La “próxima Internet” ya no será exclusiva de criptoanarquistas. Gracias a un genio matemático de 24 años, empresas como IBM están festejando como si fuera 1993. Y tú eres el siguiente invitado.
En 2014, el canadiense Joe Lubin vivía en Jamaica cuando tuvo una reunión que lo convertiría en un criptomultimillonario, y en uno de los sumos sacerdotes de un nuevo ecosistema tecnológico que, según cuentan, algún día será más importante que la internet.
Lubin, ingeniero de Princeton de 53 años, cuyo currículo incluye temporadas en Goldman Sachs y varios fondos de compensación, se había “desconectado” desde hacía mucho. Alarmado por la deuda global y por lo que veía en Wall Street y Washington, D. C., pensó en acumular metales preciosos mucho antes de que se sintiera todo el rigor de la crisis financiera de 2008. Incluso viajó con su hermano a Perú y Ecuador para comprar tierras agrícolas sudamericanas, como protección de lo que Lubin consideraba las inevitables represalias globales.
En vez de ello, al estallar la crisis, Lubin emigró con una amiga a la nación rastafari, y construyeron en Kingston un estudio de grabación casero cerca de la playa, donde empezaron a producir música y videos. Durante un tiempo, Lubin hizo todo lo posible para ignorar la masacre que había dejado atrás. “Nos pareció que el proyecto musical de Jamaica sería mucho más barato y divertido”, recuerda. “Son un guitarrista pésimo, así que fui el facilitador”.
Pero en 2011, Lubin leyó un artículo sobre bitcoin, la criptomoneda que había inventando un personaje misterioso conocido por el seudónimo Satoshi Nakamoto. Como muchísimos otros, Lubin se “encaprichó” con el concepto de que el dinero digital de Nakamoto podía operar fuera de los sistemas financieros, donde era indiferente a las manipulaciones de gobiernos y banqueros centrales. Así que empezó a comprar monedas y a leer todo lo que pudo encontrar sobre la tecnología.
Las mayores innovaciones de Nakamoto fueron la creación de un sistema contable paralelo y encriptado, conocido como “blockchain”, así como una estructura de incentivos para que la gente lo usara en sus computadoras. El software de Nakamoto permitía que miles de personas actuaran simultáneamente como custodios de un registro en actualización constante. Dicho registro asentaba el tiempo y el origen de cada transferencia y transacción bitcoin; y, al mismo tiempo, revisaba una infinidad de computadoras que operaban de manera independiente. Para que un nuevo “bloque” (block) de transacciones quedara registrado, la mayor parte de esas computadoras tenía que validarlo y, por ese motivo, era imposible que alguien hackeara, engañara o manipulara el sistema.

Pese a ello, transcurrieron cinco años para que Lubin topara con un genio matemático de 19 años en una reunión de criptoentusiastas que se celebró en el centro de Toronto y, ese día, el ingeniero canadiense abandonó la vida de empresario musical. El joven era Vitalik Buterin, un desertor universitario cuyo enamoramiento de la criptomoneda lo llevó a cofundar la revista Bitcoin. Aquel 1 de enero de 2014, Buterin dijo a Lubin que había desarrollado una aplicación blockchain completamente nueva: aunque un poco parecida, era mucho más ambiciosa que el sistema contable de Nakamoto.
La plataforma de Buterin ofrecía un registro contable e indeleble con la capacidad de asentar no solo transacciones bitcoin, sino cualquier tipo de transacción. Podía programarse para que, automáticamente, ejecutara convenios complejos o “contratos inteligentes”; por ejemplo, vender participaciones de una propiedad; permitir que una organización adopte estatutos; o comprar 1,000 fardos de algodón en seis meses, a 1.50 dólares la libra. Y ya que corría simultáneamente en numerosas computadoras de todo el mundo, todo se llevaba a cabo fuera de la jurisdicción de cualquier gobierno o entidad corporativa, y sin interferencia. Buterin dio a su plataforma el nombre de Ethereum.
La estrategia de Buterin resultaría confusa para la mayoría; sobre todo, para quienes no han considerado que estamos a merced de las corporaciones y los gobiernos que controlan los servidores y los centros de datos de la internet. Pero cuando Lubin leyó el informe con la propuesta de Buterin, comprendió que era la solución que había estado esperando: un medio para desatar la transformación global que imaginara desde su descubrimiento de bitcoin.
Sería posible reemplazar los servidores centralizados por una colmena de operadores individuales e independientes, y controlada, simultáneamente, por todos y por nadie. Se eliminarían las cuotas y los intermediarios; emergerían nuevas estructuras institucionales, comerciales y gubernamentales; y también una World Wide Web distinta: una “máquina virtual” auténticamente democrática que nos permitiría recuperar nuestros datos de todos los Facebook, Google y Amazon del mundo. Hasta trastornaría a los trastornadores.
“Esta tecnología tiene el potencial de destruir los depósitos de poder y reequilibrar las asimetrías de información que son una desventaja para muchos”, escribió Lubin, algún tiempo después.
Casi cinco años más tarde, esa visión se ha convertido en un movimiento global. Lanzada en 2015 por Buterin, Lubin y un pequeño grupo de pioneros, la plataforma Ethereum cuenta ya con cerca de 250,000 desarrolladores y ha dado origen a multitud de imitaciones, copias y usurpadores. Y, de paso, ha vuelto inmensamente ricos a Lubin y su joven amigo.
Nadie sabe cuánto cambiará el mundo gracias a la innovadora reingeniería del blockchain. Pero lo averiguaremos muy pronto.

UNA AVALANCHA VIRTUAL
En los últimos meses, la primera avalancha virtual de proyectos blockchain ha pasado de las fases piloto a la implementación completa, tanto en Ethereum como en muchas otras plataformas rivales de contabilidad distribuida. La gente que impulsa esas nuevas tecnología ya no es una pequeña pandilla de criptoanarquistas, desilusionados de Wall Street, y programadores de computadoras. Ahora, el sector incluye a los líderes corporativos y gubernamentales que controlan las mismas estructuras de poder los primeros conversos de bitcoin pretendían trastornar.
Aunque esos líderes quieren usar la tecnología para fines poco originales -rastreo de la custodia en cadenas de suministro, acuerdos bancarios back-office, o reingeniería de sistemas de seguridad alimentaria-, todos hablan de blockchain con un fervor casi religioso. Y esto ha creado una suerte de manía en torno de una tecnología que muchos no entienden, y se avergüenzan de reconocerlo.
“Toda firma de consultoría está obsesionada con esta cosa”, señala Sheila Warren, directora del proyecto blockchain para el Foro Económico Mundial, dirigido a fomentar el desarrollo de estándares y protocolos técnicos comunes. “Las compañías grandes tienen laboratorios blockchain, incluidas IBM, Microsoft, Facebook, Google y SAP. Todas estas empresas están prestando atención”.
Algunos innovadores iniciales -y más radicales- de blockchain miran con recelo a las grandes corporaciones que buscan introducir su visión idealista de una “máquina de la verdad” universal, y modificar la arquitectura para adecuarla a sus intereses mercantiles. Pero otros, como Lubin, consideran que ese desarrollo es útil en la visión de una nueva World Wide Web para transacciones de toda índole.
Según un informe de International Data Corporation (IDC), se espera que el gasto corporativo en tecnologías blockchain crezca de menos de 2 mil millones de dólares en 2018 a 11.7 mil millones de dólares para 2022. La empresa analizó 16 casos de aplicación, incluidos cumplimiento regulatorio, seguridad alimentaria e identidad digital. Pero la ironía es que, hasta ahora, los gastadores más agresivos son las empresas de servicios financieros: justo la industria que intentaba esquivar el bitcoin blockchain original. A decir del informe de IDC, se espera que esas corporaciones desembolsen 552 millones de dólares solo en 2018. No obstante, otro estudio basado en una encuesta de 200 peces gordos de la industria bancaria sitúa la cifra en 1.7 mil millones de dólares; así mismo, una de cada 10 instituciones financieras encuestadas reveló que su presupuesto blockchain superaba los 10 millones de dólares. El “banco de primer nivel” típico tenía 18 empleados trabajando a tiempo completo en la tecnología, y pretendía empezar a operar en los próximos 24 meses, agregó un informe de Greenwich Associates.
Los impulsores de la tecnología blockchain han dejado de atacar a la moneda virtual que los líderes de la industria criticaran durante mucho tiempo. De ellos, el más célebre es Jamie Dimon, presidente y CEO de JPMorgan Chase, quien alguna vez dijo que bitcoin era un “fraude” y una “estafa”. Ahora, muchos argumentan que, gracias a sus sistemas contables distribuidos, llegará el día en que las empresas de servicios financieros se ahorrarán miles de millones de dólares por distintos medios: aumentando la precisión y acortando el tiempo de liquidación en las transacciones de capital; acelerando y simplificando los pagos transfronterizos; e implementando contratos inteligentes autoejecutables que obligan al cumplimiento automático de todas las partes de un contrato. Además, todo esto se hará sin el gasto adicional de los intermediarios humanos, quienes hoy son indispensables para supervisar y garantizar que se lleven a cabo las transacciones.
“Las transacciones se agrupan en bloques, registrando cada cual en una cadena de bloques (el ‘blockchain’)”, escribió Deloitte, gigante de la consultoría, en un informe reciente dirigido a sus clientes bancarios. “Los enlaces entre bloques y su contenido están protegidos mediante criptografía, de modo que no es posible destruir ni falsificar las transacciones anteriores. Esto significa que podemos confiar en el sistema contable y en la red de transacciones, sin que haya una autoridad central: el ‘intermediario’”.
La tecnología también podría beneficiar a los pequeños actores de muchas otras industrias. Según el Foro Económico Mundial, las mejoras en eficacia reducirán el costo de las operaciones de negocios, lo cual podría liberar hasta un billón de dólares en comercio, sobre todo en las economías emergentes y entre las empresas pequeñas y medianas (esto se lograría mitigando el riesgo crediticio, reduciendo las tarifas y acelerando los tiempos de procesamiento en frontera, entre otras cosas).
Por su parte, los especialistas en cadenas de suministro se han sumado a las filas de los proselitistas más fervientes de esta tecnología. Jerry Cuomo, socio y vicepresidente de desarrollo blockchain en IBM, no olvida el día en que se enteró de la existencia de Ethereum y leyó el informe de Buterin como si fuera una experiencia iluminadora.
“Me di cuenta de que cambiaría al mundo”, dice. “Me contagié de la fiebre blockchain. De pronto, todo tenía sentido”.

En aquellos momentos, Cuomo era el miembro fundador y director de tecnología de una unidad empresarial de IBM, cuya cartera de ofrecimientos estaba valuada en 6 mil millones de dólares, y se dedicaba al desarrollo de “middleware”: el software y los sistemas que hacen de puente entre las diversas redes de servidores y los negocios. Cuando un empleado le explicó la idea de Buterin, Cuomo pensó en la disputa prototípica de todos los días: “Un proveedor llama al cliente y le dice, ‘¡Oye! No me pagaste’. El cliente responde, ‘¡Te pagaré cuando me hayas enviado la maldita cosa que ordené!’. El proveedor insiste, ‘Pero ¡ya te la envié!’. Y entonces interviene la empresa de mensajería: ‘La entregamos’”.
Según Cuomo, a partir de ese momento puede transcurrir un promedio de 44 días para que las cadenas de IBM aclaren el problema. “Cualquier día, cualquier cadena de suministros de IBM tiene decenas de millones de dólares -incluso cien millones de dólares- amarrados en estas disputas. Y es una práctica empresarial aceptada”.
Si las computadoras corporativas de todas las partes contaran con registros digitales inmutables, actualizados -al instante y simultáneamente- en cada paso del proceso, no habría necesidad de discutir por tres contabilidades distintas, enfrascarse en llamadas telefónicas hostiles e involucrar en el problema a varios miembros del personal. Bastaría dar un vistazo al blockchain para aclarar la situación y localizar el artículo extraviado, casi al instante.
Cuomo se dio cuenta de que semejante sistema ofrecía el potencial de reducir drásticamente los costos en infinidad de frentes. Por ejemplo, al agilizarse el rastreo de mercancía, las primas de seguro bajarían; se recortaría el costo de la seguridad computarizada o bien, todas las partes podrían compartirlo. Y como solo habría un conjunto de registros, el personal administrativo podría ocuparse de otros asuntos.

Después de leer el documento de Buterin, Cuomo “se enamoró de Ethereum” y presionó para que IBM invirtiera fuertemente en tecnologías blockchain. Pero surgieron dudas cuando Cuomo y su equipo analizaron los requisitos de seguridad y privacidad de los clientes de IBM. Cuomo sabía que sus clientes corporativos estarían encantados con la contabilidad distribuida, aunque también se daba cuenta de que querrían decidir a quién se distribuía, un problema que los programadores de Ethereum no habían contemplado. Así que Cuomo y su equipo se pusieron a buscar la manera de crear blockchains “autorizados” que solo un puñado de personas podría manipular y visualizar. Concluyeron que construir semejante “jardín amurallado” dentro del ecosistema Ethereum existente requeriría de una “cirugía mayor” en el código Ethereum. Así mismo, Cuomo explica que, cuando los abogados corporativos de IBM abordaron a Ethereum Foundation (organización no lucrativa que supervisa la creación del nuevo ecosistema blockchain), descubrieron que sus reglas de licencia y propiedad intelectual comunitaria eran excesivamente restrictivas: los derechos no serían propiedad IBM, sino de la fundación.
“Así que cualquier comercialización tendría que ser aprobada por Ethereum Foundation”, señala Cuomo, “y las condiciones para las licencias de fuente abierta no suelen satisfacer a los abogados; específicamente a los de IBM, aunque también desde la perspectiva comercial”.
Eso ocurrió en 2015, de manera que IBM decidió seguir por su cuenta y liderar esfuerzos para establecer una colaboración paralela de código abierto con reglas IP (protocolo Internet) más compatibles con las empresas. Conocido como Hyperledger, el proyecto se ejecuta desde Linux Foundation y cuenta con una fuerza de desarrolladores solo superada en número por Ethereum. La supervisión del proyecto está a cargo de una junta directiva 20 miembros, entre ellos Cisco, Intel, Hitachi, Bank of New York Melon, Wells Fargo, y Accenture. La presidenta es Blythe Masters, ex ejecutiva de JPMorgan y actual CEO de Digital Asset Holdings, compañía que Masters cofundó para crear tecnologías de contabilidad distribuida, dirigidas a instituciones financieras reguladas (antes de blockchain, Masters era mejor conocida porque inventó la permuta de incumplimiento crediticio, instrumento financiero que tendría un papel importante en la crisis financiera de 2008: la misma crisis a la que muchos atribuyen el impulso de bitcoin).

En los próximos meses, seguramente escucharás hablar mucho de Hyperledger. Hace poco, algunos de los primeros proyectos blockchain corporativos han pasado de la fase de prueba de concepto a ser programas completamente operativos que utilizan la infraestructura diseñada por los consultores de IBM, e implementada con una tecnología llamada Hyperledger Fabric. Ya que IBM ayudó a desarrollar esta tecnología, el Gigante Azul tiene que proporcionar las computadoras iniciales a la cadena blockchain y a los participantes “de a bordo”.
