Diana Piggeonountt cumple 17 años este mes, y junto con otras 2,000 personas en Baja California, sigue desaparecida.
¿El consejo de la autoridad? Pelear.
El 24 de este mes, Diana Laura Piggeonountt Gómez cumplirá 17 años de edad, y más de uno desaparecida.
Estudiaba el segundo semestre de preparatoria en Tijuana, en uno de los planteles más grandes y de mayor prestigio en Baja California: la Preparatoria Federal Lázaro Cárdenas.
Su caso alertó a la ciudadanía en redes sociales y movilizó a cientos de estudiantes que marcharon en junio del año pasado para exigir la aparición con vida de su compañera.
La presión desde distintos frentes, hizo de este caso un reclamo a la autoridad que sigue siendo noticia.
Hoy la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) se anuncia casi lista para proceder en contra de quien dicen que podría ser el responsable de esta desaparición.
“Estamos en la última etapa de la investigación”, dice Miguel Ángel Guerrero, coordinador de la Subprocuraduría de Investigaciones Especiales (SIE) de la PGJE.
Explica que están trabajando en armar el caso para liberar una orden de aprehensión.
En junio del año pasado, esa fiscalía se comprometió a resolver el caso antes de que termine la administración estatal, que será en noviembre.
En Baja California hay más de 2 mil desaparecidos, según datos de la fiscalía.
Pero el caso de Diana tuvo un mayor impacto por las características de la menor: adolescente y estudiante de una escuela que ha existido más de la mitad del tiempo que esta ciudad, y que tiene alrededor de 5 mil estudiantes inscritos.
Su caso también impactó por las circunstancias en que desapareció. Un día se desvaneció. Su teléfono y redes sociales dejaron de tener actividad. No avisó a nadie, ni a su círculo más cercano, y tampoco hay un cuerpo.
Las fotos que circulan de Diana muestran a una niña de complexión delgada y tez blanca. Con el cabello largo, lacio y oscuro, al igual que sus ojos. Y una sonrisa alineada con ortodoncia.
El reporte número 02/18 de Alerta Amber en Baja California, además la describe con una estatura de 1.70 metros y un peso aproximado de 60 kilogramos.
Fue vista por última vez el 8 de junio de 2018.
La hipótesis central del caso es que se trata de un “crimen pasional”.
Miguel Ángel Guerrero, de la PGJE, dice que en este año se trabajó en recabar información que servirá para dar inicio a un juicio por desaparición, u homicidio si aparece el cuerpo.
“Actualmente estamos con la [línea de investigación] más certera. Había una relación con su agresor”, dice Guerrero.
Luego explica que no era necesariamente romántica.
Por la supuesta familiaridad, y porque Diana llevaba consigo dos mochilas el día en que desapareció, la PGJE ha dicho que “no se fue en contra de su voluntad”.
Y así se descartaron líneas de investigación como el extravío y la trata de personas.
Pero gente cercana a la menor tiene dudas sobre estos supuestos.
Una de estas personas es María Pelayo, la abuela materna de Diana.
“Era muy estudiosa, muy callada, no se metía con nadie y que supiera que andaba de loca, pues tampoco”, dice.
Una parte de esta familia vive entre la colonia Divina Providencia y Vista Encantada, donde el camino es irregular, hay zonas sin pavimentar y los vecinos describen temor por la inseguridad de la zona.
María recibe a esta reportera en el interior de su casa en Vista Encantada y detalla que la relación con su nieta era buena. Que la familia entera se reunía cada jueves.
Dice que Diana era especialmente apegada a su hermana mayor, Lucero Piggeonountt, y no se explica por qué, si quería irse, no lo habló con ella.
Lo último que saben sobre Diana, son rumores de vecinos que dijeron haberla visto con un taxista.
La autoridad no revela detalles sobre los testimonios que ha recogido pues dice que el Código Nacional de Procedimientos Penales se lo impide.
En cambio, la abuela cita que al menos cinco personas vieron a Diana el día en que desapareció, sin tener claro el orden en que sucedieron estos eventos.
Dice que el hermano mayor de Diana la encontró sola ese día, cerca de su casa.
En la Plaza de la Tecnología, que se ubica en la zona centro de Tijuana, hablaron con una vendedora que también reconoció a la menor y que aseguró haberla atendido.
