COLOCADA en lo alto del astromóvil estadounidensePerseverance, la SuperCam, un instrumento diseñado por científicos franceses, estudiará las rocas marcianas con su rayo láser y un micrófono en busca de huellas de una vida pasada en el Marte.
Otras dos herramientas europeas, el español Meda y el noruego Rimfax, se usarán para medir los parámetros atmosféricos de Marte y explorar su subsuelo, respectivamente.
Sin embargo, antes de realizar cualquier estudio en el planeta rojo, este jueves, aproximadamente siete meses después de haber despegado, el último vehículo de la NASA con destino a Marte tendrá que sobrevivir a “siete minutos de terror”, como se ha dado en llamar a la maniobra ultrapeligrosa que precede a su aterrizaje en Marte.
La ubicación elegida, el cráter Jezero, es el lugar de aterrizaje más peligroso jamás intentado. En siete minutos, el vehículo debe pasar de una velocidad de 20,000 km/h a 0.
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Del tamaño de una caja de zapatos y con un peso de cinco kilos, la SuperCam del Perseverance va a desplegar sus “superpoderes” desde lo alto de un mástil, con herramientas adicionales de análisis y control estadounidenses, colocadas en el cuerpo del robot para sus tareas de investigación.
“Es un método de vigilancia geofísica, que indicará dónde tomar una determinada muestra y examinar su entorno”, explica a la AFP el astrofísico Sylvestre Maurice, del Instituto de Investigación en Astrofísica y Planetología (IRAP), que diseñó el instrumento.
Su hermana mayor, ChemCam, que sigue activa en el explorador estadounidense Curiosity desde 2012, probó que Marte era habitable. Ahora le corresponde a Perseverance encontrar huellas de vida.
Su cabeza está equipada con un rayo láser, cuyo disparo sobre una roca, hasta 7 metros de distancia, vaporiza una minúscula parte en forma de plasma. La luz emitida es analizada por un espectrómetro (LIBS) que revela “los elementos de los que están compuestas las rocas”, por ejemplo, hierro, silicio o aluminio.
Pero “para descubrir posibles señales de vida pasada se necesita más que la química. Hay que analizar las moléculas, hacer mineralogía”, explica el investigador del IRAP. Y por lo tanto hay que ser “mucho más ambicioso, añadiendo tres técnicas”.
UN MICRÓFONO SE ESTRENA EN MARTE
Con un disparo láser de luz verde, de hasta 12 metros, asociado a una espectrometría Raman, que observa cómo se organizan los átomos de materia y con un espectrómetro infrarrojo que completará esta observación analizando, hasta el horizonte, la forma en que la luz solar es reflejada por el objetivo en estudio.
Por último, un micrófono, todo “un estreno en Marte”, informará sobre la dureza de la roca, gracias al análisis del “clac”, el ruido que hace el disparo de láser al golpearla.
Operando a distancia, SuperCam complementará los dos “instrumentos de contacto” estadounidenses, Pixl y Sherloc. Situados al final de un brazo articulado, en la parte inferior del robot, que van a estudiar la composición química y buscar un rastro biológico en las rocas, respectivamente.
Los disparos de láser de SuperCam ayudarán a seleccionar los mejores objetivos y a “limpiar” la superficie antes del estudio por parte de Pixl y Sherloc.
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“La idea es que un instrumento debe responder a varias preguntas y que una pregunta debe encontrar su respuesta con varios instrumentos”, añade Sylvestre Maurice, cuyo instituto, el IRAP, compartirá, desde un centro operativo en el Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES) el pilotaje de SuperCam con el Laboratorio Nacional Los Álamos (LANL), en Estados Unidos.
“Si se perciben signos de vida con una herramienta, hay que confirmarlos con las demás”, explica.
Pero el juez definitivo será el regreso a la tierra, dentro de unos años, con las muestras recogidas por Perseverance.
Hasta entonces, “todos ayudamos a todos”, añade el científico, citando por ejemplo la importancia de la herramienta noruega Rimfax, dotada de un radar que estudia el subsuelo, y del español Meda, que medirá entre otras cosas el tamaño y la forma del polvo que podría enturbiar las mediciones infrarrojas de SuperCam.
Este último instrumento es el resultado del trabajo de un “gran equipo”, de unas 200 personas, trabajando en diversos laboratorios, bajo la supervisión del CNES.
EL ATERRIZAJE DE HOY
Siete meses de viaje espacial, décadas de trabajo y miles de millones de dólares invertidos para responder una sola pregunta: ¿existió alguna vez vida en otro lugar que no fuera la Tierra? La NASA trata de responder a esta cuestión con el aterrizaje de su último astromóvil, el Perseverance.
Diez minutos antes de ingresar a la atmósfera de Marte, prevista para las 13:30 horas, el Perseverance se separará de la etapa de crucero, que le suministró combustible durante el viaje.
El astromóvil quedará entonces conectado exclusivamente a la etapa de descenso, protegidos ambos por dos escudos, el inferior térmico.
A unos 130 km de la superficie de Marte, la misión entrará en la atmósfera a una velocidad de 20,000 km/h. La fricción elevará la temperatura a 1,300 °C. El escudo inferior protegerá al astromóvil de este calor infernal.
Pero la atmósfera no es suficiente para ralentizar la nave, que todavía va a 1,500 km/h.
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A una altitud de unos 11 km, en un momento oportuno calculado en función de la distancia que quede hasta el lugar de aterrizaje, se desplegará un paracaídas de 21 metros de diámetro, ubicado en el escudo superior. Esto frenará el aparato hasta unos 300 km/h.
20 segundos después de abrir el paracaídas, se soltará el escudo térmico: el vehículo que estaba protegiendo queda expuesto por primera vez la atmósfera de Marte.
En ese momento entrará en juego una tecnología totalmente nueva, denominada “navegación relativa al terreno” (TRN): las imágenes grabadas en directo por las cámaras de el astromóvil se comparan con mapas grabados en su sistema y se predefinen las zonas peligrosas a evitar. Teniendo en cuenta estos datos, se decidirá dónde aterriza el astromóvil.
A una altitud de unos 2 km, el vehículo de la NASA se desprenderá del escudo trasero y del paracaídas.
El astromóvil se separará de la etapa de descenso, pero antes, gracias a sus ocho motores que apuntan hacia la superficie de Marte, habrá frenado el descenso. Después de realizar una maniobra para alejarse del paracaídas, el astromóvil terminará descendiendo verticalmente a su punto de aterrizaje.
A unos 20 metros del suelo, la velocidad será de 2.7 km/h, más lenta que el caminar de una persona. Luego, el astromóvil descenderá suspendido por cables gracias a un sistema de poleas durante los últimos 15 segundos (etapa llamada “skycrane”).
El vehículo desplegará entonces sus ruedas. Cuando toque suelo, los cables se cortarán y la etapa de descenso se alejará para caer lo más lejos posible. Debido al retraso en la transmisión entre la Tierra y Marte, cuando la NASA confirme el aterrizaje, en realidad habrá tenido lugar varios minutos antes. N