A 25 años de Trainspotting, el escritor británico Irvine Welsh presenta Dead Men’s Trousers.
Irvine Welsh está insatisfecho con su trabajo. Y aunque ha escrito novelas que son referente del estilo de vida de la juventud punk de los años 70, siente que aún no ha escrito ni el comienzo de su obra. A ese respecto, nos dice: “Si viviera 500 años, escribiría todos los días y ni en ese tiempo podría escribir todo lo que tengo dentro. Escribir es un piquete que no puedo dejar de rascar”.
Bermudas de cuadros beige y azules, calcetas largas, tenis deportivos, una playera azul y gorra blanca lo hacen lucir mucho menor de lo que en realidad es. Irvine Welsh, a sus 59 años, goza de una rutina privilegiada: hace ejercicio cada mañana, escribe todos los días y produce su propia música electrónica, algunas noches juega a que es DJ y ha tocado en los mejores antros de Ibiza, Londres e, incluso, de Ciudad de México.
La mente detrás de la famosa película Trainspotting —la historia que sigue la vida de cinco (después cuatro) amigos y su vida llena de mentiras, robos, engaños y heroína— está plagada de obsesiones. “Creo que ahora mi mayor obsesión es hacer ejercicio, es lo que me mantiene alejado de los bares y de la fiesta”, nos cuenta quien hace 40 años superó una tóxica relación con la heroína.
Hablamos con Welsh en el marco de la Feria del Libro de León, en donde presentó su más reciente publicación, Dead Men’s Trousers, en la que los personajes de Trainspotting se reúnen 25 años después: uno es un exitoso DJ, otro un proxeneta, uno más continúa siendo un perdedor y, el último, un artista que dice haber renunciado a la violencia. Dos de ellos entran en el mundo de la venta ilegal de órganos y entonces se sabe que, como en todos los libros de Welsh, las cosas no acabarán bien. Sentados en una salita al aire libre en un hotel de esta ciudad guanajuatense, el escritor nos habla del escape que para él ha significado la escritura.
Tan pronto nos sentamos le digo que me gusta su música. Emocionado, abre su computadora, me coloca sus audífonos y comienza a mostrarme la nueva canción en la que está trabajando. “Space Girl” es el nombre tentativo. La canción dura 15 minutos y yo no tengo tanto tiempo con él, así que me retiro uno de los audífonos para platicar. En el otro oído sigo escuchando la voz de Irvine diciendo “Space girl I can never be with you” con un fondo electrónico que él mismo describe como “cósmico, nazi y espacial”.
La literatura de Welsh se caracteriza por relatar las historias de personajes que constantemente se encuentran en problemas. Le preguntamos si disfruta, o disfrutó, meterse en líos. “Amo meterme en problemas, es increíble y divertido. Aunque mientras más viejo te haces, se vuelve más difícil. Me explico: cuando eres joven y haces alguna locura te llevan a la cárcel rápidamente y listo, estás en problemas; ya cuando eres viejo como yo la policía llega a la escena, pero para asegurarse de que estés bien, te protegen demasiado”, cuenta y ríe mientras que su mirada se dirige al cielo, tal vez recordando sus locuras más intensas.
Derivado de esa fascinación por meterse en problemas, Welsh luchó con una fuerte adicción a las drogas que en los años 70 estaban de moda entre los jóvenes. En sus años 20 desarrolló una fuerte adicción a la heroína, Welsh explica que no tenía mucho que perder y que por un año se encerró en un mundo de robos y engaños, pidiendo dinero prestado para poder mantener su adicción.
“También creo que fui muy afortunado porque mi adicción vino por desgracia y no como una manera de automedicarme por problemas psicológicos o algún dolor físico. Por eso me fue posible darme cuenta de que ya no me estaba divirtiendo con las drogas y me fue sencillo dejarlas”, cuenta, y su tono baja de volumen como quien teme ser escuchado.
“Tengo amigos que han sido adictos a la heroína por 30 años, gente que tiene serios problemas en su vida que no pueden superar: cosas como abuso sexual o físico de niños, depresión, ansiedad o dolor físico. Tengo un amigo que tiene mucho dolor en la espalda, lo han operado varias veces y toma muchas medicinas para el dolor. Imagina lo difícil que para él es dejar la droga. Por suerte yo no tengo nada de eso”, dice, aliviado.

Además, el escritor británico tiene elementos que le ayudan a mantenerse alejado de ese mundo al que alguna vez perteneció. “Cuando pienso en esos tiempos me enfoco en mi música o en escribir, y cuando las cosas se interponen a esas actividades lo soluciono para que nada se interponga con eso, incluso si salgo de fiesta trato de regresar y enfocarme en escribir”, explica sobre las distintas tareas que lo han mantenido lejos de la heroína por casi 40 años.
Irvine Welsh se describe a sí mismo como una persona obsesiva. Cuenta que en la mesa en la que normalmente se sienta a escribir tiene una figurilla de un dalek (una raza mutante extraterrestre ficticia de la serie británica de ciencia ficción Doctor Who), y cada vez que se siente bloqueado aprieta un botón en el juguete que rápidamente obedece gritando “Exterminate” y moviéndose alrededor de la mesa. “Solo de verlo me dan ganas de escribir”, dice, y se muestra decepcionado cuando confieso que no tengo idea de lo que me está hablando.
Este escritor, que muchos llaman “de culto”, alcanzó fama internacional en 1993 con Trainspotting, su primera novela. Desde ese momento no ha parado de escribir y ahora cuenta con 16 publicaciones en su librero personal, de las cuales cinco han sido llevadas a la pantalla grande. Welsh no tiene que preocuparse por dinero un solo día más en su vida y, sin embargo, no escribe para hacerse rico, sino porque aún no se siente satisfecho con lo que ha escrito hasta ahora.
“Creo que no he escrito todavía lo que tengo que escribir. Y eso es un buen sentimiento. No te voy a negar que es frustrante porque sé que nunca estaré satisfecho, así soy en todo lo que hago y nunca he podido disfrutar de un éxito porque ya estoy pensando en lo que haré después”. Enseguida me muestra en la pantalla de su computadora un archivo que, dice, es su próxima publicación. Apenas está presentando la última y ya está pensando en la siguiente.
Durante su conferencia en la Feria del Libro de León, Welsh habló de las preguntas existenciales que todo ser humano debe hacerse en algún momento de la vida, así que me animo a hacerle una de ellas: ¿A qué vino Irvine Welsh a este mundo? Sonríe porque sabe que él mismo se ha metido en esto: “Estoy para escribir más libros. Para trabajar en televisión y hacer mucha música. Pero sobre todo, he venido a este mundo a divertirme, y esto es lo que hago para divertirme, un buen libro o una buena canción”. Y luce contento con lo que ha descubierto que es su misión en esta tierra.