De acuerdo a la abuela, un vecino de la familia también les informó que la vio en el centro, saliendo de una farmacia a la que él apenas iba a entrar.
Uno más les dijo que la vio con un hombre, el taxista, en una gasolinera.
Y una mujer contó a los familiares de Diana, que la vio de pie en un camión cerca del Panteón de los Olivos.
Supuestamente iba acompañada del mismo chofer de taxi.
“[Esa mujer] vino y le dijo a mi hija: ‘no se mortifique, ella está viva, anda con un muchacho’. Le enseñan el celular y preguntan ¿es éste? Y la señora dijo que sí”, cuenta la abuela.
María opina que Diana probablemente sí estuvo con esa persona, pero piensa que en los planes de su nieta no estaba desaparecer.
El conductor de transporte público fue identificado. Hasta donde saben, es una persona que tiene esposa e hijos y sigue viviendo en Tijuana.
Mientras tanto Diana no aparece.
Algunos sitios, como la Plaza de la Tecnología y las estaciones de servicio, suelen tener cámaras de seguridad, pero estos videos no pudieron conseguirse.
La PGJE dice que este material no estaba disponible en el caso de la Plaza, pues ya había sido eliminado. Y que la gasolinera solamente hace un registro en tiempo real, a modo de monitoreo.
“Yo a veces pienso, ¿qué tal que a éste se la encargaron y la enamoró para que cayera y la vendió por ahí? Ya ves que muchos se dedican a esas cosas”, dice la abuela.
Entre 2012 y 2017 se iniciaron 765 actas por trata de personas en México y casi el 80% de los casos en el ámbito estatal se concentraron en Baja California y Tlaxcala, según el Diagnóstico sobre la situación de la trata de personas 2019, de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
El 95% de las víctimas han sido mujeres y niñas, de acuerdo a ese informe.
Sin embargo, Miguel Ángel Guerrero, de la PGJE, rechaza que exista un problema de trata en Tijuana y mantiene que el caso de Diana es “totalmente ajeno”.
Lo que supone, es que Diana estuvo con una persona conocida y ésta la desapareció.
Ese día pasó así.
Era viernes y Diana estuvo en su escuela a mediodía para tomar una clase de natación.
A Catalina Heredia, profesora de inglés de Diana, no le parece raro que su alumna llevara dos mochilas, porque en una solía llevar su equipo de natación y en otro su uniforme y sus libros.
Al salir de esa clase, la menor avisó a sus compañeros que iría a la Plaza de la Tecnología.
“Les avisa que va a encontrarse con una amiga que tiene algún tipo de problema moral. Como que está embarazada la otra chica, pero que ella va a regresar a la escuela antes de las 4:30 porque tiene un examen”, dice Catalina.
Y Diana sí estuvo en esa plaza con una mujer joven.
“Varias empleadas nos lo dijeron”, afirma la maestra, aunque ella al igual que las amistades de Diana, desconocen quién era su acompañante.
Luego Diana volvió a ponerse en contacto con sus compañeros de preparatoria y les dijo que no llegaría a tiempo para presentar el examen.
Y ese fue el último mensaje que envió la menor.
La última actividad que registró su teléfono celular fue en su casa, según el coordinador de la PGJE.
Ese mismo viernes por la noche comenzó la búsqueda de Diana cuando no llegó a casa.
A la profesora Catalina le extraña que la procuraduría no habló con las personas que más tiempo pasaban con Diana: sus compañeros y amigos de preparatoria.
El coordinador de la PGJE dice que habló con el novio de Diana, que es otro estudiante de la preparatoria, y con su mejor amiga.
Pero la maestra y otros amigos cercanos a Diana dicen que no fueron tomados en cuenta.
“La PGJE nunca nos entrevistó a las amistades cercanas a Diana”, dice una estudiante que fue contactada por mensaje a través de Facebook, menor de edad y que no autorizó revelar su nombre.
José Cruz Holguín, director de la Preparatoria Federal Lázaro Cárdenas, dice en entrevista que la investigación de la PGJE no incluyó visitas al plantel.
“Sí una comunicación de inmediato, pero aquí no hemos participado en algo que nos haya requerido la procuraduría”, dice Cruz Holguín.
