Una nueva monografía de Harmony Korine relata la visión particular, soez y a menudo perturbadora del “enfant terrible” más viejo de Estados Unidos.
HARMONY KORINE halló su hogar espiritual cuando su familia se mudó de una comuna en California a Nashville, Tennessee, a principios de la década de 1980. Sol, su padre, hizo documentales para PBS, la red de televisión pública, y llevaba consigo a su hijo en viajes a las ciudades pequeñas, las ferias y los lugares remotos del Sur Profundo, captando toda una gama de personajes vívidos: “Tragadores de peces dorados, fabricantes de alcohol ilegal, muchachos que montaban toros”, como los describió alguna vez Korine. “Siempre me gustó más esa parte alocada de Estados Unidos —dijo—, donde las cosas están inquietas, todo es incongruente, parece que puede pasar cualquier cosa”.
Los excéntricos, los casos aparte y los márgenes de la sociedad le preocupan a Korine, cuya obra está cargada de referencias diversas: el tragicómico pastelazo del vaudeville, la escritura de la autora gótica sureña Flannery O’Connor, las visiones de William Blake y el arte vernáculo afroestadounidense, entre otras. Pero cada obra también es un retrato del artista por entonces. “En mis años de joven —dijo al sitio web Cultured en 2013— yo era casi psicótico y definitivamente criminal, así que la obra refleja eso”.
Su guion para la controvertida película de Larry Clarke, de 1995, Kids, vidas perdidas (sobre hedonistas adolescentes neoyorquinos en plena epidemia del sida), fue la entrada de Korine, entonces de 22 años, a la clase marginal de la moda y el arte. Su debut como director en 1997, Gummo, una aparición poéticamente excelente —surreal, no lineal, oscuramente humorística— fue un retrato perturbador de la pobreza, el abuso de drogas y la enfermedad mental en las ciudades pequeñas de Estados Unidos, así como un clásico de culto al más puro estilo de Werner Herzog (poco después de su estreno, David Letterman halló a Korine hurgando en el bolso de su otra invitada, Meryl Streep, y lo vetó del Late Show.)
Sus películas posteriores, como la psicodélica Spring Breakers (Viviendo al límite), de 2013, y su próxima comedia marihuanera, The Beach Bum (sin título en español), con Matthew McConaughey, coquetea con el cine comercial (y la madurez) sin sacrificar lo épicamente extraño.
Korine ha creado arte compulsivamente desde la secundaria, todo conectado entre sí: diarios personales, fanzines, libros, pinturas, fotografía, películas, comerciales (con el diseñador Raf Simons) y videos musicales (para artistas tan diversos como Sonic Youth y Rihanna). Mucho de ello se incluye en su primera monografía, Harmony Korine (Rizzoli, 45 dólares). Le mandamos al artista algunas preguntas por correo electrónico, quien ahora tiene 45 años y vive en Florida con su esposa, Rachel, y sus dos hijos. No sorprende que sus respuestas sean desorbitadas (respetamos su uso de las minúsculas).
—¿Cuál es la historia de la imagen, a la derecha, que abre el capítulo “Mitología personal”?
—la hice mientras estaba drogado en el sótano de mi abuela [en Queens]. yo vivía allí y todos los días hacía un nuevo mensaje de salida para la contestadora automática. nadie llamó jamás ni oyó los mensajes, pero siempre me hacía sentir bien hacer uno. Hice esa obra de arte después de comer una lata de frijoles goya.
—¿Cómo ha evolucionado lo que llamas tu “mitología personal e incontenible” al paso de los años?
—principalmente me despierto y me voy de pesca. camino hacia el bar en key largo y juego póker electrónico. en un buen día paseo en patineta por el embarcadero y veo al mago cubano tragar peces. trato de mantener esta rutina todos los días.
—Escribes sobre “crear un camino a una comunicación sobrenatural que vaya más allá de una realidad mágica”. ¿Qué significa eso exactamente?
—principalmente cierro los ojos y trabajo. voy en una moto de cross a la tienda y compro un poco de spam [carne enlatada]. me pongo en contacto con el poder supremo y soy motivado por el equipo judío de lucha que practica en la casa de al lado. se manifiesta doquiera que miro.
—Dices que el Sur influyó profundamente tu obra. ¿En qué sentido?
—es donde crecí. viví en un granero con pintura en aerosol al lado. lanzaba una pelota de tenis a la antena satelital rota para mantenerme ocupado. estaba siempre a mi alrededor mientras crecía. me encantaba.
—¿En qué se diferencia tu nueva película, The Beach Bum, de tus filmes anteriores?
—creo que simplemente escuché muchísimo a jimmy buffett mientras hacía la película. viví en una casa flotante junto a un clepto. es diferente porque es totalmente diferente a todos los otros filmes.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek