“No existe el color, el negro es mi duelo. Mis ojos tapados en una celda blanca; no hay voluntad. Los tranquilizantes son el péndulo de mi mente. Aquí estoy encerrado”. En un breve poema, Darío Galicia dejó plasmada su aflicción luego de ser sometido por sus padres —según el escritor Roberto Bolaño— a una lobotomía para “curarlo” de la homosexualidad que lo llevó al olvido. Hoy, la historia del poeta y traductor mexicano, cercano al movimiento infrarrealista, está inmortalizada en el libro Por desobedecer a sus padres, de Ana Clavel.
Con una personalidad extravagante y un ingenio parecido al de Óscar Wilde, Rubén Darío Galicia Piñón era un gran admirador de Lewis Carroll —autor de Alicia en el país de las maravillas—. Era tanta su fascinación por el escritor británico que incluso firmaba como Darío G. Alicia. Pero su realidad distaba mucho de aquel mundo fantástico en donde una niña cae por un agujero y encuentra un mundo peculiar y seductor.
A diferencia de este personaje, Darío terminó en condiciones lamentables; encerrado en una unidad habitacional de San Andrés Tetepilco, en Iztapalapa, y con evidencia de necesitar atención médica. Para retratar al cuentista, Ana Clavel fue al pasado y juntó artículos periodísticos, fotos, expedientes y diversas versiones en torno al poeta, quien un día desapareció sin dejar rastro.
UN HOMBRE REBELDE QUE SE ASUME COMO HOMOSEXUAL
“Aunque tiene una parte de investigación, documentación y crónica, en realidad es una novela con territorios de ficción y realidad. Es una apuesta literaria en torno a un personaje que tiene como leyenda oscura una supuesta lobotomía, luego una versión de aneurismas. También se retoma al hombre rebelde que se asume como homosexual en la década de 1970”, comenta Clavel en entrevista con Newsweek en Español. La escritora conoció al poeta en los años 80, durante su estancia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
—¿Cuál fue tu impresión después de esta presunta lobotomía? —le preguntamos.
—Cuando yo estaba cursando la carrera de Letras Hispánicas, uno lo veía con paso lento, un andar errático, con sus lentes de topo, un overol limpio y planchado y su hablar lerdo. No obstante, eso inspiraba mucha ternura. No lo conocí previamente con todos los donaires, que la gente decía, era dueño: delgado, afeminado y amanerado. A mí me tocó verlo como un personaje dañado neurológicamente.
Autor de los libros Historias cinematográficas (1987) y La ciencia de la tristeza (1994), Darío G. Alicia fue parte del poema “La visita del convaleciente”, de Roberto Bolaño, en donde se mitificó la lobotomía, operación quirúrgica realizada en el sistema nervioso con el fin de tratar enfermedades mentales.
OBRA PERDIDA
“Pero nosotros tenemos 22 o 23 años y el infinito no nos asusta. / A Darío Galicia le han trepanado el cerebro, ¡dos veces!, / y uno de los aneurismas se le reventó en medio del sueño. / Los amigos dicen que ha perdido la memoria. / Así, pues, Mario y yo nos abrimos paso entre películas mexicanas de los cuarenta / y llegamos hasta sus manos flacas que reposan sobre las rodillas en un gesto de plácida espera. / Es 1976 y es México y los amigos dicen que Darío lo ha olvidado todo, incluso su propia homosexualidad”, dice un fragmento de aquella composición literaria.
No fue sino hasta el año 2000 que aparecieron textos suyos en diversos suplementos y revistas como Punto de Partida, Plural, Diálogos y El Búho. Sin embargo, un día se dejó de tener noticias sobre el amante de Carroll.
—Ana, ¿antes de tener ese primer acercamiento con Galicia ya habías leído algo de él?
—No leí poemas de Darío hasta mucho después, cuando ya lo andaba buscando, como poeta no lo conocía. Tenía fama de autor inframaldito por toda la leyenda, pero no se conseguían sus poemas. Pasa mucho en la facultad, uno lee La celestina, el siglo de oro o novelas de la Revolución, pero no a autores contemporáneos. Cuando empecé la búsqueda salió que había ganado los premios de la revista Punto de Partida.
EN LA MISERIA Y ABANDONO DARÍO GALICIA
Hace tres años, Ana Clavel, Luis Antonio —poeta y amigo de Darío desde los años 70— y Mario Raúl Guzmán —editor de la revista La Zorra vuelve al Gallinero— encontraron al poeta en condiciones deplorables. Había pasado, quizá, los últimos 1,095 días en situación de calle, pobreza y con mala salud. En diciembre de 2019 falleció a los 66 años entre la desmemoria colectiva de lo que algún día fue: un íntimo escritor salvaje.
“Una avasalladora tristeza de miseria y abandono. Se veía más viejo de lo que podías imaginar para un hombre de 65 años que apenas iba a cumplir 66 cuando lo encontramos, en abril del 2019. Lo llevamos a bañar y comer. Toda una labor de rescate, cuenta Clavel.
“Hicimos un llamado para que la gente cooperara y nos pusimos en contacto con las autoridades. No se pudo concretar una ayuda más sostenida, al grado de que me llegué a bloquear para la escritura de la novela”, lamenta.
Con más de 240 páginas, la novela Por desobedecer a sus padres representa un homenaje aunado a un juego con el lenguaje. A lo largo de la obra aparece como Darío G. Alicia, pero también como Ernesto San Epifanio, nombre otorgado por Bolaño.
Recientemente, Por desobedecer a sus padres estuvo en la Feria Internacional del Libro (FIL) Los Mochis 2022, el evento literario más grande del noroeste, realizado del 4 al 11 de diciembre. N