“Medicare para todos” (Medicare For All) es la propuesta de campaña más conocida del senador Bernie Sanders. Su intención es que el gobierno federal tome el control de los seguros médicos privados y los reemplace con un programa integral de pago único. Bajo este plan, todo residente de Estados Unidos quedaría protegido en casi cualquier contingencia —hospitalización, atención dental, salud mental, servicios de ambulancia y cuidados a largo plazo— y casi sin copago o deducible. ¿Tu abuelita tiene que vivir en una residencia para adultos mayores? Cubierta. ¿Tu hijo necesita asesoramiento para su adicción a las drogas? Cubierto. Nada de facturas sorpresivas, ningún deducible.
Los críticos protestan porque el plan es demasiado costoso, mientras que Sanders insiste en que ahorraremos mucho dinero. Pero las dos partes concuerdan en que “Medicare para todos” supondría una transferencia masiva del gasto del sector privado al gobierno estadounidense. Y en eso estriba el problema. ¿Podemos confiar en que el gobierno administre una industria compleja y muy dinámica, donde la innovación y la eficacia —cualidades más propias del sector privado que de la burocracia— son cuestión de vida o muerte para muchos estadounidenses? Esta interrogante causa gran inquietud, y pone a la defensiva a los simpatizantes de Sanders.
El debate no toma en cuenta algo muy importante: el gobierno de Estados Unidos es propietario y administrador de uno de los sistemas de atención de la salud más exitosos del mundo, el cual ha servido a millones de los pacientes más difíciles del país, como los residentes de comunidades rurales aisladas y las personas mayores que requieren de atención a largo plazo. Y lo ha hecho eliminando muchas de las disparidades raciales que plagan la atención médica; capacitando a casi todos los doctores del país; estableciéndose como líder mundial en telesalud, expedientes médicos electrónicos, medicina de precisión y muchas otras tecnologías de vanguardia; y obteniendo calificaciones de calidad que serían la envidia de cualquier hospital. Y todo ello, a un costo inferior al promedio y con cuotas mínimas o inexistentes para la mayoría de los pacientes.
Ese sistema está integrado por la Administración de la Salud de los Veteranos (mejor conocido por las siglas en inglés VA, porque está a cargo del Departamento para Asuntos de los Veteranos de Estados Unidos) y el Centro Médico Militar Nacional Walter Reed (del Departamento de la Defensa). Walter Reed da servicio a casi un millón de militares en servicio activo, jubilados y demás, mientras que la VA atiende a unos 9 millones de pacientes, en su mayoría veteranos de las fuerzas armadas de Estados Unidos. El sistema brinda atención médica en una escala colosal, administrada, proporcionada y pagada por el gobierno de Estados Unidos. Si eso no es socialismo, no sé qué pueda serlo.
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De hecho, la Administración de la Salud de los Veteranos es un esfuerzo más socialista que cualquier cosa que pueda proponer Sanders. Su esquema “Medicare para todos” sería un programa de seguro médico; es decir, los pacientes acudirán a doctores, hospitales o clínicas privadas, y recibirán reembolsos del Tío Sam (casi lo mismo que Medicare, excepto porque el plan de Sanders pagaría los costos para la atención de casi todos los estadounidenses). En cambio, la VA da empleo directo a 11,000 médicos y es propietario de sus 1,200 hospitales.
La VA se ha convertido en el niño bonito de los demócratas progresistas, y el plan de Sanders no solo lo mantendría intacto, sino que incrementaría los fondos para ocupar las vacantes que ha creado el presidente Donald Trump. Los veteranos “saben que la Administración de la Salud de los Veteranos puede proporcionarles atención de alta calidad”, proclama el sitio web de la campaña Sanders. “Nuestra labor es facilitar —no complicar— que reciban esa atención de calidad”.
En respuesta a numerosos llamados de privatización, la demócrata Alexandria Ocasio-Cortez, representante progresista de Nueva York, ha defendido acaloradamente el sistema VA. “Si no está roto, que no lo arreglen”, amonestó a los críticos durante un town hall [foro abierto] de abril de 2019. “Hay que cuestionar por qué quieren arreglarlo. Quieren arreglar [el sistema de] la VA para las farmacéuticas, quieren arreglarlo para las aseguradoras y, en última instancia, quieren arreglarlo para una industria médica lucrativa que no antepone al pueblo ni a los veteranos”.
Los opositores de la atención médica nacional invariablemente señalan los escándalos que han dado la impresión de que la VA es una burocracia fallida que no atiende a sus constituyentes. En los últimos años, han corrido anécdotas sobre mortíferas listas de espera para cirugía; instalaciones mugrientas; agresiones sexuales; y muertes sospechosas. Todo eso ha creado la imagen de que la Administración de la Salud de los Veteranos es una burocracia de tercera, cruel, confusa y torpe: una pesadilla en la que se verán atrapados los estadounidenses si el gobierno termina por asumir su papel en la atención médica. “Los planes [demócratas] implican racionar la atención, restringir el acceso, negar la cobertura, reducir la calidad y disparar los impuestos”, aseguró Trump en octubre.
No hay duda de que la VA no es perfecta ni inmune a las dificultades de brindar atención médica en una época en que los costos van en aumento y la población está envejeciendo. Pero al enfocarse en los problemas, los críticos ignoran las evidencias de lo contrario: según casi todas las medidas, la VA y Walter Reed son el sistema de atención médica mejor administrado de Estados Unidos.
PRUEBAS COMPARATIVAS
El escrutinio supone una ventaja. Como institución pública, la Administración de la Salud de los Veteranos ha sido objeto de numerosos estudios, independientes y minuciosos, que han demostrado lo bien que compara con otros sistemas estadounidenses de atención, tanto públicos como privados.
Esos estudios revelan que los hospitales y las clínicas de la VA proporcionan una atención de gran calidad. Por ejemplo, en 2018, los investigadores del Instituto de Políticas de Salud y Práctica Clínica de Dartmouth College concluyeron que los hospitales de este sistema “son superiores a los hospitales privados de casi todos los mercados de salud del país”, en términos de calidad de atención. En aquella oportunidad, el Dr. William Weeks, médico y profesor de dicho instituto, y autor principal de la investigación, añadió que “la VA suele proporcionar una atención realmente excelente”.
La Corporación RAND, prestigioso grupo de expertos, llegó a la misma conclusión en 2018. En una segunda investigación, la organización decidió hacer un análisis de los estudios previos sobre la Administración de la Salud de los Veteranos, y determinó que dicho sistema compara favorablemente con el sector privado. “Cuando los hallazgos son así de consistentes, tienes confianza en que son reales”, comenta Rebecca Anhang Price, investigadora de políticas en RAND y responsable de los dos estudios.
Tal vez fue por eso que el líder de mayoría senatorial, Mitch McConnell, optó por un nosocomio gubernamental (el Hospital Naval de Bethesda, Maryland, hoy conocido como Walter Reed) para hacerse un baipás triple en 2003. Claro está, eso no ha impedido que el senador republicano se refiera a la atención médica gubernamental como “un experimento de la extrema izquierda”, jurando que, mientras tenga el control del Senado, los demócratas jamás lograrán aprobar una legislación que expanda el papel del gobierno en el sector salud.
Es difícil hacer comparaciones directas entre la atención de la VA y la que ofrecen Medicare-Medicaid o los seguros privados, porque hablamos de sistemas muy distintos. La única comparación posible está en los resultados, los cuales casi siempre apuntan a que la VA es tan bueno o mejor que los servicios privados, los seguros médicos y Medicare-Medicaid. En 2015, Gallup publicó una encuesta en la que 78 por ciento de los pacientes atendidos en la Administración de la Salud de los Veteranos se dijeron satisfechos con ese sistema de atención de la salud (comparado con 75 por ciento de los asegurados en Medicare, y 69 por ciento de los usuarios de seguros médicos patronales). En su estudio de 2018, los investigadores de Dartmouth llegaron a la conclusión de que, en promedio, el desempeño de los hospitales de la VA —en medidas críticas para la calidad de atención— era superior al de otras instituciones médicas que operaban en las mismas regiones. Ese estudio halló que la tasa de reingreso en los 30 días posteriores al alta fue inferior en los pacientes internados en hospitales de la VA, quienes también presentaron menos complicaciones por infecciones, caídas y coágulos durante el tiempo de internamiento.