A María Pelayo, abuela de Diana, tampoco se le entrevistó aunque viven en la misma zona.
Para este reportaje, se buscó a Lucero Piggeonountt y María Gómez, hermana y madre de Diana, pero no respondieron a la solicitud de entrevista.
El padre de Diana falleció y miembros de la familia paterna dicen que tampoco han logrado comunicarse con ellas.
“Ya no supimos nada, ni avances, o si recibieron amenazas o qué fue lo que realmente pasó”, responde Montserrat Piggeonountt, sobrina de Diana, luego de ser contactada a través de Facebook.
La abuela explica que después de la desaparición de Diana, su familia recibió llamadas incómodas y dolorosas, y que tomaron la decisión de apartarse por salud emocional.
“[Lucero y María] se sienten mal de que le estén moviendo y moviendo sin poder hacer nada”, comenta la abuela.
Baja California es la tercera entidad con el mayor índice de impunidad a nivel nacional, y México de por sí, ocupa el cuarto el cuarto lugar en el mundo, según el Índice Global de Impunidad de México 2018.
“Se resuelve un 1% de los crímenes que acontecen en el país”, dice Sayak Valencia, profesora investigadora de El Colegio de la Frontera Norte (COLEF).
Agrega que, del porcentaje de delitos que obtienen justicia, son pocos los que tienen que ver con la desaparición y asesinato de mujeres.
“Para el gobierno y contexto mexicano, la vida de nosotras no es importante”, dice Valencia.
Cuando se dio a conocer la desaparición de Diana, usuarios de redes sociales trataron de desestimar el caso argumentando que la menor se fue con un hombre.
Y estos comentarios surgen casi siempre que la persona desaparecida es una mujer joven, cuenta Sayak Valencia.
Pero el hombre de esta historia está en Tijuana y Diana no aparece.
En Baja California, las autoridades justifican más de 4 mil 300 homicidios dolosos entre 2018 y 2019, asociándolos al crimen organizado.
También generalizan al decir que las mujeres y niñas desaparecidas huyeron con el novio.
El coordinador de la PGJE dice que el 70% de las personas desaparecidas, registradas por la fiscalía, son personas no localizadas que se van de propia voluntad.
Pero el trabajo de la autoridad es investigar, afirma la académica del Colef.
“Tenemos que preocuparnos por la desaparición y el asesinato de mujeres que está siendo una epidemia en este país a razón de diez mujeres por día desde que empezó 2019”, comenta.
Recientemente, el país fue testigo de distintas manifestaciones por parte de colectivos feministas que exigen el derecho a transitar libremente, sin miedo a ser violadas, desaparecidas o asesinadas, y a ser protegidas por el Estado.
En Tijuana, se recuerda a Diana Laura Piggeonountt Gómez, pero hasta abril de 2018 había más de 9 mil 300 mujeres desaparecidas en México, según el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED).
“Lo que más me aterra es suponerla en condiciones infrahumanas. Es una película de terror”, dice Catalina.
La vida de muchos estudiantes cambió en la PFLC, según José Cruz Holguín.
“Es una herida dentro de la comunidad de la preparatoria Lázaro Cárdenas”, dice el director.
En julio pasado se graduó la primera generación que egresa después de estos eventos, y en una ceremonia escolar, la estudiante Cielo García dio un discurso en el que pidió no olvidar a Diana.
“Seguimos esperando su regreso […] No me voy a rendir de buscarte”, dijo ante compañeros y maestros.
A raíz de este caso, la Secretaría de Seguridad Pública Municipal instaló una caseta de policías a un costado de la escuela. Además, la preparatoria abrió talleres de autodefensa para enseñar a reaccionar en situaciones de riesgo.
El coordinador de la PGJE recomienda luchar.
Dice que es más difícil privar de la libertad a una mujer que grita y se defiende.
Y Catalina Heredia coincide.
“Si te agarran tírate, muerde, patea. Tírate del auto”, es el consejo que da Catalina a sus alumnas.
“Es preferible que te maten ahí, porque si quedas viva te van a matar mil veces. Cuando ya le estamos diciendo eso a las mujeres jóvenes de este país, somos los adultos quienes no tenemos madre. No merecemos a los jóvenes”.