El vogue no nació con Madonna, tampoco los movimientos de manos ni los pasos de baile que aparecen en su video. El vogue nació en Harlem, entre los años 20 y 30, con los afroamericanos y gays. Franka Polari fue la primera en traerlo a México y fundó la casa House of Apocalipstick.
Franka explica que las casas son grupos de personas LGBT+ que se reúnen y tienen una ética de autocuidado. Son una forma de familia alternativa que busca dar espacio a la creatividad y fuerza vital que tienen las personas con una experiencia de disidencia sexual, agrega.
El vogue usa elementos de la cultura pop, pero también otros que son transgresores. Franka dice que es un híbrido. Usa la moda, el cine, pero también busca irrumpir y cuestionar sobre los temas de género.
Tiene, dice, una relación compleja con el mainstream porque está en continua colaboración con este. El más famoso es el de Madonna o Rihanna, pero también en la gala del Met de Nueva York hubo un show y van a tener competencias en el ball, va a ser la segunda temporada de Vogue en Fox, así que la relación con el mainstream es constante, pero el corazón son las casas, la historia oral, las fiestas, los encuentros. Salir juntos, ir al cine, declara.
Para Franka, el vogue no tiene una causa como tal, pero posee aspectos políticos, vitales, que ayudan a personas a encontrarse tanto vital como espiritualmente. Las personas que pertenecen a una casa se apoyan, se buscan, y cuando están en un ball se siente la armonía intrínseca de quien comparte la intimidad.
“Desde la casa que fundé, House of Apocalipstick, hemos participado en distintas protestas; en la calle, en la marcha gay, apoyando en una clínica donde se ponen los antiderechos a rezar, una en Monterrey donde una rosa venus Apocalipstick bailó contra el acoso en la universidad. Tratamos de colocar esta radical expresión de uno mismo en contextos donde sí hay una causa”.
Ir a un ball, que básicamente es donde compiten varias casas, es una fiesta de bailes. Son emociones que se manifiestan en una pasarela a través de contorsiones y movimientos de manos.
Las personas que pertenecen a diferentes casas viven experiencias distintas. Franka cuenta que desde la suya manejan la idea de que existe el odio y que su venganza es ser felices y “somos felices bailando”.
El vogue ha crecido de manera exponencial en México. Franka repasa la presencia en la república y en Latinoamérica. Hay casas en Puebla, Guadalajara, Mérida, Guanajuato, Nuevo León. También hay comunidad en Brasil, Colombia, hay fiestas en Buenos Aires, hay House of Apocalipstick en Chile. Además, dice, Costa Rica tiene una escena vital muy interesante. Ahora hay un pionero de Perú conviviendo y aprendiendo con la comunidad en Ciudad de México.
House of Tupamaras en Colombia tiene un activismo político fuerte. “Estamos en comunicación y hablamos sobre temas de raza, clase, temas muy presentes en Latinoamérica, diferentes a los de Asia, por ejemplo, o incluso de Estados Unidos”, detalla.
Si una persona quiere pertenecer a una casa, se espera que vaya a la comunidad, conviva con las casas, a lo mejor la invitan a una, quizá más tarde decida fundar otra después de ganar una categoría, describe Franka Polari.
“Tener una casa va más allá de un grupo de lectura o grupo que se reúne a bailar solo de siete a ocho de la noche. Hay una preocupación constante por el otro, el reunirse para sacar un evento, para hablar, es una experiencia de tribu urbana y las madres tenemos un consejo donde decidimos cosas, tenemos nuestros cantos”, narra.
Para entrar hay que convivir, no es un grupo coreográfico donde hay audición, se tiene que convivir y vibrar con esa gente, asegura.
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