Pero lo más importante es que los propios veteranos se expresan muy bien del sistema. En 2019, en una encuesta con miles de exmilitares, Veterans of Foreign Wars [VFW; Veteranos de Guerras Extranjeras] halló que 91 por ciento de los respondedores recomendaba el sistema de la VA a otros veteranos y que, a pesar de que 98 por ciento disponía de otras opciones de servicio medico, la mayoría de los encuestados eligió la VA para recibir atención. Una de las participantes es Christine Griffin, abogada de Boston y veterana parapléjica del Ejército, quien cuenta con un seguro médico de primera. Aunque vive muy cerca de algunos de los hospitales privados más acreditados de Estados Unidos, Griffin siempre se atiende en las instalaciones la Administración de la Salud de los Veteranos de su localidad, incluso para hacerse estudios de laboratorio y gabinete y para recibir los tratamientos que ha requerido desde que fue diagnosticada con cáncer de mama. “[El hospital] ofrece de todo, y su centro de imagenología femenina es como un spa. Es excelente en muchas cosas”, asegura Griffin.
Una crítica común de la atención médica gubernamental es el excesivo tiempo de espera (por ejemplo, ese periodo es dos veces mayor en los hospitales públicos que en las instituciones privadas de Australia). En 2016, la Oficina de Responsabilidad del Gobierno de Estados Unidos descubrió que la tercera parte de los pacientes que acudían a los hospitales del sistema de la VA tenían que esperar más de un mes y, en 2019, denunció que algunos veteranos referidos con proveedores médicos ajenos al sistema de la VA demoraban hasta 70 días en recibir tratamiento. No obstante, parece que la situación está mejorando. Varios estudios demuestran que el tiempo de espera promedio en la Administración de la Salud de los Veteranos es menor que en el sector privado. Y eso aplica a todo tipo de tratamiento, excepto para procedimientos ortopédicos electivos como una cirugía de rodilla, cuyo aplazamiento no pone en riesgo la vida del paciente. De hecho, la encuesta VFW de 2019 demostró que 84 por ciento de los veteranos afirma haber recibido atención médica “de manera oportuna”.
La expresión “atención médica gubernamental” evoca imágenes de una burocracia inmensa. No obstante, comparado con los interminables reglamentos, requisitos y excepciones de los seguros médicos privados, la VA conlleva muchas menos exigencias burocráticas, asegura el Dr. Neil Evans, director de la Oficina para Atención Conectada de la VA. Los médicos del sistema no necesitan autorización alguna, ni siquiera de las aseguradoras. “No puedo recordar una sola vez en que me haya parecido necesaria una intervención para un paciente y no pudiera hacerla, por más costosa que fuera”, comenta el médico. En cambio, los esquemas de salud privados exigen que los pacientes obtengan autorización de su aseguradora, requisito que puede complicar la atención.
La consecuencia —como bien sabe la mayoría de los estadounidenses— es que la atención privada tiende a ser fragmentaria, y casi siempre inadecuada. Además, es invariablemente costosa, lo que a menudo impide la atención. Según varios estudios recientes, los costos impidieron que hasta la tercera parte de los estadounidenses recibieran atención médica durante el año pasado: más que cualquier otra nación industrializada.
VANGUARDIA EN INNOVACIÓN
La Administración de la Salud de los Veteranos se ha mantenido al frente de casi todas las tendencias médicas que, en opinión de los expertos, son indispensables para mejorar la atención y reducir los costos. Por un lado, ofrece una alternativa a la “tarifa por servicio”, forma de reembolso que paga más a los hospitales que proporcionan más tratamientos, un perverso incentivo que contribuye a elevar los costos y desalienta la atención preventiva. En contraste, la VA practica la estrategia de atención basada en el valor, en que los proveedores médicos reciben incentivos financieros para mantener saludables a sus pacientes. Gracias a la “tarifa por servicio”, la industria médica privada ha prosperado mucho y no tiene prisa por cambiar su esquema, pese a que el costo de la atención se ha elevado a más de 11,500 dólares anuales por persona: incremento de 30 por ciento respecto de 2003 (cifra ajustada a la inflación).
El esquema de atención basada en el valor propone que, cuanto más sanos sean los pacientes, menos tendrán que recurrir al presupuesto con que la VA proporciona tratamientos. ¿Esto podría bajar los costos? Los sistemas de atención médica actuales impiden hacer comparaciones de costos. Por ejemplo, la Administración de la Salud de los Veteranos ni siquiera cobra por la atención brindada, aun cuando los veteranos tienen más problemas de salud que la generalidad de los pacientes (desde simples dolores de espalda hasta exposición al Agente Naranja y lesiones cerebrales traumáticas sufridas en combate). Además, tienden a utilizar los servicios durante más tiempo, ya que la VA proporciona atención de enfermería en casa y para pacientes terminales. Diversos estudios han demostrado que las aseguradoras privadas rechazarían a muchos pacientes de la VA. “Casi la tercera parte de la población estadounidense presenta dolor crónico no asociado con el cáncer”, informa la Dra. Carolyn Clancy, subsecretaria suplente de las redes de descubrimiento, educación y afiliación del sistema de la VA. “En los veteranos, ese porcentaje es de 60 por ciento”.
Con todo, otra investigación de RAND sugiere que, cuando es posible hacer comparaciones, la atención de la VA resulta 10 por ciento más barata que la de Medicare, incluso considerando que Medicare paga casi 50 por ciento más de lo que desembolsan los seguros privados para tratamientos similares. La razón es que la Administración de la Salud de los Veteranos siempre busca la manera de eliminar gastos superfluos, como pruebas y tratamientos que no benefician a los pacientes, precisa el Dr. Ryan Vega, médico que dirige los esfuerzos de la VA para innovación en la atención de la salud. “Si podemos hacer algo para mejorar la vida de un veterano, lo haremos sin importar el costo”, enfatiza Vega. “Pero si esa intervención no mejora su atención, trataremos de evitarla”.
Vega explica que la VA suele “des-prescribir” (retirar) medicamentos que no producen los beneficios esperados; elimina pruebas que no conducen a mejores pronósticos; y siempre busca opciones más baratas que den buenos resultados. Por ejemplo, después de descubrir que el cepillado de dientes reducía en 90 por ciento la cifra de casos de neumonía nosocomial no inducida por ventiladores (enfermedad que cuesta 35 millones de dólares anuales al sistema de salud de Estados Unidos), la VA ha impulsado un esfuerzo para mejorar la higiene bucal de sus pacientes hospitalizados. “Es de esperar que una institución que cobra menos haga lo posible para evitar costos innecesarios”, señala Anhang Price, de RAND. “Hasta podría pensarse que tiene incentivos para limitar el tratamiento de sus pacientes, pero no hemos podido encontrar evidencia de ello en la VA”.
Otro aspecto crítico en el que la Administración de la Salud de los Veteranos se destaca sobre el resto de la industria de la atención médica es atacar los “determinantes sociales de la salud”; es decir, condiciones de vida como vivienda inadecuada, pobreza y desempleo, así como problemas de estilo de vida y salud mental, incluidos mala dieta, soledad, estrés y depresión, los cuales impactan fuertemente en la salud y el bienestar. El efecto de los determinantes sociales en la salud es cuatro veces más importante que la atención médica. Sin embargo, mientras que otras naciones industrializadas gastan dos veces más en programas sociales que en atención de la salud, los fondos que Estados Unidos destina a esos programas son apenas la mitad del presupuesto nacional para la salud y, en gran medida, el sector de atención médica los pasa por alto.
Gracias a la VA, los veteranos pueden acceder a profesionales que los ayudan a enfrentar los desafíos de la vida, incluidos trabajadores sociales, consejeros, entrenadores conductuales, acupunturistas y hasta instructores de tai chi. Es común que, después de atender a un paciente, el médico de la VA lo acompañe a una entrevista con un asesor o entrenador. “Queremos ofrecer una amplia gama de herramientas para lidiar con el estrés, el dolor crónico y otros problemas de salud integral”, afirma el Dr. Ben Kliger, quien dirige las iniciativas “salud integrativa” y “transformación cultural” de la Administración de la Salud de los Veteranos. “Una vez que un veterano toma parte de esos servicios, sus costos generales tienden a bajar”.
“Estamos cambiando la conversación, así que ya no se trata solamente de enfermedades”, concluye Kliger.
MEDICINA DE ALTA TECNOLOGÍA
Es común que la VA adopte nuevas tecnologías mucho antes que el resto de la industria de atención médica. En 2010, Eric Dusseux, CEO de la compañía de tecnología médica Bionik, consultó con numerosos hospitales para encontrar alguno que estuviera dispuesto a experimentar con los innovadores robots que su compañía diseñó para ejercitar los brazos de víctimas de accidentes cerebrovasculares. La VA fue el socio que buscaba. La implementación de sus robots en 12 hospitales del sistema condujo a la investigación sobre rehabilitación robótica más grande jamás realizada: un estudio tan exitoso que, hoy día, esos robots son parte del estándar de atención en pacientes con accidentes cerebrovasculares, pues mejoran el pronóstico y reducen los costos generales. “Fueron muy receptivos y emprendedores”, dice Dusseux, acerca de los hospitales de la VA.
