Ser mamá es un ejercicio complejo. Mientras persisten las visiones románticas que siguen ejerciendo una visión de la maternidad como un regalo divino y, por tanto, como una actividad que solo entrega felicidad, también existen visiones críticas sobre la maternidad desde distintos feminismos.
La naturalización del trabajo de la mamá esconde una verdad ineludible. Subsistimos gracias a los cuidados de crianza, desde nuestras necesidades más vitales hasta aquellas que han tenido un especial énfasis en quiénes somos y cómo queremos ser.
Criar a un bebé, infante o adolescente implica cocinar, limpiar, cuidar de sus enfermedades, la carga mental de la gestión de las múltiples actividades para su desarrollo. Y también participar en su educación formal y completarla en casa, entre otras actividades.
La crianza significa estar el 100 por ciento del tiempo disponible para quien se cuida. O al menos así funciona para la mamá, quien no tiene una red de apoyo para criar a sus infantes.
Todas estas actividades de cuidado exigen poner el cuerpo y realizar esfuerzo físico. También, una fatiga mental al tener que gestionar las actividades. Y, por supuesto, un compromiso afectivo en el que se exige a la mamá que, a pesar del cansancio, ejerza todas las actividades desde el amor y la dulzura.
Si las actividades de crianza implican esfuerzo físico, emocional y mental, entonces ¿por qué son gratuitas?
¿POR QUÉ EL TRABAJO DE CUIDADOS ES GRATUITO?
Desde diversos feminismos se ha explorado la razón por la que los cuidados no son remunerados. La filósofa feminista y marxista Silvia Federici, en su libro Calibán y la bruja (2004) hace una crítica a Marx al enunciar que se olvidó de que el capitalismo no solo se ha sostenido del trabajo asalariado.
La autora agrega que la acumulación originaria, es decir, lo que les permitió a las regiones convertirse en potencias, devino principalmente de la colonización al extraer los recursos y el trabajo a partir de la esclavización, y de la labor gratuita de las mujeres.
Federici menciona el trabajo de las mujeres para sostener las funciones vitales y afectivas se idealizó como responsabilidad femenina y como actividades por amor.
Es decir, no es que las mujeres sean naturalmente aptas para los trabajos de cuidado. Sino que la división sexual del trabajo introdujo dicha idea para que la mitad de la población no cobrara por su trabajo.
¿SU FUTURO ES LA MATERNIDAD?
Federici dice al respecto: “En la nueva organización del trabajo… pues una vez que las actividades de las mujeres fueron definidas como no-trabajo, el trabajo femenino se convirtió en un recurso natural, disponible para todos, no menos que el aire que respiramos o el agua que bebemos”.
Ante ello, a las mujeres se les ha inculcado desde pequeñas que su futuro es la maternidad. Y que la crianza de sus hijas e hijos es su deber más importante.
Por ello, la economía feminista plantea que los trabajos de cuidados son aquellas actividades necesarias para la realización cotidiana de las personas. Es decir, los trabajos de cuidados implican el sostenimiento de las necesidades vitales.
Y, al mismo tiempo, permiten la reproducción de la fuerza de trabajo que sostiene el sistema económico. Estos son mayoritariamente realizados por mujeres por cuestiones de roles de género y sexualización del trabajo.
La cuestión no es que la crianza no es un trabajo fundamental para la sobrevivencia y desarrollo humano, sino que el ejercicio de estas actividades es realizado de forma desigual.
¿QUIÉNES Y CÓMO SE REALIZAN LOS TRABAJOS DE CUIDADOS?
OXFAM internacional ha sido un crítico sobre la invisibilización del trabajo de cuidados. Según sus propios datos del año 2019, en el mundo las mujeres y las niñas realizan más de tres cuartas partes del trabajo de cuidados no remunerado. Dedican al trabajo de cuidados no remunerado 12,500 millones de horas diarias.
Si este trabajo se remunerase aplicando el salario mínimo, esto representaría una contribución a la economía global de al menos 10.8 billones de dólares anuales. Esta es una cifra que triplica el tamaño de la industria mundial de la tecnología.
En México, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT) 2019 del Inegi, las mujeres realizan el 55 por ciento del trabajo. Si bien representa un poco más de la mitad del trabajo en el país, la verdadera diferencia es cuánto de este trabajo es remunerado en comparación con los hombres.
MENOR REMUNERACIÓN POR EL TRABAJO
Según la misma encuesta, solo el 31 por ciento del trabajo de las mujeres mayores de 12 años fue remunerado, frente a un 67 por ciento no remunerado. Mientras, para los hombres el trabajo remunerado implica el 69 por ciento frente a un 28 por ciento de no remunerado.
Por ejemplo, las mujeres dedican alrededor de 13.8 horas a la semana en actividades de limpieza y preparación de alimentos. En tanto, los hombres solo lo hacen alrededor de 4.7 horas.
Según Data Cívica en el artículo “¿Qué pasa cuando te vuelves mamá? El trabajo bajo la maternidad”, de Alicia Franco y Sierra Wellls, publicado en Nexos el 8 de julio de 2021, “de cada diez horas dedicadas al trabajo del hogar en México, aproximadamente ocho son de las mujeres, de las cuales siete son de las madres.
“Como referencia, las madres representan solo 38 por ciento de la población mexicana, lo que significa que su carga de trabajo del hogar es casi el doble de lo que se esperaría si este trabajo estuviera distribuido igualmente entre la población”.
¿CÓMO SON LAS MADRES EN MÉXICO?
El Inegi ha presentado que las mujeres cada vez tienen menos hijos. En 1999, la tasa global de fecundidad era de 2.86, y en 2019 la tasa se redujo a 1.88 hijos en promedio por mujer.
En el censo de 2020 se registraron 5.4 millones de madres jefas de hogar sin cónyuge. Ellas representan también en 17.9 por ciento del total de hogares del país. La tasa de participación económica de las madres solteras es de 75.2 por ciento.
Mientras que el 27.9 por ciento de las madres solteras ocupadas en el mercado laboral tiene de 15 a 29 años, más de la mitad (50.4 por ciento) son de 30 a 49 años, y 21.7 por ciento tienen 50 o más años.
De acuerdo con la Enadid del Inegi del 2018, el 63.9 por ciento de las madres reporta haber tenido más hijas o hijos de los que deseaban. Entre las razones se encuentran: la no utilización de métodos anticonceptivos (34.5 por ciento), seguida de la falla del método anticonceptivo usado (23.8 por ciento) y, en tercer lugar, porque la pareja quería tener más hijas o hijos (18.9 por ciento).
Lo anterior dibuja que casi un 20 por ciento de estos nacimientos se debieron a presión emocional y social por parte de la pareja.
¿CÓMO MEJORAR LA DESIGUALDAD EN LOS TRABAJOS DE CRIANZA?
El panorama de la mamá para llegar a la igualdad en los trabajos de crianza y cuidado se ve lejano. De acuerdo con el informe de “Trabajo de cuidados y desigualdad” (2019) de OXFAM México, se creía que la mayor participación de las mujeres en actividades remuneradas implicaría un aumento en la participación de los hombres en el trabajo de cuidados. Pero esto no fue así.
En este mismo informe declaran que la forma de avanzar a nuevas maneras que disminuyan la desigualdad debe provenir de entender el cuidado de modos más amplios, así como la sociabilización de estos trabajos. Es decir, quitar la idea de que el cuidado es responsabilidad femenina, solo de la mamá, y cambiar a la concepción donde la sociedad en general tiene la obligación de proveerse a sí misma de los cuidados para su sobrevivencia.
Por ejemplo, fortalecer los sistemas de cuidado como guarderías y escuelas es fundamental para quitar carga de trabajo a mujeres. Sin embargo, la autora hace hincapié en que estos nuevos sistemas de cuidado deben hacerse desde los contextos específicos y entendiendo la heterogeneidad de condiciones. Ello bebido a que una homogeneización en los espacios de cuidado podría afectar los derechos culturales o identitarios de las diversas comunidades. N