Por décadas, el escritor Richard Gibson negó ser un agente de la CIA. Al abrir sus expedientes, la verdad salió a la luz, con el pequeño detalle de que él sigue vivo.
A finales de la década de 1940 y principios de los años 50, París atraía a intelectuales africanoestadounidenses con la esperanza de escapar del racismo y conformismo de la vida en Estados Unidos. El principal entre ellos: Richard Wright, el aclamado autor de Hijo nativo y Chico negro, quien llegó en 1947. Pronto se le unieron Chester Himes, un exconvicto y maestro de la ficción detectivesca; James Baldwin, el ensayista precoz, y Richard Gibson, un editor de la Agence France-Presse.
Estos hombres se hicieron amigos, colegas y, pronto, acérrimos rivales. Su verdadera relación pareció desenmascararse ante la guerra de Francia por conservar su colonia en Argelia. Gibson presionó a Wright para que criticara públicamente al gobierno francés, lo que hizo enfurecer al reconocido escritor. Wright dramatizó su riña en una novela que llamó Island of Hallucination, la cual nunca fue publicada, ni siquiera después de su muerte, en 1960. En 2005, Gibson publicó sus memorias en una revista literaria, donde contó las elucubraciones políticas que su otrora amigo había dramatizado, y le dijo a The Guardian que había obtenido una copia del manuscrito y no tenía objeciones en que se publicara. “Aparezco como Bill Hart, el ‘superespía”, dijo Gibson sobre la historia.
El libro de Wright ahora parece profético. En un giro extraño, el 26 de abril, cuando los Archivos Nacionales de Estados Unidos liberaron miles de documentos correspondientes al asesinato del presidente John F. Kennedy, se incluían gruesos expedientes de la CIA sobre Gibson. Según estos documentos, él sirvió a la inteligencia de Estados Unidos de 1965 a, por lo menos, 1977. Esto fue mucho después de que Wright escribió su libro y no está claro si Gibson se comprometió al espionaje antes de ese periodo. Pero los archivos revelaron su nombre clave de la CIA, QRPHONE-1; su salario sin impuestos era de 900 dólares al mes (el equivalente a más de 6,000 dólares en 2018), y sus varias misiones, así como su actitud (“vigorosa”) y rendimiento (“de un emprendedor”).
La parte más curiosa de la historia: Gibson sigue vivo. Tiene 87 años y radica en el extranjero. (Gibson “no estará disponible a sus preguntas”, dijo un amigo de su familia que respondió el teléfono en su casa.)
La CIA usualmente presta atención a defender la confidencialidad de sus fuentes y métodos. Al anunciar la liberación de los archivos de JFK el año pasado, el presidente Donald Trump declaró que los registros se abrirían completamente, “excepto los nombres y las direcciones de personas vivas”. Salvo Gibson, al parecer. (La CIA se negó a hacer un comentario para este artículo.)
Nacido en 1931, Gibson creció en Filadelfia y asistió al Colegio Kenyon en Ohio. Una temporada en el ejército le dio a probar la vida europea, y se mudó a Roma y luego a París. Escribió una novela, una historia de detectives llamada A Mirror for Magistrates, y se amistó y enemistó con Wright y otros intelectuales expatriados.
En 1957, Gibson dejó París y fue a trabajar para CBS Radio News, de acuerdo con sus notas periodísticas publicadas. Con un colega cubrió la revolución cubana que llevó a Fidel Castro al poder. En 1960, Gibson, quien por entonces simpatizaba con movimientos izquierdistas, cofundó el Comité de Juego Limpio para Cuba (FPCC, por sus siglas en inglés), el cual defendió al gobierno de Castro de la cobertura negativa en la prensa estadounidense.
Cuando dejó CBS, Gibson se encargó de administrar el FPCC, y este creció rápidamente en las universidades. Se resistió a los citatorios de investigadores del Senado, los cuales buscaban desacreditar al grupo, e instó a líderes de los derechos civiles a apoyar la causa cubana.
Pero en julio de 1962 Gibson renunció al FPCC y redactó una carta anónima en el papel membretado del grupo a la CIA. Si la agencia arreglaba una reunión en un sitio seguro, escribió, podría serles de utilidad.
La CIA descifró quién escribió la carta y contactó al joven intelectual. Este se había mudado a Suiza para convertirse en el editor en idioma inglés de una nueva revista llamada La Révolution Africaine. En un memorando de enero de 1963, Richard Helms, subdirector de la CIA, informó al FBI que Gibson le había hablado a una fuente de la agencia sobre la dirección ideológica de la revista —más a la izquierda— y cómo planeaba reubicar a 15 miembros de su personal de París a Argel.
Cuando Kennedy fue asesinado, el 22 de noviembre de 1963, la CIA le preguntó a Gibson sobre el asesino acusado, Lee Harvey Oswald, quien había tenido correspondencia con el FPCC. Gibson les dijo lo poco que sabía e indicó que quería “mantener contacto” con el gobierno de Estados Unidos.
En el verano de 1964, Gibson tuvo otra riña, esta vez con el dueño de La Révolution Africaine, quien lo acusó de ser un agente del FBI y la CIA. Cada vez que la acusación se repetía años después, Gibson se encogía de hombros. “Si soy de la CIA, ¿dónde está mi pensión?”, le dijo a The Guardian en 2006.
Para entonces, Gibson ya no trabajaba para la agencia. Pero su archivo muestra que un oficial de Langley lo contactó en enero de 1965 y arregló una reunión informativa y le dieron una “asignación de prueba” ese verano: “Después del reclutamiento y la aceptación de… examinación [con polígrafo], [el] sujeto fue presentado con su… oficial de caso”. Pronto empezó a trabajar para el servicio de inteligencia como espía.
Cuatro años después, según su archivo, la agencia aumentó el salario libre de impuestos de Gibson de 600 a 900 dólares al mes (el equivalente de más de 6,000 dólares en 2018). Su misión: reportar sobre “sus amplios contactos entre los movimientos izquierdistas, radicales y comunistas en Europa y África”.
Gibson, su esposa y sus dos hijos se establecieron en Bélgica, donde llevó la vida de un intelectual cosmopolita. Viajó ampliamente y escribió un libro sobre los movimientos africanos de liberación que combatían el gobierno de la minoría blanca. También monitoreó al poeta revolucionario y dramaturgo Amiri Baraka, quien confiaba en él como un camarada ideológico. En sus cartas al espía de la CIA, Baraka firmaba con las palabras de despedida “En lucha”. (El hijo de Baraka, Ras, es el alcalde de Newark, Nueva Jersey.)
Aun cuando los archivos de la CIA recién liberados no incluyen detalles operativos, parece que Gibson fue un espía prolífico. Un memorando de la CIA afirma que en 1977 su archivo contenía más de 400 documentos.
A pesar de su ocurrencia con The Guardian, Gibson incluso tenía una especie de pensión de la CIA. En septiembre de 1969, su oficial de caso señaló que “QRPHONE/1 ha empezado a invertir una porción de su salario mensual en un respetable fondo de su elección. Este modesto programa de inversión mejorará la seguridad financiera en caso de terminación o época de vacas flacas”.
Gibson todavía era un “agente activo” en 1977, cuando el Congreso reabrió la investigación de JFK y empezó a hacer preguntas sobre la penetración de la agencia al FPCC en 1963. El Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre Asesinatos pidió ver el archivo de la CIA de Gibson. La agencia mostró a los investigadores solo una pequeña porción, pero el material completo, todavía clasificado, se volvió parte del archivo de la CIA de registros sobre JFK.
Esa designación finalmente cambiaría. En octubre de 1992, el Congreso aprobó una ley que obligaba a la liberación de todos los archivos de JFK dentro de 25 años. El secreto de Gibson estaba a salvo, por el momento. En 1985 demandó exitosamente a un autor sudafricano que había afirmado que él era un agente de la CIA. El libro fue retirado y el editor publicó una declaración en la que aseguraba que el “Sr. Gibson nunca ha trabajado para la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos”, una afirmación que ya no parece sostenible.
En 2013, Gibson vendió sus papeles recopilados a la Universidad George Washington en Washington, D. C. Para celebrar la adquisición, la universidad celebró un simposio de un día entero: “Richard Gibson: opositor literario y guerrero frío”, dedicado a “hacer avanzar nuestro entendimiento de la historia intelectual y literaria de la Guerra Fría”.
Con la liberación de los archivos de la CIA de Gibson, los eruditos ahora pueden discernir la mano oculta del servicio clandestino estadounidense al escribir esa historia. En lo tocante al personaje que inspiró a Bill Hart, “el superespía”, la ficción de Richard Wright tal vez se adelantó a su tiempo.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek