Soltar un pez mascota en un río parecería algo ingenuo, pero la realidad es que una acción aparentemente inofensiva podría causar la muerte de varios ecosistemas.
Amelie lo hizo al poner en libertad, en el cauce de un río, a su pez anaranjado, y Nemo pasó media película intentando escapar de una pecera para regresar al océano. Sucede con frecuencia y parece un acto ingenuo, incluso, proanimal: después de un tiempo con una mascota, se le regresa al río o a la naturaleza, con la creencia de que estará en una mejor situación. Sin embargo, la realidad es que los peces de ornato son especies que provienen de distintas regiones del mundo y, al quedar libres, generan cambios al ecosistema.
Además, es probable que muchos de ellos no sobrevivan, pues necesitan condiciones muy especiales para hacerlo.
Morelos es el principal productor de peces de ornato en el país. Sus criaderos comercializan más de 30 millones de organismos al año de más de cien variedades distintas. El 95 por ciento de todos los peces de ornato del país se producen en este estado, que cuenta con 400 granjas de peces, de las cuales 311 están dedicadas solo a los de ornato. Sin embargo, la falta de conocimiento sobre el tema ha hecho que, tanto productores como vendedores, desconozcan los riesgos de que estas especies se conviertan en plagas o acaben con ecosistemas enteros al llegar a los cauces naturales de agua.
La doctora Ana Isabel González, subcoordinadora de especies invasoras de la Conabio, pone de ejemplo a los peces gato (plecos, científicamente) originarios de Sudamérica y que a finales de 2009 llegaron a las aguas naturales de México. “Estos peces no son depredadores, pero hacen túneles de metro y medio aproximadamente en las laderas de los ríos para depositar sus huevos. Cuando excavan, levantan sedimento y cambia la transparencia del agua y hace que las plantas que están en el fondo, que son las que sirven de refugio a las especies nativas, mueran por falta de luz. Así, están desplazando a las especies nativas de nuestro país”, explica en entrevista.
Muchas especies que no son nativas, pero que por distintas causas han llegado a aguas naturales del país, son depredadoras y se alimentan de las especies nativas. Otras, que no son depredadoras, pelean con las nativas por alimento, por el nicho ecológico, así como por el espacio en el que viven y se desarrollan. También pueden contagiar de enfermedades a las especies originarias de la zona.
En Norteamérica, las especies exóticas invasoras son la principal causa de extinción de otras. “En el caso particular de México tenemos más de 500 especies nativas, de las cuales, 204 tienen una categoría de protección porque son amenazadas, además de que ya tenemos 25 especies extintas”, explica en su oficina en la Conabio, la maestra Georgia Born-Schmidt, coordinadora del proyecto GEF-Especies Exóticas Invasoras (proyecto GEF es el Fondo para el Medio Ambiente Mundial, por sus siglas en inglés).
Este no es un problema exclusivo de México, hace unos años en Estados Unidos comenzaron a morir las águilas calvas, el símbolo de aquel país. Científicos no lograban dar con la causa de su muerte, hasta que cayeron en la cuenta de que todas habían comido el mismo tipo de pato. Cuando fueron al lago en el que vivían estos patos encontraron Hydrilla, un alga originaria de Asia y Europa, que puede llegar a medir hasta nueve metros de alto. Esta planta estaba infestada de una bacteria tóxica que terminó con los patos y las águilas de ese ecosistema.
EL EPICENTRO DEL 19-S
El sismo del 19 de septiembre de 2017 marcó un punto de quiebre para este problema, ya que a raíz de los daños estructurales que se ocasionaron en Morelos, escaparon más de 800,000 organismos hacia aguas naturales. La maestra Georgia Born-Schmidt explica que no hay forma de saber cuántos de esos organismos sobrevivieron y cuántos llegaron a cuerpos de aguas naturales; sin embargo, la experiencia debe servir para que los productores de Morelos mejoren las condiciones de bioseguridad de sus estanques.
Después del sismo, el proyecto GEF realizó un curso de comando e incidente, un sistema que se desarrolló en Estados Unidos para combatir incendios y que consiste en que todas las unidades de todos los estados se unan en un lenguaje común, una misma estructura y una sola metodología para que todos puedan responder en conjunto al problema. “La idea es entrenar a todos los actores que tienen atribuciones en el tema en este sistema. Fuimos a Morelos, hicimos electropesca y los resultados fueron impresionantes porque sacamos 90 por ciento de especies exóticas invasoras y casi nada de especies nativas”, comenta la coordinadora de este proyecto.
PREVENCIÓN, NO REVERSIÓN
Aunque no hay manera de remover a estas especies invasoras de los ecosistemas en los que ya se encuentran, la Conabio, junto con otras organizaciones como la Conapesca, Inapesca y la Senasica, proponen la prevención para evitar que especies de este tipo lleguen a las aguas naturales y terminen con las especies nativas.
“Ya desde antes de 2007 hemos trabajado con los productores de Morelos para dar a conocer el tema de invasiones biológicas porque es importante saber que hay especies invasoras en todos los grupos, no solo en las acuáticas”.
Una de sus estrategias es trabajar de la mano de tiendas de mascotas para que estas informen a los compradores lo que implica adquirir uno de estos animales. “Vamos a capacitar al personal para que informen a los usuarios de los riesgos. Es importante que los usuarios sepan que una tortuga puede vivir entre 30 y 70 años y que piensen si están dispuestos a hacerse cargo de un animal de aquí a que sus nietos estén grandes. También sobre los costos y el tiempo que se tiene que dedicar a estos animales”.
En ocasiones se llega a pensar que dejar en libertad a un ser vivo es un acto de sensibilidad hacia los animales. Sin embargo, las consecuencias pueden ser catastróficas.