneas, pero sus dedos en el gatillo, así como los de sus patrocinadores iraníes, deben de estar ansiosos por unirse a la lucha.
A Hamás lo financian y apoyan Irán y Rusia. Irán busca la destrucción del Estado judío como componente principal de su política exterior. Hace 50 años, el ataque condujo a una especie de paz. La realidad de hoy es muy diferente.
Israel es un país profundamente dividido, con más de 50 por ciento de la población en contra del primer ministro, Benjamín Netanyahu, y su gobierno. Si bien los israelíes se unen en este momento de crisis, es probable que Netanyahu sea culpado por el gran fallo de inteligencia que condujo a este conflicto.
El gobierno de Netanyahu en Israel es de derecha y nacionalista, pero como cualquier gobierno que sufre un ataque de este tipo, la cabeza fría no prevaleció e invadió Gaza. La venganza está en la mente de la mayoría de los israelíes y de los judíos de la diáspora, y esta presión es difícil de contener.
LA INTELIGENCIA DE NETANYAHU EN ISRAEL NO FUE TAN INTELIGENTE
Estados Unidos está dividido entre aquellos que buscan una invasión israelí para apelar a su electorado y aquellos que apoyan a los palestinos y odian a Israel. A diferencia de 1973, cuando los enemigos de Israel tenían un líder en Anwar Sadat que buscaba negociaciones pacíficas, parece que hoy en día no hay ninguno. Hamás busca la destrucción total de Israel. Lo mismo quieren sus aliados terroristas de Hezbolá e Irán.
Por consiguiente, tras la invasión de Gaza a Israel, le resultará difícil retirarse. Israel puede matar a los líderes de Hamás y destruir su infraestructura, aunque esto supondrá luchar casa por casa contra un enemigo acostumbrado a las tácticas de golpear y huir. En muchos casos, las fuerzas militares tradicionales han tenido dificultades para luchar contra fuerzas terroristas y enfrentarse a la opinión pública mundial cuando aumentan las víctimas civiles.
La realidad es que, a diferencia de 1973, no hay nadie con quien Israel pueda negociar. Al gobierno de Netanyahu se le percibe como débil y libra sus batallas internas con la oposición israelí.
Sus tan cacareados servicios de inteligencia se enfrentarán entre sí en un enorme juego de acusaciones. Dicho esto, nada une más que ser atacado. Pero será difícil mantener esa unidad nacional cuando empiece el intercambio de culpas.
En 1973 ocurrió una guerra tradicional entre ejércitos. Hoy, esta guerra se libra en la televisión y en las redes sociales, con israelíes que presencian cómo hermanos y hermanas civiles son secuestrados y tomados como rehenes en Gaza, y cómo otros civiles israelíes son asesinados a sangre fría. Hezbolá se ha apoderado de asentamientos enteros, y el terror y el asesinato llegan a los hogares israelíes.
¿Y SI IRÁN SE SUMA A LA LUCHA?
No será fácil aplacar su ira, y en Israel habrá pocos que conserven la calma. Los israelíes se preguntarán si existe alguna posibilidad de paz. Los partidarios de la línea dura eliminarán definitivamente la solución de los dos Estados del léxico diplomático israelí. Los aliados de Israel se verán en apuros para frenar la ira y la opinión pública israelíes.
Irán bien podría envalentonarse y subir la apuesta proporcionando apoyo militar iraní desde la Siria ocupada y abriendo otro frente más. Israel puede encontrarse luchando en tres frentes y en su propia patria. ¿Están las Fuerzas de Defensa israelíes a la altura? ¿Podrá sobrevivir el gobierno de Netanyahu?
La nueva realidad del Medio Oriente es algo que pocos esperaban que sucediera tan pronto y con tal fuerza. Los desafíos son enormes y la posibilidad de una solución beneficiosa es imposible dada la meta declarada de Hamás y Hezbolá de destruir el Estado judío.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se ha manifestado firmemente a favor de Israel y ha advertido a Irán y a otros países de que no busquen ventajas.
Pero, ¿puede Estados Unidos influir en el cese de la violencia dado que la administración Biden puso los asuntos palestino-israelíes en un segundo plano y prácticamente ha ignorado la situación a favor de un acercamiento entre Israel y Arabia Saudita para formar frente común contra Irán? ¿Sigue teniendo Estados Unidos la voluntad y la influencia mundial para llevar la voz cantante como en los años 1970?
Nos estamos desplazando hacia lo desconocido, donde lo único que sabemos es que no sabemos nada. Y ese es un lugar muy peligroso. N
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Eduardo del Buey es diplomático, internacionalista, catedrático y experto en comunicaciones internacionales. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.