El activista en derechos humanos pasó cuatro años en dos de las prisiones más famosas de Venezuela. Tras ser liberado, aseguró que su causa es más urgente que nunca.
En los primeros años de la década de 2000, el gobierno de Hugo Chávez comenzó a implementar medidas drásticas contra los disidentes políticos que criticaban sus medidas populistas, que más tarde llevarían a Venezuela al borde de un colapso socioeconómico y desencadenaría el más grande éxodo ocurrido en el Hemisferio Occidental.
Entre las principales fuerzas de oposición se encontraba Lorent Saleh. El líder estudiantil ayudó a organizar protestas a escala nacional e internacional para condenar los abusos a los derechos humanos del régimen de Chávez y, más tarde, de Nicolás Maduro. En 2014, se mudó a Colombia para estudiar defensa en la Escuela Superior de Guerra, pero se metió en problemas. El país extraditó a Saleh a Venezuela, con el argumento de que realizaba actividades políticas siendo turista, lo cual es una violación a la ley civil colombiana. Maduro lo acusó de recibir, a sus 26 años, entrenamiento militar para realizar ataques terroristas en Venezuela, una afirmación que él niega.
Durante los siguientes cuatro años, Saleh se encontró tras las rejas en dos de las más aterradoras instalaciones de inteligencia de Venezuela: La Tumba y El Helicoide. El caso de Saleh llegó a los medios de comunicación de todo el mundo como un ejemplo claro de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos del régimen de Maduro. En 2017, recibió el Premio Sakharov del Parlamento Europeo a la Libertad de Conciencia, otorgado en su primera edición a Nelson Mandela en 1988. El 12 de octubre, el régimen de Maduro liberó a Saleh, de 30 años, afirmando que tenía tendencias suicidas. Al día siguiente, se mudó a España con su madre.
En entrevista con Newsweek, Saleh describe su suplicio en las prisiones, habla de lo que Estados Unidos debería hacer para ayudar a Venezuela y por qué el mundo no puede pasar por alto una de las peores crisis humanitarias.
— ¿Cree usted que las sanciones del presidente estadounidense Donald Trump contra funcionarios venezolanos realmente debilitan al régimen?
—Pienso que las sanciones funcionan. Le pedí al gobierno español que también las aumentara y las profundizara, no solo contra los funcionarios, sino también contra las personas relacionadas con ellos. Esto también es importante para los países latinoamericanos. Una persona que desenfrenadamente comete atrocidades contra los derechos humanos no puede quedarse sin castigo. Con la llegada del derechista Jair Bolsonaro como nuevo presidente de Brasil el año próximo, podremos ver una postura más estricta contra Venezuela.
—Pero Bolsonaro es un hombre que ha elogiado a la anterior dictadura militar de su país, que también fue implacable contra los disidentes políticos.
—Quizá haya dicho una cosa como candidato, pero estoy seguro de que no será tan radical una vez que asuma el poder.

—¿Qué piensa sobre la acción militar contra el régimen, como lo han sugerido Trump y figuras anti-Maduro, como el expresidente colombiano Álvaro Uribe?
—No creo en una lucha armada, y le recuerdo que yo provengo de la línea más radical de la oposición venezolana. Un llamado a la disposición política de Estados Unidos y América Latina para condenar al régimen es más efectivo. Yo creo en la resistencia porque ayudé a generarla en mi país. En los años que pasé tras las rejas, trataron de quebrantar mi espíritu, pero no lo lograron.
—Hablemos de lo que usted sufrió en dos prisiones, El Helicoide y La Tumba.
—El Helicoide es un edificio viejo y sobrepoblado donde pueden encontrarse asesinos, banqueros, narcotraficantes y un enorme grupo de presos políticos. Está controlado por la inteligencia venezolana y es más violento. Es el epítome de la tortura física y del sadismo.
“La Tumba es un lugar moderno y sofisticado ubicado bajo tierra. Tiene una iluminación blanca brillante y es un laboratorio de baja temperatura que parece más un manicomio porque se utiliza para ejercer la tortura psicológica. Los presos viven bajo vigilancia las 24 horas y no hay absolutamente ningún tipo de comunicación con nadie. Es posible sentir la opresión pura del Estado; uno no sabe qué hora es, porque el tiempo no existe ahí, y uno pierde la noción de todo. No está dirigido por venezolanos; se puede sentir la presencia de cubanos y rusos en el lugar”.
—Por favor, explique la función de los cubanos y los rusos.
—Todo el aparato de inteligencia de Venezuela fue entregado al servicio cubano y ruso. Ellos han adoctrinado a la seguridad venezolana con sus mecanismos de control social. Nosotros, como venezolanos, lo sabemos porque han logrado crear un escuadrón de espionaje. Sin embargo, los agentes venezolanos se han molestado porque ellos también sufren el hambre y la inseguridad en las calles, y esa es la razón por la que son tan violentos.
—Actualmente, ¿cuántos presos políticos hay ahí?
—Al menos 300, pero es difícil saber si hay un recuento oficial, y le diré por qué. En El Helicoide hay muchas personas secuestradas de las que muy pocos venezolanos saben. Yo logré salir de la cárcel, pero es posible que otras 20 personas hayan sido aprehendidas al mismo tiempo porque constantemente realizan incursiones en casas para buscar a supuestos enemigos del Estado, entre ellos, periodistas. Los funcionarios del régimen hacen lo que quieren porque el país ha restringido la entrada a los observadores internacionales de derechos humanos.
—El gobierno menciona que usted fue puesto en libertad porque había realizado varios intentos de suicidio. ¿Por qué cree usted que salió de la cárcel?
—Es una combinación de muchas cosas. La Unión Europea me concedió el Premio Sakharov, mientras que la Iglesia católica y los gobiernos de Estados Unidos y América Latina presionaron al régimen de Maduro. Mi madre viajó por todo el mundo para que la gente se enterara de mi situación. También pienso que mi deseo de libertad y de un debido proceso se convirtió en una especie de virus en la prisión.
—Si Chávez hubiera sobrevivido al cáncer, ¿Venezuela habría tocado fondo?
—La crisis habría empeorado. No olvide que Chávez aprovechaba los altos precios del petróleo, que le ayudaron a financiar su supuesta revolución, pero encarcelaba y mataba a la gente, entre ella, muchos de mis colegas. El colapso de Venezuela y su colusión con grupos terroristas como Hezbolá, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia e ISIS son resultado de las políticas de Chávez.
— ¿Pensó alguna vez en salir vivo de la prisión?
—La muerte siempre era inminente porque estaba a merced de mis enemigos. El mismo día en que fui entregado al gobierno español, pensé que iba a morir. Ahora que vivo en España, aún me despierto con la sensación de que iré a otra celda en cualquier momento. La amenaza está siempre presente para aquellos que defienden los derechos humanos.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek