La polémica en torno a si ayunando se mantiene a raya la diabetes o se consigue justamente lo contrario aún prosigue.
EL AUMENTO de peso puede deberse no solo a lo que comemos, sino a nuestra costumbre de comer todo el día. Ese argumento marca la tendencia a favor del ayuno intermitente para perder peso, cuya popularidad ha aumentado en los últimos años.
De igual modo, cada vez más profesionales de la salud prescriben el ayuno a personas con diabetes tipo 2 —un padecimiento que afecta a más de 29 millones de personas solo en Estados Unidos. Sin embargo, un estudio reciente previene que pasar mucho tiempo sin comer podría causar el daño que, supuestamente, se pretende evitar.
Los malos hábitos alimentarios precipitan la diabetes tipo 2, la cual hace que el cuerpo se vuelva resistente a la insulina, una hormona que produce el páncreas. Sin insulina, el azúcar de los alimentos no puede entrar en las células, y el exceso de azúcar permanece en la sangre. Al principio, el páncreas compensa produciendo más insulina, pero a la larga, esa demanda termina por fatigarlo. Es entonces cuando los diabéticos se vuelven dependientes de las inyecciones de insulina para controlar su azúcar sanguínea.
Al respecto, el Dr. Jason Fung es un convencido de que el ayuno rompe ese ciclo: a fin de cuentas, dejar de comer reduce el azúcar de la sangre. Para él esto es algo que hacemos naturalmente cuando dormimos. “Se supone que es parte de la vida cotidiana”, apunta Fung, nefrólogo de Toronto que cofundó Intensive Dietary Management Program, y autor de los libros The Obesity Code y The Complete Guide to Fasting. El ayuno también hace que el cuerpo caiga en cetosis, un estado en que el organismo quema grasa en vez de azúcar, lo que ayuda a perder peso y también contribuye a controlar la diabetes.
Numerosos estudios respaldan tal postura. Una investigación publicada el 5 de junio, en la revista científica Cell Metabolism, halló que comer solo entre las 8:00 y las 14:00 horas —en vez del horario habitual de las 8:00 a las 20:00— ayudó a que las personas con signos iniciales de diabetes respondieran mejor a la insulina natural de sus cuerpos. Asimismo, ese horario sirvió para reducir la presión arterial y el apetito, dos factores que suelen agravar la diabetes.
Sin embargo, algunos investigadores aconsejan proceder con cautela —incluida Anna Bonassa, de la Universidad de São Paulo, Brasil. Bonassa y sus colegas son quienes presentaron un nuevo estudio en el cual unas ratas sometidas a ayuno intermitente mostraron un incremento del tejido graso, así como daño en las células pancreáticas asociadas con la producción de insulina. En opinión de Bonassa, esos efectos “podrían conducir a la diabetes y a graves problemas de salud”.
Fung refuta dicho resultado. Y es que, como sucede con todas las investigaciones clínicas hechas con animales, este estudio no aplicaría, necesariamente, a hombres y mujeres. Además, vale observar que, a lo largo de nuestra historia, los humanos hemos pasado por periodos prolongados sin comer. “Si el ayuno nos provoca diabetes, entonces los cavernícolas debieron padecerla muchísimo”, sentencia Fung.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek