Hoy, la vida compartida es invadida por un torbellino que destruye la identidad y el sentido. Ha entronado lo efímero e irracional en todos los ámbitos, el discurso ha sido atacado por un virus más letal que coronavirus; los modelos y métodos para enfrentar los dislates y lo fugaz son inoperantes, obsoletos, nada valiosos. El sentido y la identidad perdieron su valor, su contenido semiótico quedó opaco y anémico, ¡se le dio mal uso!, esas son las consecuencias. Las aulas no pudieron librar una sana batalla para defender sentido e identidad como conceptos de la dinámica social que protegen y refractan, lamentable es que la política permitió la minusvaloración de su ejercicio, que se deprimieran de manera profunda.
Cantidad, cualidad, relación, modalidad, siguen teniendo sentido, pero las voces políticas lo aniquilaron en beneficio de sus discursos simuladores, falaces, safios…, a cambio empoderaron la corrupción, le hicieron un traje a la medida: la impunidad. ¡La neta es tener impunidad!, lo demás no importa; el concepto corrupción sigue siendo hoy un enajenante de masas y de públicos. No hay campaña electoral por el poder público que no incendie los ánimos con predicados enjundiosos: “acabaré con la corrupción, renovación moral de la sociedad…”, lo importante es llegar a administrar la hacienda pública, no para hacer política mediante diálogo, entendimientos, suma de talentos, crear políticas públicas necesarias para resolver los problemas comunes, políticas que engendren el bien colectivo, ¡NO!, el fin es lograr el triunfo sobre las arcas del pueblo.
No hay sociedad que salga adelante si no tiene las respuestas necesarias y válidas para atender problemas. No tenerlas muestra incapacidades reales, camufladas con colores de campaña política. Lamentable es la discapacidad para lograr respuestas necesarias. Se ha emitido una idea ilocucionaria de inhabilidades políticas, intelectuales, culturales…, para descifrar las claves de los misterios de la política como ciencia de acuerdos, de entendimientos y de avances para la solución de los problemas. La política es una ciencia que posibilita la recuperación del sentido a las cosas, de la identidad del pueblo, con ello de las acciones que prueban una y otra vez la eficacia y eficiencia de la política. Hoy México inicia sus mañanas con incertidumbre, miedo, temor, amenazas, basureo a todos y de todo. Se desdibuja el sentido de la vida compartida, la vida política requiere coherencia para darle identidad al pueblo, a las clases proletarias, para lograr economías adecuadas al desarrollo, al crecimiento, a los programas gubernamentales…
La política requiere y acepta la fe, pero no de teologías, pues corremos el riesgo que las diferencias entre los pocos que tienen todo y los muchísimos que no tienen nada, sea una diferencia metafísica. El discurso de la política que se abraza a la teología es para nutrir sus argumentos de Dios o dioses para salvar algunos que coincidan con el poder y excluir a otros enemigos “conservadores”. La prueba de ácido es simple, la teología anida dogmáticamente pensamiento único, imperativo, coercitivo, el mal tiene un misterio y será implacable con esos enemigos y disidentes caprichosos, el final de los tiempos será presidido por Belcebú para castigarlos.
Nuestra sociedad ha transitado su vida, creado su historia, atendido su porvenir, dejó la modernidad y sus discursos de progreso, comodidad, su trono intocable de la razón, inicia, con el Covid-19, el abandono de la posmodernidad con sus irresponsabilidades. Realiza un periplo por las alamedas de la posverdad de tecnologías de la información y la comunicación, con experiencias del debate “global-glocal”…, la solución es simple: se requiere voluntad y amor por la Patria para defender, rescatar, empoderar sentido e identidad nacionales y de las y los mexicanos. Es tiempo de dialogo y debate político, la sociedad requiere deliberaciones y participación, sin amenazas ideológicas, sin infracciones inventadas desde el poder público, sin defenestrar al adversario; el adversario es un personaje esencial en las atmosferas democráticas.
La política demanda la pluralidad de voces, reflexión responsable, hacerse cargo de sus enunciados, estudio y ciencia de los métodos y modos que renueven sus conceptos, la creación de nuevos argumentos históricos, políticos, económicos, sociales y sociológicas…, nuevos fundamentos, nuevos significados y significantes, que la “ética cordial” sea eje de la vida compartida para satisfacer expectativas, impulsos, talentos, competencias, pulsiones de las y los integrantes del pueblo. Ese pueblo que reclama no ser más argumento demagógico de aparador, mercancía demoscópica irreal, de ocurrencias que engañen desde la nobleza de los auditorios, ¡es claro!, la mercancía política es mercancía efímera y en hogaño nutrida por robots, inteligencia artificial convertida en interlocutores in-válidos de para un proceso comunicativo, no se puede discutir con el irracional, con el subnormal, el demagogo, el mentiroso. Recuperar tolerancia, respeto, cortesía, es asignatura pedagógica para rescatar el sentido y la identidad de México.