“Yo creo que la ficción no existe, sino la imaginación”, manifiesta en entrevista el escritor mexicano Alberto Ruy Sánchez, a propósito de El expediente Anna Ajmátova, su más reciente novela.
ANA AJMÁTOVA, poeta rusa que padeció la tiranía estalinista, fue censurada, así como vigilada, por el régimen autoritario al considerarla peligrosa porque su escritura no se ceñía a la visión gubernamental del arte como medio para la exaltación de los valores estatales. La poeta rusa tomó su mundo interior como motivo literario y huyó de las fórmulas propagandísticas de la creación artística durante su época.
La primera de sus rebeldías fue contra el legado paterno al rechazar el apellido de su padre y adoptar el de su abuela como proclamación de su persistencia por la escritura, debido a que su padre le había prohibido escribir poesía porque sería una vergüenza para su familia.
La toma de su ancestralidad femenina parecería ser el comienzo de la resistencia contra el poder patriarcal que motivó la censura de su escritura por orden del mismo Iósif Stalin y que fuera vigilada por la policía del régimen, la KGB.
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A través de la narración de una de sus vigilantes, Vera Tamara Berdize, es como se reconstruye la vida de la poeta rusa en el nuevo libro de Alberto Ruy Sánchez, El expediente Anna Ajmátova (Alfaguara, 2021).
“Yo llevo muchos años trabajando temas sobre la relación de los escritores rusos y el poder”, cuenta Ruy Sánchez en entrevista con Newsweek México. “En varios ensayos que escribí, recopilados por ejemplo en el libro Con la literatura en el cuerpo (2008) y en Diálogos con mis fantasmas (1997), hablo de los escritores que me obsesionan, sueño con ellos y no dejo de investigarlos, entre ellos, está Anna Ajmátova”.
Esta nueva novela es contada por un personaje dado a conocer en su libro anterior, Los sueños de la serpiente (2017), Vera Tamara Berdize, a quien le dieron la orden de vigilar a la poeta ocultándose como su vecina: “Fascinada con Anna, Vera traiciona a sus jefes y es desterrada al Gulag, por lo que sigue escribiendo en hojas de cortezas de árbol que cabían en la palma de la mano. Entonces, este libro aparenta estar contado en estas pequeñas hojas, por eso cada capítulo de la obra tiene solo una hoja”.
El expediente Anna Ajmátova puede verse como un manifiesto por la defensa de la libertad creativa y el rechazo a lo que Walter Benjamin llamó la “estetización de la política”, que refería cuando las disciplinas artísticas y los discursos cumplían la función de idealizar los regímenes totalitarios.
“Uno de mis temas principales es cómo Anna busca estar en el mundo como poeta, tiene que desarrollar la voz propia que es fiel al fuego que ella lleva dentro”, interviene Ruy Sánchez. “Esta voz propia la encuentra mucho antes de la revolución soviética, se sabe que era una gran lectora en público, ahora le llamarías performancera. Anna era un éxito entra las más jóvenes, las quinceañeras, conmovía a mucha gente, entre ellas, a su vigilante, la narradora de esta novela. Ajmátova ha producido en mí esta fascinación por comprender cómo fue inventándose, lo que voy desarrollando a lo largo del libro”.
DEFENDER EL ESPACIO PROPIO DE PENSAMIENTO
El libro de Alberto Ruy Sánchez, nacido en la Ciudad de México en 1951, da cuenta de que la invención de la voz no solamente significa encontrar un estilo de escritura, sino que este proceso es resultado de afecciones, luchas y resistencias de la poeta en un ámbito de coerción.
Su resiliencia y persistencia por defender el espacio propio de pensamiento es la rebeldía mayor frente al autoritarismo que tiene como proyecto cultural la homogeneización de las producciones artísticas.
“El autoritarismo es como una enfermedad humana que se repite a lo largo de los siglos. Es una patología, no una ideología. Los políticos quieren ver a Ajmátova como una reaccionaria, lo reducen a una cuestión política. El tirano autoritario es un psicópata, lo más terrible es que esa enfermedad prende a sus seguidores y son capaces de linchar a quien piense con autonomía”, explica el autor.
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Al pasar las hojas del libro puede notarse que se esconde un ensayo sobre el autoritarismo a través de la literatura, visto como una pulsión que disciplina los cuerpos y controla voluntades justificándose en un programa político sostenido por un aparato propagandístico.
En el caso de la poeta rusa, el régimen estalinista no solo evitó que publicara, sino que le prohibió la escritura misma, encerró a su único hijo, asesinó a su primer esposo y la vigiló de manera constante. Para dar cuenta de esta gran mirada totalizadora, Stalin puso una escultura de sí mismo que daba a la ventana de la poeta. La mirada panóptica establecida en una escultura.
“No parto de la política, sino de las personas. A través de ellas puedes entender cómo se configura la política. Yo parto del análisis filosófico de Hanna Arendt, que explica la ‘banalidad del mal’ cuando la persona se niega a seguir reflexionando y se vuelve obediente de la línea superior, aunque haga mal a muchos. Luego se encuentran pretextos para justificarse. Parto de esta actitud humana de sojuzgar y de gente que acepta ser sojuzgada”, explica el escritor, cuya obra ha sido traducida al francés, el holandés, el portugués, el alemán, el serbio, el turco, el vietnamita y el árabe.
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A la luz de la distancia histórica parece ya natural aceptar el autoritarismo que se ejerció durante el régimen de Stalin. Sin embargo, la mirada hacia el pasado visibiliza estructuras de control que se repiten hasta nuestros días. ¿Quién controla las narrativas culturales en los espacios públicos? ¿Qué tipo de mundo a futuro se brinda como posibilidad?
Frente a ello, este libro es un manifiesto por el derecho a discernir. Alberto Ruy Sánchez explica: “Los instrumentos que nos dan la poesía y la creación literaria van más allá de la oscuridad que la rodea. Es decir, un creador hace islas de luz.
“Yo creo que la ficción no existe, sino la imaginación —concluye—. El creador siempre está presente, aunque el tirano lo quiera anular. Hay una presencia en todo momento de mostrar lo que ve y siente”. N