Si le preguntas a un niño de tres años por qué cree que llueve, es probable que responda que es “porque las flores tienen sed”. Quizás su hermano te diga que los árboles tienen hojas para dar sombra a las personas y a los animales. Estos son ejemplos de pensamiento teleológico, es decir, la idea de que las cosas suceden y existen para cumplir un propósito.
Las explicaciones teleológicas de los fenómenos naturales son rechazadas por los científicos debido a que apelan a las intenciones. Sin embargo, los árboles no tienen hojas ni las nubes dejan caer agua teniendo un resultado en mente. Llueve debido a las leyes de la física. Y esas leyes se aplicarían de la misma manera si no hubiera flores ni ninguna otra forma de vida en el planeta.
Si llevamos la teleología un paso más allá, obtendremos a Donald Trump, que piensa que el calentamiento global es una invención de los chinos para hacer que la fabricación en Estados Unidos no resulte competitiva. Hay cada vez más pruebas de que el hecho de aceptar teorías conspiratorias predispone a las personas a rechazar los descubrimientos científicos, desde el cambio climático hasta la vacunación y el sida. Y los investigadores han descubierto ahora que el pensamiento teleológico también relaciona la creencia en teorías conspiratorias con el creacionismo.
El pensamiento teleológico y el conspiratorio tienen varias características en común. Un elemento central de ambas formas de pensar es el hecho de dar un propósito a las cosas. Supuestamente, las flores producen un exquisito perfume para atraer a los insectos polinizadores, y supuestamente, los científicos especialistas en el clima inventaron un fraude como el cambio climático a instancias del “gobierno mundial” o de George Soros.
Es este énfasis en asignar un propósito lo que hace que el pensamiento teleológico y el pensamiento conspiratorio resulten tan atractivos. En la vida diaria, el hecho de asignar intenciones suele tener mucho sentido. Si alguien te pregunta por qué tu hija encendió el televisor, podría ser perfectamente acertado y adecuado responder, “Porque están pasando su programa favorito”. Pero dar ese supuesto propósito a los árboles, a las nubes y a otros fenómenos naturales puede producir una falsa comprensión.
Existen muchas pruebas de que a las personas les fascina el pensamiento teleológico y se les dificulta mucho dejarlo atrás. En un estudio se demostró que incluso los científicos, cuando están bajo una presión de tiempo, caen en un pensamiento teleológico que rechazarían si se les diera más tiempo, volviéndose más proclives a apoyar afirmaciones como “los gérmenes mutan para volverse resistentes a los medicamentos” (aunque aun así, tienen muchas menos probabilidades de hacerlo que una muestra de participantes de la comunidad). En otro estudio se encontró que cuando a los estudiantes se les pone en una situación en la que carecen de control, recurren de inmediato a percibir conspiraciones y a adquirir supersticiones.
El nuevo estudio, realizado por la Universidad de Friburgo en Suiza y publicado en Current Biology, proporciona pruebas que relacionan el pensamiento teleológico, las teorías conspiratorias y el rechazo de los datos científicos sobre la evolución. Quizás más que cualquier otro hallazgo científico bien establecido, la evolución ha estado en combate constante con percepciones erróneas surgidas del pensamiento teleológico. De hecho, el razonamiento teleológico es tan penetrante que existen muchas pruebas de que perjudica la capacidad de las personas de aprender el concepto mismo de la selección natural.
Resulta tentador pensar que las jirafas necesitan un cuello largo para alcanzar las hojas que se encuentran en lo más alto de los árboles, por lo que la evolución les proporcionó esos largos cuellos. Esta idea teleológica está en conflicto con el hecho de que la selección natural no tenía ese objetivo en mente. Hubo una variación natural en la población, y los animales con un cuello más largo tuvieron un mayor éxito reproductivo en un entorno con árboles altos. Así, la jirafa evolucionó y los cuellos largos se convirtieron en la norma.
Los investigadores de Friburgo realizaron tres estudios con más de 2,000 participantes en total. Haciendo eco de estudios anteriores, los hallazgos mostraron que el pensamiento teleológico se relacionó con el rechazo de la evolución y la aceptación de su alternativa pseudocientífica, es decir, el creacionismo. Sin embargo, los investigadores también mostraron que existe una fuerte asociación entre el creacionismo y el conspiracionismo.
Las personas que creían en el creacionismo también tendían a creer en teorías conspiratorias, independientemente de sus creencias religiosas o políticas. El conspiracionismo también se relacionó con el pensamiento teleológico. Esto confirma que buscar un propósito en sucesos aleatorios, como la muerte de la Princesa Diana en un accidente provocado por un conductor ebrio, o fenómenos naturales como la lluvia o los cuellos de las jirafas, reflejan una forma de pensar común subyacente.
Por qué negamos la ciencia
Estos resultados coinciden con otras investigaciones en las que se ha relacionado al conspiracionismo con la negación de la ciencia en muchos ámbitos. De manera convencional, el uso de teorías conspiratorias para rechazar los hechos científicos se ha explicado como una forma de evitar una verdad inconveniente.
A un fumador empedernido a quien se le presenta información atemorizante sobre su hábito podría resultarle más fácil acusar al orden establecido de la medicina de ser un cártel oligopólico que dejar de fumar. De la misma forma, las personas que se sienten amenazadas por la mitigación del cambio climático, por ejemplo, debido a que aumentaría el precio del petróleo, podrían estar más dispuestas a pensar que Al Gore creó un fraude que aceptar 150 años de investigación en física básica.
En el nuevo estudio se lleva la función del pensamiento conspiratorio del creacionismo un paso más allá. En dicho estudio se indica que el creacionismo podría ser considerado como un sistema de creencias relacionado con la máxima teoría conspiratoria: la creación de todas las cosas con un propósito.
Stephan Lewandowsky es presidente de Psicología Cognitiva de la Universidad de Bristol. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lee el artículo original.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek