Es muy probable que el verbo acurrucar te haga pensar en la relación entre dos personas; tal vez un padre y su hijo, o un grupo de universitarios exhaustos brindándose consuelo. En el mejor de los casos, acurrucarse es un momento de ternura que compartimos con nuestros seres queridos; y en el peor, es algo que muchos deberían abstenerse de hacer dentro de un vagón atiborrado de “metronautas”.
Pero ahora, un nicho de mercado emergente ha convertido los abrazos en una nueva forma de terapia y cuidado personal. A lo largo de la última década, acurrucarse ha evolucionado de una simple muestra de afecto en una industria exitosa que se fundamenta en la filosofía de la aquiescencia. Pero ¿a qué se debe la tremenda popularidad del “acurrucamiento profesional”?
Una rápida búsqueda Google sobre “acurrucadores profesionales” arroja centenares de individuos y empresas que atienden a clientes que solicitan servicios profesionales de abrazos. Y esta tendencia ha llegado más allá de las grandes ciudades, de modo que puedes encontrar acurrucadores profesionales en casi cualquier parte, desde la Ciudad de Nueva York hasta una pequeña población rural de Alabama.
Adam Lippin, CEO de Cuddlist, habló con Newsweek acerca de su singular compañía y sobre su fe en el poder del contacto terapéutico. Debido a que nuestra sociedad tecnológica tiende a aislar a las personas, Lippin propone que las caricias profesionales pueden servir como una “conexión a tierra” que permite unir a los seres humanos. “Este tipo de conexión [el contacto terapéutico consensual] es capaz de precipitar un cambio de conciencia, lo cual puede permitir que ocurra una curación real”.
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Lo mismo opina Saskia Larsen, terapeuta de contacto en el equipo de Cuddlist. En entrevista con Newsweek, Larsen cuenta que empezó su carrera como masoterapeuta [terapia de masaje], y luego descubrió que el acurrucamiento profesional propiciaba una conexión mucho más profunda con sus clientes. “Soy muy sensible a lo que sienten los demás… por lo que de veras me conforta brindar confort a otras personas”.
Igual que las tostadas con aguacate y el yoga con cabras, el acurrucamiento profesional ha sido catalogado como una novedad terapéutica dirigida a los millennials. Tal vez porque diversas investigaciones han confirmado que tanto los millennials como la generación Z tienen más problemas de salud mental que las generaciones precedentes. Por ejemplo, un estudio del Centro de Investigaciones Pew halló que, entre 2010 y 2016, los “episodios depresivos mayores” aumentaron 8 por ciento en los adolescentes de 12 a17 años.
Cabe aclarar que los millennials no son los únicos que están en busca de terapias alternativas. Al preguntarle por sus clientes, Saskia respondió que atendía a una gran variedad de personas con una amplia gama de antecedentes, y señaló que la gran mayoría se sentía “aislada por la cultura actual” o “abrumada por la incertidumbre del clima político estadounidense”.
Si bien hay muchos a quienes no les molestaría tener más abrazos en sus vidas, el acurrucamiento profesional tiende a plantear muchas interrogantes sobre la intimidad. Una cosa es la terapia; pero abrazar a un desconocido es una perspectiva un tanto sobrecogedora. No obstante, Larsen asegura que el contacto físico no es un aspecto indispensable para sus sesiones. Por el contrario, la acurrucadora profesional deja que sus clientes la dirijan, e incluso reveló a Newsweek que ha pasado sesiones completas “sentada en el otro extremo del sofá, porque ese era el nivel de comodidad [de su cliente]”.
Desde que se iniciaron como acurrucadores profesionales, Lippin y Larsen han visto expandirse el interés en la terapia de abrazos. Y Larsen interpreta ese fenómeno como una creciente conciencia de la importancia que tienen el cuidado personal y la salud mental. “Me parece que las personas empiezan a evolucionar, que cada día se vuelven más abiertas y comprensivas de las necesidades humanas básicas. Y el contacto físico es una necesidad humana muy básica”, concluyó Larsen.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek