Estimados lectores:
Me honra la invitación hecha por los directivos de este prestigiado medio de comunicación para publicar esta columna, con el objetivo de poder continuar mi diálogo con Baja California, entidad del país que me es profundamente significativa.
La construcción de una identidad nacional está en desarrollo continuo, así que será una aventura compartirles algunas experiencias que me han llevado a la revaloración de lo local, en aquellos puntos de la República Mexicana cuya rica y variada geografía han estimulado mi memoria.
En esta primera entrega vayamos a Michoacán. Aunque se piense “qué lejos queda…” y se escuche en las noticias de peligros y amenazas, rompamos el cerco físico y mental y visitemos la tierra que dio origen a la danza de “Los viejitos”.
A escasos 108 kilómetros de la hermosa y señorial capital de Morelia se localiza Uruapan. Nada más poner pie en esta tierra se devela la enorme riqueza que atrapa los sentidos: qué paisajes deslumbrantes con el volcán Paricutín de telón de fondo; la gastronomía es un regalo al paladar; desfilan deshilados y rebozos; en plazas y mercados cuelgan coloridos vestidos y atuendos de la región; proliferan los concursos de artesanías y las fiestas patronales inundan el calendario (es imperdible el Domingo de Ramos). ¡Ay! Uruapan, créanme, es infinito.
Parada obligada para recargar energía y relajar el cuerpo: el Parque Nacional Barranca del Cupatitzio, decretado así en 1938 por el presidente Lázaro Cárdenas. Justo en el centro de la ciudad nos recibe con sus imponentes fuentes y caudalosas cascadas que irrumpen entre frondas y arboles milenarios. El aroma de las flores, la brisa del agua y el repentino arcoíris pareciese sumergirnos en un clásico paisaje del pintor campechano Joaquín Clausell. Por ningún motivo se pierdan esta experiencia, pasarán horas de ensueño y gratas sorpresas recorriendo los senderos de un paraíso que creíamos perdido.
El segundo sitio que quiero mencionar es la emblemática Fábrica de Hilados y Tejidos de San Pedro, hoy sede de la Fundación Javier Marín, ubicada en la ribera del río Cupatitzio.
El inmueble, único en su tipo, recuerda las legendarias fábricas del siglo XIX que tantas veces hemos visto en películas y documentales. El reconocido artista, Javier Marín, y un equipo talentoso de curadores e investigadores han convertido el sitio en un espacio cultural de gran calado que, en los últimos seis años, se ha convertido en una plataforma de profesionalización y discusión alrededor de las artes en México, así como en un espacio para el desarrollo de proyectos culturales. La fundación, a través de la impartición de talleres, recupera la memoria y tradición de la riqueza artesanal que producen las comunidades circunvecinas. El programa cultural comprende exposiciones, conferencias y visitas guiadas. La tienda ofrece toda clase de tejidos y prendas de diseño. Una linda cafetería es el remate perfecto para finalizar la visita a este lugar único. Admirable esfuerzo en un enclave impensable en otros tiempos. ¡A disfrutar! N
Carmen Gaitán
Lic. en Historia del Arte. Gestora y promotora cultural.