Asimismo, el sistema de atención médica para veteranos está liderando el uso de impresoras 3D para crear modelos exactos de los órganos internos de pacientes que se someterán a cirugías complicadas, a fin de que los cirujanos puedan estudiarlos y prepararse para la intervención. Y en uno de los proyectos para datos de salud más ambiciosos del mundo, la Administración de la Salud de los Veteranos está recabando antecedentes de servicio militar, expedientes médicos y muestras de ADN de casi 800,000 veteranos, con el objetivo de identificar un nexo entre genes, medioambiente y hábitos como dieta, medicamentos y enfermedades, y desarrollar nuevas estrategias que mejoren la salud a largo plazo. Más aun, la dependencia ha inaugurado un instituto dedicado enteramente a la aplicación de estrategias de inteligencia artificial en la atención de la salud.
En estos momentos, la VA está desarrollando un sistema que analiza, automáticamente, los expedientes de salud electrónicos de toda la organización, con la intención de detectar mejorías en los resultados de sus pacientes y compartirlas con todas sus instalaciones. “Enviamos equipos para que aprendan de las instalaciones que están obteniendo buenos resultados, y luego implementamos lo aprendido en cualquier sitio que tenga dificultades. Esto sería imposible en el sector privado, donde tienes que responder a las presiones competitivas y de tiempo”, informa el Dr. Joe Francis, funcionario analítico y director de mejoras en la VA. A fin de descubrir otras posibilidades de innovación, todos los empleados de la VA están invitados a participar en una competencia tipo “Shark Tank”, y la más reciente resultó en unas 500 ideas prometedoras para mejorar la atención o reducir los costos.
La capacidad de telesalud de la Administración de la Salud de los Veteranos es punta de lanza en la industria de la atención médica. Los médicos del sistema han realizado más de un millón de videoconsultas con unos 100,000 veteranos, todas ellas completamente gratuitas. Este servicio es crítico para el 30 por ciento de los derechohabientes de la VA que viven en áreas rurales, muchos de los cuales no pueden o no quieren realizar videoconsultas desde sus domicilios (tal vez por consideraciones de privacidad). No obstante, muy pronto esos pacientes podrán aprovechar esta opción a través de alguna de las redes de “cápsulas” de telesalud que la Administración de la Salud de los Veteranos está instalando en sitios de la VFW, American Legion e incluso Walmart. De hecho. la primera de esas cápsulas ya está dando servicio a unos 300 veteranos de Eureka, Montana.
Las videoconsultas redundan en grandes beneficios como reducción de costos y mejor control de trastornos crónicos como diabetes y padecimientos cardiacos, los cuales afectan a 60 por ciento de los adultos estadounidenses. Estos individuos requieren de monitoreo y consultas frecuentes para evitar las crisis que suelen enviarlos a una sala de urgencias o que obligan a internarlos, lo que representa un gasto de decenas de miles de dólares para el sistema de atención médica del país. “Los pacientes que lo han probado quedan muy satisfechos”, asegura la Dra. Leonie Heyworth, quien dirige los esfuerzos de telesalud de la VA. “Muchos llegan al consultorio en condiciones terribles porque han tenido que lidiar con el tránsito para asistir a la consulta”. Por eso la tasa de inasistencia de los videopacientes de la VA es 28 por ciento menor que la de los veteranos que acuden a consultas presenciales.
La estrategia de telesalud de la Administración de la Salud de los Veteranos es más que una conveniencia. Las videoconferencias permiten que pacientes y médicos accedan de inmediato a las consultas de especialidad disponibles en los hospitales más prestigiosos. “La atención virtual ayuda a vincular a los pacientes con los mejores especialistas de todo el sistema, no obstante dónde estén”, explica Evans, de la VA. “El hecho de que recibas atención en una clínica o en alguno de nuestros hospitales más pequeños no significa que no puedas beneficiarte de todos los recursos que puede ofrecerte un centro médico de primer nivel”.
Esta “teleespecialidad” es una de las estrategias que han posicionado a la VA a la vanguardia de lo que se conoce como medicina de precisión, un esfuerzo para desarrollar tratamientos personalizados con base en la genética y otras características del paciente. El mayor potencial de la medicina de precisión se encuentra en el campo de la oncología, donde los especialistas utilizan esta estrategia para anticipar cuál podría ser la respuesta del paciente a un tratamiento anticanceroso específico.
Mientras que solo la décima parte de los pacientes oncológicos de Estados Unidos se someten a estudios de medicina de precisión, la mitad de todos los pacientes de la VA con cáncer pulmonar aprovechan esta capacidad, y lo mismo sucede con la cuarta parte de los individuos con cáncer de próstata: las dos neoplasias más comunes en la población de veteranos. A diferencia de buena parte de los pacientes rurales —quienes no tienen acceso a tratamientos de precisión—, los veteranos que viven en esas regiones pueden obtener a ese tipo de intervenciones con la misma facilidad que los urbanitas. El centro de “telegenómica” que opera en Salt Lake City, brinda servicios a todo el sistema de la VA, y cualquier médico de la organización puede acceder al sitio en representación de su paciente. “Estamos desarrollando nuestra capacidad para que los veteranos rurales puedan disponer de fármacos anticancerosos experimentales”, revela el Dr. Michael Kelley, director del programa nacional de oncología en la Administración de la Salud de los Veteranos, y añade que también utilizarán software de inteligencia artificial para analizar los tumores de los veteranos.
RESPUESTA A LOS CRÍTICOS
Es indiscutible que la dependencia ha sufrido reveses muy publicitados. Apenas en enero de este año, la VA exigió que un veterano del Ejército pagara el deducible para reemplazar las piernas protésicas que le robaron de su habitación en una residencia de la VA para atención a largo plazo. También se sabe que los funcionarios del Departamento trataron de desacreditar a una asistente legislativa que denunció el manoseo de otro paciente en una instalación de la VA. Y en estos momentos, un gran jurado federal está determinando si el exenfermero de un hospital de la Administración de la Salud de los Veteranos de Virginia Occidental asesinó a 11 pacientes administrándoles sobredosis de insulina.
El 30 de abril de 2014 se desató uno de los escándalos más sonados de la VA. Resulta que unos 40 veteranos murieron mientras aguardaban para recibir consulta, por lo que algunos empleados de la VA falsificaron las listas de espera para adecuarlas al límite de 14 días, establecido para todo el sector salud (y que solo han alcanzado unos cuantos sistemas de atención privada). En un informe divulgado ese mismo año, el inspector general de la VA reconoció que seis defunciones pudieron deberse a un tiempo de espera inusitadamente largo (24 días en promedio), pero enfatizó que las muertes restantes eran congruentes con los padecimientos de los pacientes en cuestión, casi todos con problemas médicos complejos.
La VA no ha tratado de justificar la falsificación de documentos. La Dra. Clancy, funcionaria del sistema, señala que, como dependencia gubernamental, la VA está sometida a un escrutinio mucho más riguroso que sus equivalentes del sector privado, de modo que los medios nacionales se ceban en sus fallas y debe responder directamente al público. Aun así, asegura que esa supervisión estrecha, implacable y más visible resulta en mejoras y una mayor rendición de cuentas. Y la actuación general del sistema parece confirmar su afirmación.
Los tropiezos de la Administración de la Salud de los Veteranos se han convertido en argumento político en el debate actual sobre las ventajas de la atención privada frente a los servicios médicos gubernamentales. Una de las críticas más estridentes de Washington no se sustenta en la mala calidad de la atención que proporciona la VA, sino en los esfuerzos de privatización. Los defensores de los veteranos acusan a la presidencia Trump de no cubrir las plazas vacantes de la VA para que los exmilitarse se vean en la necesidad de buscar atención médica privada. En una declaración para Military Times, Alma Lee, presidenta del Consejo Nacional para Asuntos de los Veteranos en la Federación Estadounidense de Empleados del Gobierno, denunció: “La presidencia actual está empujándonos al fracaso para desmantelar al proveedor de atención médica que prefieren los veteranos”.
De ser cierto que la VA es el mejor sistema de atención médica al que pueden acceder los estadounidenses, entonces los veteranos tienen más derecho que cualquiera a disfrutar de ese privilegio. Hasta ahora, nadie ha propuesto un sistema de salud parecido para la totalidad de la población de Estados Unidos. Sin embargo, el plan “Medicare para todos” de Sanders podría conferir esa cobertura universal… y sin duda negociaría los dineros con más ferocidad que las aseguradoras privadas. Hasta podría lograr que los hospitales privados brinden una atención que redunde en los mejores resultados de salud y al costo más bajo, como está haciendo la Administración de la Salud de los Veteranos.
En ese sentido, “Medicare para todos” reconstruiría el sistema médico estadounidense a imagen y semejanza de la VA. Y según lo que cuenta la mayoría de los veteranos, eso sería una mejoría tremenda.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek