Al igual que muchas otras especies animales, el ser humano ha recorrido el planeta desde tiempos inmemoriales buscando mejores condiciones de vida y nuevos espacios en los que asentarse. El de los migrantes es un fenómeno universal y natural, que puede rastrearse incluso hasta los desplazamientos que hicieron nuestros ancestros desde el continente africano.
Actualmente, la migración es un fenómeno global sumamente complejo, motivado por una gran variedad de causas. Entre los motivos más frecuentes se encuentran la búsqueda de trabajo o mejores condiciones de vida, la huida de la violencia, las crisis humanitarias, las catástrofes medioambientales, las guerras y conflictos sociales, así como el deseo de vivir en otros lugares.
Aunque todas estas causas son dignas y legítimas por igual, algunas merecen una atención y protección especial a quienes las viven. Este es el caso de los refugiados, una categoría especial en la cual entran las personas que huyen de su país ante un peligro mortal, y cuyas vidas se ven amenazadas en caso de regresar.
Los tratados internacionales garantizan que estas personas puedan obtener refugio en cualquier país, aunque esto no siempre se cumple.
En América existe un gran flujo migratorio que recorre el continente de sur a norte, y que tiene como destino final Estados Unidos y, en menor medida, Canadá. Muchas de estas personas, especialmente en Centroamérica, huyen de la violencia desatada por grupos criminales, que llegan a amenazar con asesinar a los adolescentes que no se sumen a sus filas.
VIOLACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS
Estas personas, al igual que los mexicanos que huyen de sus lugares de origen ante la llegada de los narcotraficantes, encajan perfectamente en la categoría de refugiados. Sin embargo, al llegar a las fronteras mexicanas y estadounidenses, frecuentemente son reprimidas, encarceladas como delincuentes y privadas de sus derechos.
Con el endurecimiento de las políticas migratorias en Estados Unidos, la Unión Europea y Australia en las últimas décadas, migrar a estos países se ha vuelto cada vez más difícil y costoso. Miles de personas, incluso niños y niñas, mueren cada año ahogadas en el mar, deshidratadas en los desiertos, asesinadas por las redes criminales que explotan las fronteras. Y muchos miles más son detenidas por las fuerzas de seguridad.
Sin embargo, no hay peligro que frene a quien necesita buscar un nuevo hogar para su familia. Por esto, los migrantes se ven forzados a recurrir a los traficantes de personas para cruzar las fronteras en condiciones de extremo peligro, pagando incluso miles de dólares por trayectos que cualquier turista haría en dos horas de avión por menos de 200 dólares.
Debido al enorme costo que implica migrar en estas condiciones, muchos migrantes llegan a su destino empobrecidos y en terribles condiciones. Esto alimenta entre la sociedad la idea de que los inmigrantes son personas pobres, sin recursos, profesión o conocimientos que puedan aportar a la sociedad en la que se tratan de integrar.
NO JUZGAR A QUIENES BUSCAN REFUGIO
La mayoría de nosotros, en circunstancias similares a las que enfrentan ellos, no dudaríamos en dejar nuestro hogar. Si los derechos humanos marcan el nivel mínimo de dignidad humana que todas las personas deben poder disfrutar, ¿cómo juzgar a quienes buscan establecerse en un entorno donde sí se respeten esos derechos para ellos y sus familias?
A pesar de esto, persiste el discurso de que cada quien debe resignarse ante condiciones de vida indignas y quedarse en el lugar donde reside. Este discurso criminaliza la migración, distinguiendo entre refugiados y “migrantes económicos”, poniendo el foco sobre un supuesto oportunismo de estos últimos para aprovecharse de las condiciones del país de llegada.
Este relato pasa por alto varias cuestiones importantes. Como el hecho de que la migración es un derecho humano, o las causas que están motivando a estas personas a dejar su hogar. Además, al incorporarse a una nueva sociedad, los inmigrantes también trabajan, producen y pagan impuestos. Es decir, participan de la economía y aportan lo mismo que cualquier otra persona.
A los migrantes los reciben con actitudes muy variables en función de distintos factores como su nivel de riqueza, su religión y el origen étnico. Veamos dos ejemplos actuales. Por un lado, los refugiados sirios, que llevan sufriendo una guerra civil 11 años. Millones de personas huyeron del país en condiciones infrahumanas. Se conocieron numerosos casos de atletas, empresarios o chefs que llegaban a Europa empobrecidos, para ser percibidos por la sociedad únicamente como pobres, extraños y potenciales delincuentes o terroristas.
SOLIDARIDAD PARA TODOS
Del otro lado, los refugiados ucranianos, víctimas de la invasión rusa desde hace tres meses, y que han recibido una cálida bienvenida y la solidaridad de la práctica totalidad del mundo occidental. Además, se ha observado cómo los refugiados y migrantes de otros países que residían en Ucrania, así como ucranianos gitanos, están enfrentando un fuerte rechazo en los países de acogida, cuestionándose que vengan de Ucrania o que merezcan la misma acogida que los ucranianos de piel y ojos claros.
La indignación y solidaridad que despertó en el mundo el éxodo ucraniano debería extenderse a todos los refugiados y migrantes del mundo, independientemente de su aspecto, religión o nacionalidad. México, país de origen, tránsito y destino para decenas de miles de personas cada año, también presenta dinámicas de discriminación hacia los migrantes en función del país de origen o los rasgos físicos.
Es urgente desterrar prejuicios y combatir los discursos que criminalicen la migración o que resten legitimidad a ciertos colectivos de migrantes. Recordemos que la condición de refugiado es un indicador de la especial vulnerabilidad de esa persona. Pero las personas que no encajan en la categoría de refugiados no están menos legitimadas para migrar.
COMPROMISO CON LOS DERECHOS DE LOS MIGRANTES
Necesitamos construir una sociedad fuerte, solidaria y que respete a los migrantes que llegan a nuestro país, de la misma forma que esperamos que traten a nuestros compatriotas en otros países.
El Museo Memoria y Tolerancia mantiene un firme compromiso con los derechos de los migrantes. Y ha abordado el drama migratorio en diversas exhibiciones y actividades.
Si quieres aprender más sobre derechos humanos, discriminación e inclusión social, no dudes en visitar este espacio cultural. Está en el corazón de la Ciudad de México. N
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Lucia Vázquez colabora en la Dirección Académica del Museo Memoria y Tolerancia. Es licenciada en comunicación social por la UAM y se centra en redes sociales y fotografía documental. Carlos Cubero es licenciado en humanidades y maestro en Gestión del Patrimonio Cultural y Museos por la Universidad de Barcelona. Es Gerente de Contenidos en el Museo Memoria y Tolerancia, donde investiga y desarrolla contenidos sobre derechos humanos, discriminación e inclusión social. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de los autores.