Las abstracciones de la naturaleza, el pensamiento y la sociedad siempre han tenido enemigos acérrimos e idiotizados por doctrinas que disputan y conservan el poder en todas sus manifestaciones. Nos damos cuenta de las alboradas a “los especializados”, son víctimas de “bulling”, de lo oficial a lo mediático, señalados como herejes epistémicos. Pareciera que lo deseable, para el poder público, es que no destaquen los estudiosos. La Santa Inquisición hizo lo mismo, Galileo es prueba objetiva y material del odio al saber. En México la Dirección Federal de Seguridad se ensañó contra jóvenes revolucionarios y estudiosos del marxismo; la CIA hace lo propio a nivel internacional. Rusia por vía de la KGB no se queda atrás… Cada santo tiene su parroquia.
El síndrome de Hipatia está de moda. ¿Quién fue Hipatia? Una estudiosa de las ciencias y la filosofía, fue hija de Teón, ilustre matemático y astrónomo notable. Impartió lecciones públicas sobre las ideas de Platón y Aristóteles. Maestra inolvidable porque enseñó cómo prender la luz del conocimiento, admirada por sus discípulos cuyos testimonios han permitido conocerla. Nació poco más o menos el año 370 d.C., en Alejandría. La historia la describe como una mujer brillante y bella. Podemos decir que fue la primera mujer dedicada a la ciencia cuya vida está bien documentada. Fue pagana fiel a sus ideas y creencias, obvio fue hostil a la herencia ilustrada del helenismo. Cultura y ciencia, filosofía y artes, fueron su arcilla, heredera de la escuela platónica, explicaba todas las ciencias filosóficas, se caracterizó por su magnetismo pedagógico, quienes “salían de su culpable minoridad” acudían a ella por su atractivo y dialéctico discurso. Además, hay evidencia histórica que Hipatia fue innovadora, creativa, lucida, crítica. Hizo descubrimientos e innovaciones con el método de unir inteligencia y alma. Imaginó en el cielo y sus estrellas el primer paso del GPS, la bóveda como cartografía de ruta. Neoplatonista, abstracta, el universo como unidad absoluta, lo Uno, perfecto, incognoscible e infinito. El “logos” engendra el alma como idea, principio del movimiento y de la materia.
Hipatia fue ofendida por el poder religioso fundado en la ignorancia. Un idiotizado grupo de monjes cristianos la arrastró desde su casa hasta la plaza, frente a la Iglesia en donde desnudada a jalones y golpeada fue descuartizada, luego puesta en una hoguera para que nada contaminara el apolíneo mundo adormilado por el poder. Violencia y barbarismo contra el conocimiento encarnado en Hipatia.
La condenación de Hipatia nos acecha. En “los expertos” reencarna en rostros neoliberales, según los que los ven. Hay un solo dato, el que está en el pódium, nadie más, el saber no existe. Los seguidores irracionales del predicador por vía de la violencia en las pantallas se muestran primitivos y groseros en base a su “posverdad”.
La contradicción se precipita, nuestra Carta Magna determina que la educación es derecho humano, avala la libertad de enseñanza y criterio docente. Es decir, el rumbo pedagógico es el desarrollo integral de la persona, el conocimiento, la ciencia, la técnica, la filosofía, la cultura. Empero, los modernos “torquemadas” pretenden mantener subsumido al colectivo en la ignorancia, se trata de un microclima de subdesarrollo político, sin un encuentro civilizado de las posiciones, sin el diálogo entre pares. La política nunca debe establecer límites al conocimiento, menos a su acceso.
El panorama nos dice que hoy, más que nunca, la política acude a la religión en busca de la fórmula de la enajenación, la caja de pandora de las dictaduras. Apedrean a los entendidos, igual que le hicieron a Hipatia. Terror a la buena educación es fuente de sus miedos. No es sano vociferar cotidianamente contra los estudiosos, tampoco ser un “talibán” burlesco contra sus derechos humanos. El error de la ciudadanía está en dejarles la política a los “políticos”; esa deficiencia política adherida a la enajenación que producen los medios masivos de comunicación, a través de los que cotidianamente, se les expresa odio a los “versados”, realizan implantes en el consiente colectivo, fecundan nuevos mitos, construyen nuevos ídolos, nuevos apegos, nuevos espectáculos comunicativos que engendran sumisión colectiva.
Es la hora de nuevos retos, de exigir discursos liberadores, renunciar al conformismo; reclamar verdaderos políticos que aporten política verdadera; demandar políticas públicas que adecuen la educación, la economía, la cultura…, a las nuevas realidades; es la hora de la auditoria ciudadana, que los “políticos” sean empleados del pueblo, no a la inversa, reivindicar el Derecho y la comunicación como patrimonio colectivo y no como ruta de simulación para el poder de los pocos.
En una nuez: que la política sea cotidianidad de la vida compartida. Es la hora de exhortar que nuestra sociedad esté llena de expertos que den contenido a la nueva realidad social. ¿Cómo? Con educación, organización social, política cordial; no con la suerte de Hipatia.