El temor al contagio nos mantiene alertas, pero puede provocar estrés y ansiedad. ¿La recomendación de especialistas en salud mental? Aprender a gestionar las emociones.
En California, un promedio de 2 mil 500 personas dieron positivo de COVID-19 cada día durante la última semana de mayo y la primera de junio, pero Pamela Palacios, de 23 años, tiene que cruzar de Tijuana a San Diego para presentarse a trabajar.
En medio de la pandemia, esta movilidad transfronteriza es una de las cosas que más la inquietan, pues tiene temor de contagiarse y después infectar a su familia.
Pamela es coordinadora de importación y exportación en una empresa de cuadros decorativos, así que sostiene actividades de comercio binacional que fueron catalogadas como esenciales por el gobierno estadounidense.
Pero dice que el hecho de salir y tener que protegerse le provoca cierto nivel de ansiedad. Aunque nunca ha presentado síntomas de la enfermedad, admite que las dudas sobre su salud han estado presentes en los últimos meses.
La primera vez fue porque una compañera de su trabajo tuvo contacto con el virus, así que solicitó un cambio de días laborales para no coincidir con ella.
En otra ocasión, sintió el mismo temor porque un compañero dijo que tenía dificultad para respirar y fiebre, pero seguía laborando.
“No tuve síntomas pero sí tenía esta paranoia de contagiarme y luego contagiar a mi familia”, agrega Pamela
En casos extremos, sentimientos como el estrés y ansiedad por la pandemia pueden ser disfuncionales, pero a un nivel como el de Pamela pueden ser útiles para mantenernos alertas y protegidos, según Ana Laura Ascencio, psicóloga y responsable del Comité de Salud Mental de la Facultad de Medicina y Psicología en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC).
“Las emociones nos hacen que nos cuidemos y el temor a enfermar nos ayudará a tomar precauciones. Por un tiempo breve hará que nuestro sistema de alarma se active y que actuemos en consecuencia”, explica.
“Tener el susto y la preocupación me hizo ser el doble de precavida”, cuenta Pamela.
Antes solo implementaba medidas como lavarse las manos, tomar distancia social y desinfectar víveres.
Ahora toma un baño antes de salir de casa y al regresar también. Además usa un cubrebocas y limpia las suelas de sus zapatos.
El temor al contagio es anormal cuando ya no podemos pensar en otra cosa, nos saturamos de información y entramos a un estado de preocupación permanente, incluso si ya verificamos que no tenemos ningún síntoma o nos hicimos una prueba y salió negativa, de acuerdo con Ascencio.
Lo que genera ansiedad y estrés es no poder controlar las medidas de higiene de las personas con las que convivimos directamente, dice otra especialista, Laura Carrillo, psicóloga clínica y terapeuta familiar en el Hospital de Salud Mental de Tijuana.
“El no saber dónde estuvo la persona con la que tuvimos contacto o si se cuidó, es lo que nos genera la angustia y el temor”, agrega.
En Baja California, el 78% de las personas que han buscado atención psicológica o psiquiátrica durante la contingencia reporta síntomas de ansiedad, según el Instituto Psiquiátrico del Estado (IPEBC).
También está la incertidumbre que generan otros factores: la enfermedad es tan nueva que la comunidad científica sigue estudiando cómo se comporta, si hay nuevos síntomas y formas de contagio.
Además que en México, las pruebas para detectar COVID-19, se han reservado para pacientes hospitalizados y solo el 10% de los casos ambulatorios, de acuerdo al modelo centinela.
Uriel Juárez tiene 48 años y comenzó con síntomas de infección la madrugada del sábado 02 de mayo.
Tuvo que tomar un baño para calmar su temperatura que llegaba a los 39 grados cuando lo normal es 37.
“Después del quinto día, comencé a sentir en el pecho una angustia y que mi corazón se aceleraba”, narra Uriel.
Aunque un médico le indicó que no era COVID-19, Uriel buscó una segunda opinión y éste le solicitó hacerse el TAC, un estudio de tomografía axial computarizada.
“Son horribles las crisis. Te mareas muy fuerte, respiras muy poco aire y cuando te asustas dejas de respirar, así empieza uno a divagar y da miedo. No caer en pánico es fundamental”, dice Uriel.
Con este estudio su doctor le aseguró que tenía el virus y comenzaron a tratarlo.
“En el TAC se ven los daños en el pulmón, en los bronquios e inmediatamente me empezaron a suministrar medicamentos”, comenta Uriel.
Jaime Piña García es médico radiólogo y dice que este estudio es 90% efectivo para diagnosticar o descartar si una persona tiene COVID-19, además que es rápido, pues dice que en menos de 5 minutos se puede saber el resultado.
“Médicos, neurólogos e internistas están usando este estudio como método de diagnóstico. Nos dice qué tan desarrollado está el virus”, comenta el radiólogo.
En la casa de Uriel viven 12 personas y para no contagiarlas, decidió aislarse en un cuarto a espaldas de su casa. Su esposa le asignó tres tazas, un plato hondo, un plato plano, tenedor y cuchara, que solo él utiliza y desinfecta con cada uso.
“La soledad no es nada agradable cuando estás enfermo y solo. Es triste ver como tu familia llora, ver que están angustiados y preocupados por ti. Es triste estar solo sin poder hablar con alguien”, expresa Uriel.
Nueve días después de que inició tratamiento con un antiviral, comenzó a notar la mejoría en su salud.
Cuando recién supo que tenía coronavirus, las actividades que realizaba eran pocas porque se agitaba rápido y sólo podía estar sentado o acostado.
Ahora ya camina, recoge cosas y toma el sol por la ventana.
“Es como si estuvieras en la prisión, en cuatro paredes, esperando a que llegue la noche y pedirle a Dios que te permita levantarte al día siguiente”, comenta.
Uriel hacía videollamadas con un amigo de su infancia sin necesidad de hablar, había veces en las que solamente lo hacían para no estar solos, cuenta.
“El ser humano está hecho para socializar, para tener compañía”, dice Uriel. De esta manera se ayudaba a mantener el ánimo a pesar del aislamiento físico.
Al 18 de mayo, Uriel ya no tenía ningún síntoma de COVID-19, pero había perdido alrededor de 7 kilos por la enfermedad y gastado cerca de mil dólares, que equivalen a unos 20 mil pesos, en su tratamiento.
“Me siento como nuevo pero aún sigo aislado en cuarentena, estoy en espera para ver al doctor y que me de alta”, dice Uriel.
En su cuenta de Facebook publicó un video en el que narró parte de lo que estaba viviendo pues considera que es importante que la gente conozca su testimonio para que puedan actuar a tiempo como él.
“Creo que la peor lucha es la psicológica, si no estás preparado para enfrentar esta enfermedad y escuchas noticias malas de esto, es lo peor que puede pasar”, menciona en el video.
Al igual que Uriel, la psicóloga Ana Laura Ascencio recomienda mantenernos informados con fuentes confiables y reducir el consumo de noticias sobre la pandemia, si éstas generan ansiedad.
Las personas con ese trastorno son las más susceptibles al exceso de información sobre la pandemia, porque van a presentar dificultad para filtrar las noticias reales de las falsas, comenta Carrillo.
“Entiendo completamente que todo está saturado de información acerca de COVID, hasta ir al banco es ver un comercial que trate de la pandemia”, dice Pamela.
Por eso, recomienda actividades que sirvan para despejar la mente y adoptar una rutina de higiene correcta, mantener la distancia y no dejarse influir por las opiniones de los demás.
“Ese es un consejo que me ha ayudado a mantenerme ‘cuerda’ en este tiempo”, dice Pamela.
Y tanto Laura Carrillo, como Ana Laura Ascencio, coinciden.
“Nos toca aprender a gestionar las emociones, al hacer esto vamos a poder ayudarnos y tener más precauciones con la pandemia”, comenta la psicóloga Ana Laura.