Desde niña, la autora española Rosa Montero ha tenido una clarísima obsesión por la muerte y por el paso del tiempo. Esta idea se manifiesta en toda su obra, y especialmente en Los tiempos del odio, su novela más reciente.
“MIRA, ROSITA, qué tarde tan bonita. Disfrútala porque enseguida será de noche y estarás durmiendo; y enseguida será mañana y estarás en el colegio; y enseguida habrá pasado más tiempo y te habrás hecho mayor; y enseguida habrá pasado más tiempo y se habrán muerto tus padres; y enseguida habrá pasado más tiempo y te habrás muerto tú”.
Este pensamiento ha asaltado a Rosa Montero desde que tenía diez años. Ella, una de las escritoras más reconocidas de nuestra época, lo rememora ahora, justo cuando dilucida sobre uno de los temas que más la apasionan y que ha marcado toda su obra literaria: el tiempo.
“Yo he tenido desde muy pequeña una clarísima obsesión por la muerte y por el paso del tiempo, por lo que el tiempo nos hace y nos deshace, porque vivir es irse deshaciendo en el tiempo. Este pensamiento, que lo he tenido desde niña, no es para mirarme con horror y tenerme pena, porque, en recuerdo de lo que he pensado (mira, Rosita, qué tarde tan bonita, disfrútala), digo que cuando eres muy consciente de la muerte y del paso del tiempo, eres muy consciente de que estás vivo y de la belleza de la vida”.
La autora española, nacida en Madrid hace 68 años, hizo una visita relámpago a México para promocionar su más reciente obra literaria, Los tiempos del odio, cuyo subtítulo es “Sin amor no merece la pena vivir”. Publicada por la editorial Seix Barral, esta es la tercera novela protagonizada por Bruna Husky, un androide, un clon humano, una replicante de combate, que en Madrid trabaja como detective y vive en el año 2110.
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Ni Sofía Zarzamala, de El corazón del tártaro; ni Lucía, de La hija del caníbal; ni Soledad Alegre, de La carne, ocupan un lugar tan especial como Bruna Husky en las preferencias de Montero respecto a sus personajes. Bruna es la protagonista que más le gusta y la que siente más cercana a ella porque, en el fondo, son muy parecidas en su concepción del tiempo.
Bruna es un clon humano madurado aceleradamente por ingenieros genéticos. Fue criada dentro de un tanque y en 12 meses alcanzó la edad biológica de 25 años. En ese momento fue activada, luego vivió diez años, hasta la edad de 35, cuando, de manera natural, se le desató un proceso tumoral canceroso, masivo, que la matará en una semana.
“Es decir, los replicantes saben exactamente cuándo van a morir, no pueden olvidar que son mortales”, reflexiona la escritora en encuentro con Newsweek México. “Los seres humanos vivimos olvidando que somos mortales para poder soportar esta condena a muerte, todos los seres humanos, salvo un puñado de neuróticos, como Woody Allen o yo misma, que no podemos olvidarnos de que somos mortales.
“A veces los humanos —continúa—, muchas veces, no solamente creen que son inmortales, sino que además viven, como decía John Lennon, como maletas. Decía Lennon: la vida es eso que pasa mientras nosotros nos ocupamos de otra cosa”.
Cuando su gran amor, el inspector Paul Lizard, desaparece, Bruna se lanza a su búsqueda de manera desesperada. Su investigación la lleva a una colonia remota que reniega de la tecnología, así como a rastrear los orígenes de una oscura trama de poder que se remonta al siglo XVI. La situación del mundo se hace más y más convulsa, la crispación populista aumenta y la guerra civil parece inevitable.
Montero dice al respecto que, tanto en España como en la mayoría de los países de habla hispana, la ciencia ficción está muy mal entendida: “La gente cree que se trata de cosas esotéricas, de cosas que no tienen emociones, que son científicas, que no van a tener nada que ver con tu vida. Es una falta de conocimiento porque, lo que es de verdad la ciencia ficción, lo que te da, es una herramienta metafórica poderosísima para hablar de nosotros, de la condición humana, del aquí y del ahora.
“Mis novelas de Bruna son las más realistas que he escrito. En esta hay muchas novelas, como pasa en la escritura del siglo XXI: es una novela de ciencia ficción, pero es una novela negra, de detectives, de suspense, y además con una intriga muy fuerte. Y es una novela de aventuras, que además no te da tregua. Y es una novela existencialista sobre la muerte y el sentido de la vida. Y es una novela psicológica. Y es una novela política y una novela social”.
DEL ODIO AL AMOR
En Los tiempos del odio igualmente es de resaltar la especial dedicatoria. “Para todos los hombres que he amado en mi vida, incluso aquellos que no lo merecieron. Y para todos los hombres que me han amado en la vida, incluso aquellos a quienes no merecí”, se lee en la página 7.
“Efectivamente, amar nos hace vulnerables, frágiles, y nos hace más débiles”, reflexiona la autora, cuya pasión por las salamandras se denota en un anillo y en un tatuaje. “Pero es que no hay opción. Escoger no amar por miedo a esa debilidad es escoger la muerte, es escoger no vivir: sin amor no merece la pena vivir. En esta novela Bruna da ese paso —ama a un detective que a veces la desdeña—, y asume esa vulnerabilidad”.
Sin embargo, el subtítulo de “Sin amor no merece la pena vivir” se refiere no solo al amor-pasión, sino a la relación social con los semejantes en pos de gestar un planeta más humano: “La novela en definitiva me consuela con una demostración a mí misma, que la he escrito, de que, si realmente luchas por tus valores y no te dejas vencer por la pasividad y por el acomodo, puedes hacer del mundo un sitio mejor. Entonces, el subtítulo también se refiere a eso, a otro tipo de política que no sea la de la depredación y a ese otro tipo de relación social con los otros, a ese impulso, deseo y lucha por intentar ser mejores y construir un mundo mejor”.
Psicóloga y periodista, a lo largo de su carrera Montero ha publicado una cuarentena de libros, entre los que se cuentan novelas, relatos y cursos de escritura, así como infantiles, de periodismo y obras de teatro. Gracias a estos y a su vasta obra periodística ha obtenido más de 20 galardones, entre los que destacan el Premio Nacional de las Letras, el Nacional de Periodismo, el Rodríguez Santamaría y el Premio de Periodismo El Mundo. Además, parte de su obra ha sido traducida a más de 20 idiomas.
Es, también, una gran admiradora de Albert Einstein y del extraordinario universo de la ciencia. En uno de sus brazos, incluso, trae tatuada la leyenda, en latín, “Sapere aude” (atrévete a saber), así como la ecuación de la teoría de la relatividad.
“Me gusta mucho la ciencia y leo mucha divulgación científica —cuenta mientras menea una botella de agua a la cual apenas le ha dado un breve sorbo—. Por eso he intentado hacer unas novelas que pasen dentro de cien años, que fueran un desarrollo político, social, tecnológico y científico no solo posible, sino incluso probable. Por ejemplo, los clones humanos. Es que va a haber clones humanos, aunque estén prohibidos; es más, es posible que los haya ya porque la tecnología ahí está”.
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A ese respecto, dice que lo que realmente ilusiona a todos los escritores, como una especie de necesidad, es crearse un mundo propio. Para explicarlo recurre a un recuerdo sobre J. K. Rowling, la autora de la serie de libros de Harry Potter:
“Leí una entrevista a Rowling y decía que, cuando terminó de escribir los siete libros de Harry, se pasó un año metida en la cama con una depresión horrible porque era un exilio de ese su mundo tan coherente. Es maravilloso poder crearte un mundo propio, con personajes estables que se van repitiendo, y que tú puedas visitar ese mundo cuando quieras. Ser novelista es un poco ser Dios porque es crear mundos; pero si ya de verdad te creas tu propio mundo, es ser un dios muy poderoso o ser un niño que juega con un juguete muy grande”.
NUESTROS TIEMPOS PELIGROSOS
—¿Cómo describes los tiempos del odio, Rosa?
—Mis novelas de Bruna son tan realistas que son los tiempos que estamos viviendo. Tenemos un proceso de destrucción de la credibilidad democrática desde hace ya una decena de años por lo menos, y cada vez la gente se siente tan menos representada por los sistemas democráticos, que la transparencia del sistema democrático —que es muy buena, es un gran valor—, deja ver los fallos de ese sistema: la corrupción, la hipocresía, la falta de igualdad y de justicia. Entonces, hay mucha gente que está dejando de sentirse representada por la democracia y, trágicamente, ignorantemente, se están entregando a la falsa pureza de los dogmas, de los demagogos y de los extremistas y los fanáticos de todo tipo, fanáticos laicos o religiosos como el ISIS, de extrema izquierda, de extrema derecha, demagogos, ultrademagogias basadas en el odio como las de [Donald] Trump y [Jair] Bolsonaro, y como todos los neofascismos que están creciendo en Europa.
“Entonces, es un momento muy peligroso porque realmente, si no refundamos la democracia y si no luchamos por los valores que esta ha traído y ha defendido, corremos el riesgo de perder logros democráticos conseguidos con sangre, sudor y lágrimas en los últimos 300 años. Yo, que he nacido y he crecido en una dictadura, sé muy bien que la peor democracia es mil veces mejor que cualquier dictadura. Entonces, de esos tiempos de odio habla esta novela, de cómo los poderes abusivos manipulan a los jóvenes y los vuelven locos y los utilizan de peones”.
—Esta obra, la trilogía en sí, ¿hasta qué punto es un llamado a la nostalgia, a los tiempos pasados?
—Nostalgia, para nada. ¿Por qué?
—Pues no sé. Está escrita cien años posteriores a nuestra era.
—Sucede en el año 2110. Entonces, nostalgia ninguna. Nostalgia del pasado, cero. Tampoco es distópica, ahora se habla mucho de la distopía, que son esas novelas futuristas que son completamente catastrofistas y como si fueran un apocalipsis y que te dicen: es que vamos hacia eso. Pero para nada, mi novela no es distópica, porque ese mundo que presento en las novelas de Bruna Husky, que te digo que es superrealista, es comparable al nuestro con sus cosas buenas, sus cosas malas, en algunas cosas es mejor al nuestro, en algunas cosas es peor, pero en conjunto yo os diría que el mundo de Bruna es menos malo que el mundo real que vivimos.
“No solamente no soy nada nostálgica, no sirve de nada irse para atrás, soy todo lo contrario, muy futurista, hipertecnológica, hipercientífica, hago ciencia ficción que sucede dentro de cien años. Una de las cosas por las que me gustaría no morirme es que me desespera no saber qué va a pasar en el futuro. Tengo una curiosidad maravillosa por el futuro. Si pudiera salir de la tumba cada 50 años a echar una ojeada me parecería un trato magnífico”.
—¿Cuál será, entonces, la mejor forma de superar estos tiempos del odio?
—Implicándonos políticamente, movilizándonos, exigiendo a nuestros líderes y a todos dentro de todos los niveles políticos de una democracia, la política local, el asociacionismo, los colegios profesionales. No esperar a que los demás te saquen las castañas del fuego, participar en la vida pública colectiva y en la vida pública en tu sector. Pensar, analizar todo lo que te dicen, intentar tener la cabeza fría, intentar todo el rato, no caer en el juego.
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“Los malos nos están ofreciendo la tentación de la furia y el odio justamente para la frustración que tenemos —concluye—. Además, nos están buscando como sucedió en el nazismo, que buscaron el chivo expiatorio de los judíos; ahora es la misma estrategia: no cambiar la situación, buscar chivos expiatorios, buscar convertir la frustración de la gente en odio contra individuos o contra grupos y hacernos cautivos de ese odio. Entonces, hay que ser racionales, hay que pensar todo el rato, hay que calmar las emociones, hay que apostar por la convivencia. Pero, al mismo tiempo, hay que ser rigurosos en exigir cambios políticos y sociales”. N