Organizaciones como Naciones Unidas han hecho énfasis dese hace mucho tiempo en el valor de la inclusión social de grupos minoritarios, particularmente entre las naciones desarrolladas con una flagrante discriminación, y una nueva investigación añade un incentivo financiero: una sociedad más tolerante podría ser también más próspera.
En un análisis de un siglo de duración sobre la economía de más de 100 países diferentes, los investigadores encontraron que los países se vuelven más ricos conforme avanzan hacia políticas más seculares. Una mayor tolerancia fue un factor de pronóstico aún más fuerte del crecimiento económico de los países con el paso del tiempo, lo cual evidencia que las naciones con mayor desarrollo social tienen economías fuertes, de acuerdo con el estudio, publicado este miércoles en la revista Science Advances.
Para evaluar los efectos económicos de una reducción en la religiosidad, los autores del estudio compararon el Producto Interno Bruto (PIB) histórico per cápita de un país entre los años 1900 y 2000 con los resultados de una encuesta sobre valores culturales realizada entre residentes de todos los grupos etarios de esos países. Los investigadores encontraron que el PIB per cápita de un país aumentaba al mismo tiempo que su secularismo: 1,000 dólares después de 10 años, 2,800 dólares después de 20 años y 5,000 dólares después de 30 años.
Los investigadores calificaron a la tolerancia de la expresión individual como “el impulso más importante” del cambio económico. El aumento en la tolerancia hacia las que se consideraban “conductas desviadas”, como la homosexualidad, el divorcio y el aborto, se correlacionó positivamente con un aumento en el PIB per cápita en forma aún más constante que el secularismo medido por sí mismo, conforme el cambio en las normas sociales permitía que más personas, particularmente mujeres, se unieran a la fuerza de trabajo y contribuyeran a la actividad económica.
La tolerancia de la expresión individual alimenta la falta de religión, postulan los investigadores, al tiempo que los programas gubernamentales seculares reemplazan a las instituciones religiosas como el principal proveedor de bienestar, recursos y educación de una sociedad. Los aumentos globales en el número de personas que estudian en la Universidad (a la que asiste un mayor número de mujeres y minorías conforme crece la tolerancia) conforma una ciudadanía informada y productiva, que es otro factor para el desarrollo económico.
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Visitantes se sientan en la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en marzo de 2008, en Washington, D.C. Según un nuevo estudio, los países que se alejan de la religión y avanzan hacia normas y políticas sociales más seculares y tolerantes tienen más éxito económico. (PHOTO BY SAUL LOEB/AFP/GETTY IMAGES)
Estados Unidos es menos religioso que nunca: en 2015, las personas sin ninguna afiliación religiosa se convirtieron en el segundo grupo religioso más grande de Estados Unidos, y actualmente comprenden cerca de 25 por ciento de los ciudadanos, detrás del cristianismo, con el que 70 por ciento de los ciudadanos afirman seguir identificándose. A pesar de la proclamación de fe de los estadounidenses, muchos de ellos no son practicantes: más de 60 por ciento de las personas asisten a servicios religiosos solo unas cuantas veces al año o nunca, de acuerdo con el Pew Research Center.
Aunque sigue siendo alta entre las generaciones anteriores, la religiosidad disminuye con la edad. Los adultos jóvenes de todo el mundo tiene mayores probabilidades de no tener una afiliación religiosa, particularmente Estados Unidos, donde 38 por ciento de los jóvenes no tienen tal afiliación, de acuerdo con un estudio del Instituto de Investigación sobre la Religión Pública, realizado en 2017. Asimismo, las personas jóvenes de entre 18 y 29 tienen menos probabilidades de asistir a servicios religiosos, orar, creer en Dios y considerar a la religión como algo importante en su vida que cualquier otro grupo sectario, según los investigadores de Pew.
Sin embargo, la fe de los “millennials” en las instituciones, sean religiosas o seculares, también ha disminuido en términos generales, señala Michael Hout, catedrático de sociología de la Universidad de Nueva York. Los jóvenes confían menos en el liderazgo de las iglesias, del gobierno y de la prensa debido a su corrupción histórica.
“Los “millennials” no crecieron confiando en esas instituciones y viendo luego cómo su confianza era traicionada, como ocurrió con los estadounidenses más viejos”, dijo a Pew en una entrevista “No confían en ellas desde el principio. Y esas instituciones han desilusionado a la gente, particularmente a los jóvenes”.
Sin embargo, la falta de religión no se traduce necesariamente en una falta de espiritualidad: muchos jóvenes no afiliados a una institución religiosa creen en Dios y en el cielo, señala Hout. Algunos jóvenes participan en religiones de “hágalo usted mismo” o a muy pequeña escala, en las que toman trozos con los que están de acuerdo y descartan todo aquello que no coincide con sus creencias.
“Pienso que las personas suponen que la gente que no pertenece a un grupo religioso organizado rechaza a la religión en su conjunto”, afirma. “Las experiencias espirituales siguen siendo atractivas para las personas que no van a la iglesia. Algunas personas encuentran a Dios en los bosques y no en un templo”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek