EL 3 de septiembre de 2017, Blanca dejó de investigar el paradero de su esposo tras 10 meses de dedicarse a su búsqueda en montes, ríos y canales.
“Ese día, después de buscar por tres horas, encontré a mi tesoro, mi esposo y di gracias al señor porque ese dolor tan grande también significaba que nuestra búsqueda había terminado. Después de encontrarlo, me llamaron cinco días después de la fiscalía y me confirmaron que los restos eran de mi esposo y al otro día me lo entregaron. El 10 de septiembre lo sepultamos”, narra Blanca Soto, originaria del Campo Esperanza, en El Fuerte, Sinaloa, en uno de los relatos que forman parte del libro No hay lugar en este país (Fundar, 2021), una obra de 13 autoras y autores, familiares de personas desaparecidas en México.
Con el acompañamiento de la organización defensora de derechos humanos Fundar, 13 familiares de víctimas de desaparición forzada se transforman en autores de sus propias historias.
“Los 13 relatos están habitados por la esperanza de quienes han aprendido a vivir y a caminar juntos, así como del amor inconmensurable de quien toma una pala para buscar y enterrar dignamente a las hijas y los hijos de este país herido”, explica el Centro de Análisis e Investigación Fundar.
No te pierdas: Desapariciones forzadas: un problema grave desde Siria hasta México y desde Sri Lanka hasta Gambia
En su relato, Blanca recuerda que cuando el sepulturero empezó a echar tierra sobre el ataúd de su esposo, le dijo: “‘Dame esa pala, si yo con una pala lo busqué por tanto tiempo, y hoy que ya sé dónde está y va a estar, seré yo quien lo entierre’. Y mis compañeras de búsqueda tomaron otras palas y entre todas enterramos a mi esposo porque una compañera me dijo: ‘tú no estás sola’ y luego llegó otra y me dijo: ‘tú ya estás cansada, yo voy a seguir, hazte a un lado’ y le di la herramienta. Yo no paraba de llorar. ‘Vete tranquilo viejo, voy a ocupar tu lugar, tus hijos y nietos estarán bien’. Descansa en paz”.
Ángel Ruiz, investigador del programa de derechos humanos de Fundar, comenta en entrevista para Newsweek México que generalmente cuando se habla de víctimas de desaparición forzada se hace desde la voz de un intermediario que realiza un documental o un libro.
“No son directamente las víctimas las que hablan de la problemática. En esta ocasión Fundar, que da acompañamiento a las víctimas de violaciones a derechos humanos, quisimos hacer un taller y entendimos que teníamos que guardar silencio y permitir hablar a las familias de las familias.
“Por ello creamos un espacio en donde la gente pudiera acceder a una beca y así escribir sin limitaciones de tiempo porque muchos de ellos tienen doble jornada laboral, además de las búsquedas. El único punto en común era que los participantes serían familiares de personas desaparecidas, sin embargo, nunca dijimos que tenían que escribir relatos sobre desaparición forzada, era cualquier tema de ficción o no ficción pero al final fueron quienes escribieron quienes encaminaron el libro hacia esa problemática”, comenta Ángel Ruiz. El resultado del libro fue la dinámica que desarrolló Blanca así como el resto de sus compañeros del taller.
Lee: Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU visitará México por primera vez
En No hay lugar en este país los autores desafían el silencio y nombran el horror de las desapariciones forzadas que, de tan cotidiano, se ha vuelto invisible. Las historias de este libro reflejan que hay espacio para nacer y crecer, aun en los contextos más áridos.
En medio del dolor que significa la desaparición de una persona los autores abrieron nuevos caminos: los de la esperanza, la fuerza y la lucha. “Estos caminos nunca son los mismos siempre, son como hojas en perpetuo movimiento”.
El dolor y el coraje impulsaron a Blanca a escribir su historia, asegura en entrevista con Newsweek México, “nosotros no buscamos culpables solo a nuestros seres queridos desparecidos pero muchas veces nuestra búsqueda no es entendida ni siquiera por nuestros propios familiares por ello en esos talleres nos damos apoyo, muchas veces escuchamos, conversamos, lloramos y ahora escribimos y esto nos hace sacar el coraje que traemos dentro”.
Blanca, que forma parte del grupo de Las Rastreadoras, de El Fuerte, Sinaloa, un grupo de mujeres que se ha dedicado desde hace varios años a la búsqueda de sus desaparecidos en fosas clandestinas, añade: “Yo mido 1.55 metros, soy pequeña, aunque a la hora de buscar a tus desaparecidos no sirve de nada la estatura, que seas rica o pobre, aquí solo sirve ir con el corazón bien puesto y la mente bien fresca para salir adelante. Nosotros siempre decimos que no buscamos culpables solo queremos de regreso a nuestros familiares a nuestros hogares. En estos relatos exponemos nuestras emociones y sentimientos porque hasta este momento no saber qué duele más, si buscar o encontrar”.
LA IMPORTANCIA DE ESCRIBIR EN PRIMERA PERSONA
Brenda Navarro, editora de No hay lugar en este país, comenta a Newsweek México que es de suma importancia escribir historias sobre desaparición forzada en primera persona. “Es muy distinto cuando un periodista o un historiador hablan de lo que ha sucedido porque es totalmente su punto de vista y no es precisamente el de la persona involucrada que tiene la historia sin ningún filtro, es decir, es posible que ese tema que le interesa al periodista no precisamente es lo que necesita expresar la persona que es familiar de una víctima de desaparición forzada.
También lee: Iniciativa #SeguimosHablando exige justicia para periodistas víctimas de asesinato y desaparición en México
No hay lugar en este país se lee desde el punto de vista íntimo, familiar y personal sin que importe ningún tipo de repercusión política, es distinto cuando se escribe en segunda persona o se habla por estar personas, ya que quienes crean estos trabajos están acomodando la realidad a como mejor les parezca su objetivo. Estos 13 relatos contienen específicamente los datos que ellos querían resaltar de su caso. No se cuenta la historia que necesita el periodista sino la historia que las familias necesitan contar para que como país entendamos un poco qué viven ellos y no lo que escriben los medios movidos para tener clicks o en el caso de académicos un prestigio o relevancia”.
La idea del taller literario era que surgiera de la creatividad; “el objetivo no era curar heridas lo que queríamos era un espacio de respeto donde los familiares de las víctimas construyeran una historia y para ello aportamos los esquemas generales de cómo se cuenta un relato y a partir de ahí ellos se sintieran cómodos para escoger de qué querían hablar. Lo que ellos decidieron contar es lo que está escrito. No hay ningún mensaje, no hay ninguna lección ni moraleja”, comenta Brenda Navarro.
El libro no era parte del objetivo del taller, “conforme fue avanzando ellos iban escribiendo sus historias y yo me di cuenta que había un verdadero potencial literario, un verdadero trabajo de escritura y fue cuando hablé con Fundar y pensamos en la posibilidad de escribir un libro. Todos ellos me han ensañado que tienen un impulso vital que es increíblemente maravilloso y llena de fuerza a las personas, además, ellos a pesar de tener un dolor tan grande son capaces de dar mucho amor”, puntualizó Brenda Navarro. N