Uno de ellos es We.Trade, consorcio de 10 bancos europeos lanzado la primavera pasada, entre cuyos miembros se cuentan HSBC, Santander y Société Générale. Su red brinda un blockchain que conecta a las partes que intervienen en transacciones comerciales transfronterizas, incluidos el comprador, el banco del comprador, el vendedor, el banco del vendedor, y el transportista. Puedes acceder desde cualquier dispositivo conectado, y ya se está utilizando para administrar, rastrear y ejecutar una cantidad reducida, pero creciente, de transacciones comerciales nacionales e internacionales. Se espera que hagan un lanzamiento importante en algún momento de este otoño.
En agosto comenzó a operar Food Trust, un esfuerzo en seguridad alimentaria respaldado por IBM. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) informan que, cada año, cerca de 28 millones de estadounidenses desarrollan enfermedades transmitidas en los alimentos; y de ellos, mueren alrededor de 3,000 individuos. Debido a los retiros, la vigilancia continua y los esfuerzos de seguimiento, la industria debe cargar con un costo de miles de millones de dólares. En 2017, Frank Yiannas, vicepresidente de seguridad alimentaria en IBM y Walmart, demostró que un blockchain podía agilizar la respuesta en el caso de un brote, o al menos facilitar el cumplimiento de las inspecciones reglamentarias. Para ello, Yiannas nombró un equipo que utilizó los métodos convencionales para rastrear el origen de una sola caja de mangos: demoraron 6 días, 18 horas y 26 segundos. Al utilizar blockchain, tardaron exactamente 2 segundos.
Desde que el blockchain de Food Trust entró en operaciones, Walmart, Kroger y otros grandes proveedores han registrado más de 2 millones de transacciones, y más de 4 millones de productos individuales, informa Brigid McDermott, vicepresidenta y supervisora del proyecto Food Trust de IBM. Por supuesto, eso es apenas una fracción de los alimentos que se desplazan por el sistema, y solo dentro del reducido grupo de los proveedores más importantes (se calcula que, en todo el mundo, hay 1.2 millones de proveedores de alimentos, 200,000 minoristas y 500 millones de agricultores).
Por lo pronto, cada uno de los proveedores participantes -incluidos Driscoll’s, Dole, alimentos Nestlé para bebés, Unilever y Tyson Foods- ha comenzado a rastrear parte de sus alimentos desde la granja hasta la mesa. “Nos encontramos en las etapas iniciales, con una pequeña cantidad de productos”, explica McDermott. “Lo que sigue es operar a gran escala. Sin embargo, hemos pasado de una situación única y cuidadosamente controlada, a otra en la que tienes datos de producción y productos reales corriendo en el sistema”.
IBM no es la única compañía Fortune 500 que empieza a cosechar los frutos de sus esfuerzos blockchain. El consorcio R3 abarca más de un centenar de las empresas de servicios financieros más grandes del mundo, y sus miembros siguen anunciando nuevas asociaciones e iniciativas. Pero ¿qué hay de Ethereum y su misión original? ¿Cuándo llegará esa magnífica “Web 3.0” democrática? ¿Y qué ocurrió con los grandes sueños de Lubin?

EL ENGENDRO DEL GENIO ALIENÍGENA
Pareciera que la oficina de Lubin en la sede de ConsenSys, compañía con fines de lucro sita en Brooklyn, Nueva York, se encuentra a un mundo de distancia de los rígidos campus corporativos de IBM. Y, por supuesto, está muy lejos de Jamaica. El edificio se alza en Flatbush, un sucio barrio industrial plagado de grandes bodegas. La puerta principal está enmarcada con grafitis y cubierta por una profusión de calcomanías. En la acera contraria, el letrero de una cafetería de planta baja proclama las especiales: “cannabis cold brew” y “kombucha de barril”. Una tarde reciente, la pesada puerta de metal se abrió para dar salida a una bandada de hípsters y técnicos en ropa informal, armados con bates de Wiffle ball para realizar un ejercicio de “team-building”.
Cuando regresó a Jamaica, Lubin intentó continuar con su estilo de insular y al mismo tiempo, intervenir desde lejos en la revolución blockchain. Sin embargo, no tardó en involucrarse a tiempo completo. A fines de enero, la revista Wired lo encontró en Miami, en una conferencia bitcoin a la que asistió acompañado de su nuevo amigo con cara de bebé. Lubin informó al reportero que Buterin era “un genio alienígena que llegó a nuestro planeta para darnos el divino don de la descentralización”.
Dados sus antecedentes en tecnología y negocios, Lubin emergió rápidamente como un estratega clave y adoptó el título de director operativo de la compañía que haría realidad la visión de Buterin. Las cosas evolucionaron con celeridad a partir de entonces. La fundación estableció una sede en Suiza (“Temíamos la respuesta de Estados Unidos ante los proyectos blockchain”, recuerda Lubin); y en julio de 2014, Buterin, Lubin y el equipo medular lanzaron la “preventa” de una nueva criptomoneda llamada Ether, la cual sería la moneda nativa de la plataforma Ethereum.
Para entonces, la gran idea de Buterin se había diseminado por los blogs y las salas de chat que frecuentaba la pequeña y obsesionada comunidad bitcoin, la cual había devorado el documento informativo de Buterin y aguardaba el lanzamiento de Ether desde hacía meses. En las 12 horas iniciales de la preventa, la moneda recaudó 3,700 bitcoins, valuados en 2.3 millones de dólares. Y al concluir, seis semanas más tarde, la venta casi se había decuplicado.
El dinero se destinó a la financiación de las operaciones de Ethereum Switzerland GmbH y de Ethereum Foundation, las dos organizaciones creadas para supervisar el proyecto. En 2015, durante los meses previos al lanzamiento de la plataforma, Lubin fundó ConsenSys para crear aplicaciones en Ethereum y atraer a la comunidad de desarrolladores. A fin de “activar” a Estados Unidos, decidió establecerse en la Ciudad de Nueva York.

Igual que el crecimiento de Ethereum, el de ConsenSys ha sido explosivo. Hoy día, la compañía tiene 1,000 empleados en 28 países. Algunos de ellos trabajan desde sus hogares o en cafeterías, y otros ocupan las instalaciones de Brooklyn; San Francisco; Londres; Tel Aviv, Israel; Bucarest, Rumania; o Sídney y Queensland, Australia. La estructura de la compañía está inspirada en los ideales utópicos de Lubin. Los empleados eligen sus títulos y, en vez de la jerarquía convencional, han creado una estructura de gobierno que denominan “holocracia”, un sistema de administración descentralizado que “distribuye” el poder entre equipos auto-organizados. La repartición de fondos para proyectos individuales es responsabilidad de un “círculo de asignación de recursos”: individuos que los compañeros de trabajo eligen con base en sus capacidades.
Lubin tiene su escritorio en un rincón del inmenso espacio de trabajo abierto de Brooklyn, el cual siempre está abarrotado con programadores en ropa informal, tecleando como locos en sus computadoras. Una tarde, encuentro a Lubin vestido con pantalones cortos de color marrón, camiseta, y calzando sandalias Nike. Con 53 años, parece el más viejo del salón, impresión que acentúa su cabeza completamente afeitada.
Mientras IBM creaba Hyperledger, ConsenSys se centró en desarrollar la infraestructura subyacente para lo que Lubin y Buterin denominan su “máquina virtual”, una red global compuesta por miles de computadoras interconectadas que ejecutan el blockchain. Ethereum está en constante actualización y, en los meses posteriores a su lanzamiento, los programadores de ConsenSys inventaron herramientas que la vuelven más atractiva y facilitan que los desarrolladores independientes construyan aplicaciones que corren en Ethereum.
Una de ellas fue un complemento para el navegador Google Chrome. Llamado Metamask, la aplicación proporciona un portal para que los desarrolladores se conecten directamente con el blockchain de Ethereum a través de la World Wide Web. Otra más -denominada Truffle y anunciada como una “navaja del Ejército suizo” para desarrolladores- incluye una caja de herramientas con códigos y atajos boilerplate para crear nuevas aplicaciones de “contratos inteligentes”.
Como incentivo adicional, ConsenSys ha establecido un estudio de producción, ConsenSys Labs, el cual proporciona financiación y asesoramiento para emprendedores. Ron Garrett, socio administrativo del estudio, informa que en este momento hay equipos de dos a 50 empleados que colaboran en 42 proyectos. ConsenSys ha dado a el nombre de “Dapps” a las aplicaciones descentralizadas para la Web 3.0 que correrán en Ethereum y otras blockchains públicas (cabe señalar que, en los últimos meses, varios usurpadores de Ethereum han lanzado sus propias monedas nativas).

LA WEB 3.0
Una prueba de la creciente madurez de ConsenSys y Ethereum es que, en 2017, las dos empresas habían desarrollado un ecosistema con la suficiente infraestructura básica para responder a las inquietudes que Cuomo manifestara un par de años atrás.
Para asegurar que Ethereum resulte atractivo a las empresas conforme evoluciona el blockchain, Lubin ha captado algunos de los desarrolladores principales que trabajaron con IBM para crear su Hyperledger Fabric, además de otras blockchains corporativas, pidiéndoles que ideen la manera de construir blockchains privados y autorizados fuera del blockchain público: los llamados “side blockchains”.
En 2017, John Wolpert, ex ejecutivo de IBM que se desempeñara como jefe global de productos blockchain en el equipo de Cuomo, se unió a Lubin poco después del lanzamiento de Hyperledger Fabric. “¿Quieres hacer negocios en la próxima internet?”, le preguntó Lubin. “Es muy difícil resistirse a Joe”, prosigue Wolpert. “Y me emocioné porque me encantan las aplicaciones. Ahora que Ethereum ha madurado, podemos hacer cosas muy interesantes. Sigues al ecosistema, y el ecosistema está detrás de la cadena Ethereum”.
En opinión de Wolpert, la distinción entre blockchains privadas y públicas desaparecerá para 2020, y la mayoría será cada vez más interoperable y conectada.
Clark Thompson, quien trabajó para R3 (el consorcio de compañías financieras que construyó Corda, una plataforma para servicios bancarios), señala que existe “una diferencia enorme entre una comunidad de varios cientos de miles de desarrolladores activos” y los equipos pequeños dedicados al patrocinio comercial de aplicaciones.
“Hay más de 100,000 personas, literalmente, que contribuyen al código base de manera activa”, explica Thompson, actual arquitecto principal para soluciones globales de ConsenSys. Cualquier insinuación de que Ethereum no puede competir por negocios corporativos porque no ofrece un “jardín amurallado” que proteja la información propietaria contra el público, como sucede con Corda o Hyperledger, es “un artefacto”, asegura Thompson. “Es cosa del pasado. Ya no es cierto”.
En 2017, la propia Ethereum Foundation abogó por la creación de una organización llamada Enterprise Ethereum Alliance (EEA), a fin de desarrollar estándares técnicos que aseguren la interoperabilidad de los distintos tipos de blockchains autorizados y que corran en el blockchain de Ethereum, aunque también interactuarán con el resto del blockchain público. En estos momentos, EEA trabaja con más de 500 miembros, incluidos JPMorgan, Intel y Microsoft.
Thompson señala que, al principio, el movimiento blockchain estuvo controlado por “un montón de veinteañeros con camisetas negras y el lema: ‘Aniquilemos los bancos y descentralicemos todo’”. Pero hoy “existe un continuo, y el punto del continuo donde entregues una solución determina la escala, la confiabilidad, la seguridad y, sobre todo, la regulación que debes cumplir para poder soportarla. Eso ya está ocurriendo. Creo que el año pasado fue una prueba de concepto. Este será el año de las pruebas piloto”.
Ron Resnick, ex desarrollador líder para Intel 4G y actual director de EEA, comenta que algunos servicios financieros, como Santander y JPMorgan, ya han empezado a integrar blockchains de base Ethereum en sus negocios para liquidación y otros fines. No obstante, es muy probable que la transición al uso generalizado proceda de manera gradual y que empiece a formalizarse hasta el año próximo, cuando se hayan completado los estándares que aseguran la interoperabilidad.
Lubin rechaza cualquier sugerencia de que el blockchain de Ethereum no brinda la confidencialidad y seguridad que requieren las empresas privadas. “Ya estamos operando muchos proyectos interesantes”, afirma, citando la cadena de suministros de la propia ConsenSys, así como las iniciativas de liquidación bancaria. “La diferencia es que el presupuesto de comercialización de IBM es más grande que el nuestro”.
Muchos comparan el ecosistema blockchain con el estado en que se encontraba la World Wide Web en 1993, justo antes de despegar. Pero Wolpert considera que la analogía es errónea. “Todos hablan de 1993”, dijo en julio a los asistentes de la conferencia Distributed celebrada en San Francisco. “Lo hicieron el año pasado y no dejan de decirlo. Pareciera que estamos paralizados, pero creo que esa impresión se debe a que, realmente, estamos en la década de 1980, o incluso en los años setenta. Hay un largo trecho por recorrer, y sin duda tendremos divergencias y convergencias. Es esperable”.
Michael Casey, coautor del libro “The Truth Machine: The Blockchain y The Future of Everything” (2018) y asesor principal de Digital Currency Initiative, proyecto de Media Lab en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), considera que, antes de la adopción masiva, Ethereum y otras compañías blockchain tendrán que resolver y actualizar la velocidad y la escalabilidad de la tecnología, dos problemas en los que están trabajando miles de desarrolladores. “La Internet fue creada hace más de cuarenta años. Son cuestiones muy complicadas”, reconoce. “Es necesario que la tecnología evolucione y se vuelva escalable”.
El entusiasmo persiste, a pesar de este tipo de comentarios de los expertos. En 2017 se desató una histeria especulativa que muchos compararon con la burbuja punto-com, cuando decenas de compañías de base blockchain (algunas que buscan competir con Ethereum, y otras que pretenden explotarla) también recaudaron fondos mediante supuestos ofrecimientos iniciales de moneda. Eso condujo a uno de los numerosos ciclos de auge y caída que han ocurrido desde la invención de bitcoin, cuyo valor escaló a casi 20,000 dólares, en tanto que el precio de Ether aumentó de 46 centavos en 2015 a 1,300 dólares (en febrero, la revista Forbes calculó que la fortuna de Lubin -basada eminentemente en sus propiedades Ether- oscilaba entre mil millones y 5 mil millones de dólares. Lubin se ha negado a confirmarlo).
Pese a que el entusiasmo ha menguado un poco, bitcoin recibió una valuación de casi 6,300 dólares a fines de octubre, y Ethereum cotizó en cerca de 200 dólares, aunque a nadie sorprendería ver que vuelva a subir. “Todo el sistema contable global está experimentando un cambio de paradigma de cinco mil años”, dice Casey. “Hemos rastreado y verificado registros, y esos registros son la base del sistema de intercambio económico, el cual se remonta a las tablillas sumerias. Tuvimos versiones centralizadas de ese sistema durante cinco mil años. Pero ahora, nos encontramos en un proceso de descentralización que está cambiando la jugada”.

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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek