“Si bien tradicionalmente eran hombres quienes realizaban esta danza-ritual emulando
pájaros sagrados que se comunicaban con los dioses, ahora también
existen mujeres pájaro”: Eugenia Rodríguez Blanco
LA PRIMERA VEZ que se permitió la participación de la mujer en la danza conocida como Ceremonia Ritual de los Voladores, proclamada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2009, fue en 1972, cuando el caporal totonaca Jesús Arroyo Cerón permitió a su propia hija, Isabel Arroyo, que formara parte del vuelo en Zozocolco de Hidalgo, Veracruz, según lo documenta la investigadora Eugenia Rodríguez Blanco en la revista académica Perfiles Latinoamericanos.
Es muy poco tiempo, si tomamos en cuenta que los orígenes de este vuelo, si bien no están bien definidos, se registran cerca al Periodo Preclásico Medio mesoamericano (es decir, entre el 2500 a. C. y el 200 d. C.), pues se han encontrado representaciones de este ritual en la cerámica funeraria de las culturas de Occidente (Colima, Jalisco, Nayarit y Veracruz).
Y aunque han pasado casi 50 años de la incursión de la mujer en el vuelo, la participación de ella en este antiguo rito sigue siendo precaria y está llena de tabúes, asociados con supersticiones que vinculan la presencia de la mujer en esta tradición como una manera de atraer la mala suerte, incluso la muerte.
La misma Rodríguez Blanco documenta cómo en 2006, por ejemplo, en la Cumbre Tajín, la muerte del caporal Jesús Arroyo Cerón (quien murió al caer del palo ceremonial el 20 de marzo de 2006), el mismo hombre que permitió por primera vez la participación de su hija en este rito, era asociada con su “mala decisión”: “La violación de las normas puede ocasionar la muerte” o “los dioses castigan la osadía de que participen mujeres”, se comentaba.
“Las mujeres son entes malos, llevan la mala suerte y no deben ser aceptadas en la danza”(…) “Permitió volar a sus hijas y lo pagó con su vida; eso nunca debió suceder”, aseguró respecto a la muerte de Arroyo el anciano Genaro Hernández, caporal de los Voladores de Papantla, en la Cumbre Tajín de 2006, según documenta La Jornada, por ejemplo.
SOLO TRES REGIONES PERMITEN A LAS MUJERES VOLAR
Tanto en Zozocolco de Hidalgo, Veracruz, como en la región de la Sierra Norte de Puebla, en Cuetzalan, y sus alrededores; así como en Hueyapan, Morelos, hay mujeres que vuelan. Hay que recordar que los voladores más conocidos mundialmente son los de Papantla, Veracruz, y en este lugar a las mujeres aún no les es permitido volar. Incluso, el Consejo de Ancianos Totonaca prohibió la inclusión de mujeres en el baile ceremonial; las mujeres tampoco pueden entrar a la icónica Escuela de Voladores que tiene su sede en el parque temático Takilhsukut.
Pero en la Sierra Norte de Puebla las cosas son muy distintas. Aquí, en municipios como Cuetzalan y Jonotla, es cada vez más común la presencia de las mujeres en el vuelo en los distintos pueblos.
“Ahorita ya casi no se oye la inconformidad con el vuelo de las mujeres, al menos no en mi zona. Ahora ya es más común y, de hecho, las voladoras son un orgullo para la comunidad”, cuenta la voladora Montserrat Hernández Palomo, de 19 años, para este medio.
Pero ella misma reconoce que, a nivel nacional, las cosas son muy distintas. “Me ha tocado ir a la Cumbre Tajín dos años y, por supuesto, no hay mujeres voladoras de Papantla. El único pueblo, además de los que conocemos en la Sierra Norte de Puebla y de Zozocolco de Hidalgo, que nosotras hemos visto que incluye a las mujeres, es Hueyapan, Morelos”.
Por su parte, el volador José Luis Hernández y creador del proyecto digital Voladores de Cuetzalan, en el cual se publican noticias respecto a la escena ‘voladora’ del municipio, cuenta que, aún en la zona de Sierra Norte de Puebla, la incursión de las mujeres en el ‘vuelo ritual’ está muy ligada con los lazos familiares: “Las voladoras normalmente se hallan en redes familiares o vecinales de voladores”, cuenta para Newsweek México. Por ello, la apertura de un solo caporal al vuelo de las mujeres supone un cambio cultural que permea rápidamente, justo gracias a estas redes comunitarias y familiares.
Susana Hernández es otra voladora de Cuetzalan que incursionó en el vuelo gracias a su padre. “Para mí, entrar en esta tradición fue muy orgánico; muchas mujeres en mi familia lo hacen, pero sé que aquí en Cuetzalan es distinto a otras regiones”, narra.
EL FUTURO DE LAS “MUJERES PÁJARO”
Morelos, Hidalgo y Puebla ya tienen entre sus cielos a las mujeres que vuelan, pero aún faltan muchos municipios y estados donde se practica este rito. La primera voladora de todos los tiempos, Isabel Arroyo Cepeda, abrió la puerta a sus tres hermanas, y en la Cumbre Tajín 2006, el año en el que se hizo un homenaje a su padre, luego de su muerte, relató: “No había permiso para que las mujeres voláramos y mi padre, después de mucho suplicarle, aceptó enseñarme; casi a escondidas, ensayamos en un árbol de mamey y allí comenzó todo (…) La danza de la mujer es tan buena como la del hombre, vale lo mismo ante los dioses; nosotras también sabemos volar como las aves”, aseguró.
Hoy, la normalización del vuelo de las mujeres en la Sierra Norte de Puebla presagia un escenario de una mayor presencia de las mujeres pájaro, tanto por las redes comunitarias como por las familiares. Y, a su vez, por el cada vez más común vuelo de las mujeres en la reunión, por excelencia, de este milenario rito: la Cumbre Tajín. N