A 80 años de la expropiación petrolera y la creación de Pemex, la industria atraviesa uno de sus momentos más críticos: producción en picada, instalaciones chatarrizadas, pasivo laboral insolvente y, entre otros, un sindicato que sigue cobrando prebendas como en ningún otro país.
Si Petróleos Mexicanos (Pemex) fuese un cuerpo humano, a punto de cumplir 80 años arribaría con múltiples achaques y males endémicos. Este 18 de marzo se cumplen ocho décadas de que el entonces presidente Lázaro Cárdenas pronunció el histórico discurso mediante el que oficializó su decisión de expropiar la industria petrolera —con los activos, maquinaria y equipos de las empresas que entonces la operaban y su posterior liquidación—. Tres meses después, se concretó la creación de Pemex.
En su onomástico número 80 la otrora paraestatal yace en plena crisis —dada su baja productividad y el hecho de estar desdibujada en el mapa internacional—. Este es el estado de la principal empresa pública que, en escasos nueve meses, entregará la administración del presidente Enrique Peña Nieto.
“Evidentemente la expropiación petrolera ha sido desmontada. Incluso en el plano simbólico los mensajes son contundentes: la reforma energética se anunció en Londres, la capital del reino que boicoteó a México tras la expropiación. Además, en la Ronda 2.4, la gran ganadora fue la angloholandesa Shell, principal afectada por la expropiación. Otro dato simbólicamente fuerte: el Campo Cuichapa fue descubierto por El Águila en 1934, expropiado por el general Lázaro Cárdenas y regresado a manos privadas en la Ronda 1.3”. Así lo explica Fluvio Ruiz Alarcón, doctor en economía del petróleo por la Universidad de París Nueva Sorbona y exconsejero profesional de Pemex.
Más allá de simbolismos, Pemex enfrenta rezagos que la tienen en riesgo inminente. En el mundo petrolero se dice que, entre más años tiene una compañía, suele estar más fortalecida, pero la mexicana parece la excepción.
“Las empresas petroleras entre más años cumplen, más jóvenes se ven, porque hay modernización tecnológica y en su gestión, pero Pemex a sus 80 años se ve como una viejita de 80 años: está pauperizada, está arrugada, no tiene columna vertebral, realmente estamos viendo un proceso tal vez irreversible de la obsolescencia de Pemex, lo cual es gravísimo porque es el activo público más importante que tiene este país”, dice la experta en temas energéticos Miriam Grunstein, académica del Centro de Investigación y Docencias Económicas (CIDE).
Y cuando se le inquiere cuál será el futuro de Pemex, responde:
“Que se privatice en pedacería, pero no es fácil privatizar eso, porque tiene que ver con la extinción de un elefante blanco. Ya es un elefante blanco. Entonces tendríamos que ver qué hacemos con ese cadáver. Quién se lo va a quedar es altamente dudoso, pero eso no se debe a esta administración, es algo que esta administración no pudo resolver ni corregir; el proceso de deterioro de Pemex ya tiene muchísimos años.
PRODUCCIÓN EN PICADA
Visto en números, las finanzas no son prometedoras. Los volúmenes de producción están en rojo intermitente: desde el año 2004 en que llegó al pico de los 3,340 millones de barriles de petróleo diarios (mbpd) en promedio, fue decreciendo hasta llegar, el año pasado, a los 1,951 mbpd, su nivel más bajo desde 1980. Y este año mengua aún más: está produciendo 1,928 mbpd.
En su Prospectiva de Petróleo Crudo y Petrolíferos 2016-2030, la Secretaría de Energía (Sener) señala que “durante los últimos diez años se ha presentado una tendencia descendente en la producción de petróleo crudo”, resultado de factores como la menor producción en los activos, declinación natural de campos y recortes presupuestales, entre otros.
Tanto la baja producción como el desplome en los precios internacionales del crudo han impactado los ingresos de Pemex. El precio promedio de la mezcla mexicana en 2013 fue de 98.44 dólares por barril; en 2014, de 85.48 dólares; en 2015, 43.12; en 2016, 35.65; en 2017, 46.73; este año ronda los 55 dólares. Y aunque la cotización ha mejorado, ello no alcanza para compensar la baja producción.
El desplome de la producción también ha generado la disminución en el suministro de crudo a las seis refinerías que integran el Sistema Nacional de Refinación y la producción de refinados para el mercado interno, con el consecuente aumento de las importaciones.
Lo anterior incide en la subutilización de estas instalaciones —en promedio, de 40 por ciento de su capacidad—, lo cual lo resienten no solo las finanzas de Pemex sino, directamente, el bolsillo de los consumidores. Esto debido a los permanentes incrementos al precio de los refinados en su calidad de importados y porque su producción interna también es más costosa. Lo anterior, sumado Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS), encareció los productos más de 100 por ciento en menos de una década. Por ejemplo, de los 7.88 pesos que el litro de gasolina Magna costaba en enero de 2010, en 2011 subió a 8.84; en 2012, a 9.82; en enero de 2018 llegó a 17.10, y en marzo rebasa los 18 pesos —mientras, la mezcla Prémium ronda los 20 pesos.
Para mayor claridad en la proporción de los aumentos, pensemos en, por ejemplo, un auto estándar cuyo tanque de 40 litros en 2010 se podía llenar con 315.20 pesos: ahora requiere de 720 pesos por la misma cantidad de gasolina Magna, y si es Prémium el costo se eleva a 800 pesos.
El panorama no se vislumbra prometedor. La Sener estima que en los próximos 15 años crecerá 40 por ciento la demanda de combustibles para el transporte; y de estos, por lo menos 35.8 por ciento de las gasolinas se seguirán importando. En cuanto al diésel, que utiliza principalmente el transporte de carga, de aquí al año 2022, por lo menos, el mercado demandará un promedio de 436.5 mbpd y la producción promedio será de 351.8, por lo que se importará 156.5 mbpd, es decir, más de 30 por ciento.
Y en lo relativo al coque de petróleo, que usan principalmente los sectores de construcción y el eléctrico, la producción comprendida en el periodo que va de 2015 a 2020 será insuficiente para satisfacer la demanda interna. Por consiguiente, se continuará dependiendo también de las importaciones.
LA SANGRÍA FISCAL
El severo régimen fiscal impuesto a Pemex a lo largo de su historia fue también determinante para sus finanzas negativas, considera el doctor Lorenzo Meyer Cosío, catedrático del Colegio de México y autor de varios volúmenes sobre la historia de la industria petrolera.
En efecto, la mayor parte de su existencia Pemex fue usada como principal generador de ingresos del país vía recursos fiscales. Tal carga fiscal, muy por encima de sus ingresos reales, motivó que para alcanzar a cubrirla, se endeudara. Según datos del Taller de Energía del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo, de la UNAM, entre 1993 y 2014 Pemex entregó al fisco el 110 por ciento de su rendimiento de operación, es decir, la petrolera se vio obligada a endeudarse tan solo para pagar los impuestos y derechos correspondientes.
Aun cuando el régimen es ya, oficialmente, menor, el daño parece irreversible. Fluvio Ruiz, quien además de consejero profesional de Pemex se desempeñó como asesor en el Congreso de la Unión durante varias legislaturas, explica que “para que cualquier descarga fiscal se refleje plenamente en el fortalecimiento de Pemex, la condición sine qua non es que debe ir aparejada de una mayor autonomía presupuestal”.
Al respecto agrega: “Nuestra petrolera, en la actualidad, está sujeta aún al balance financiero y al techo de gasto de servicios personales que, a propuesta de la Secretaría de Hacienda, apruebe el Congreso. Esto es suficiente para que sus decisiones operativas se vean fuertemente limitadas, acotadas y hasta pervertidas. La única manera de que Pemex pueda decidir en función de la lógica de la industria petrolera es que el Estado mexicano se decida a realizar la profunda y redistributiva reforma fiscal que el país necesita para crecer con equidad”.
NUEVO MAPA PETROLERO
Con la entrada en vigor de la reforma energética, a partir de 2014 Pemex abrió sus puertas a “socias” mexicanas y extranjeras. Hoy, a 80 años de su nacionalización, la industria en México tiene un nuevo rostro: el de compañías de todos tamaños de una veintena de países a las que, a través de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), se les han otorgado alrededor de 90 contratos y una extensión territorial de casi 90,000 kilómetros cuadrados asociados a ellos en bloques tanto terrestres como marítimos para exploración y explotación de hidrocarburos.
Oficialmente se tiene una prospectiva de más de 2,000 “oportunidades exploratorias”, 32.2 por ciento en regiones terrestres, y 27.6 por ciento en zonas marinas profundas. Pese a que se han asignado varios de los más importantes campos con reservas probadas, hasta estos momentos la producción significativa es solamente la que sigue realizando Pemex.
Miriam Grunstein, quien también ha sido consultora tanto del Senado como de Pemex, explica por qué, desde su perspectiva, las finanzas de la petrolera mexicana no muestran mejoría:
“Pemex ha tenido un recorte muy fuerte a su presupuesto, y también los bajos precios del petróleo han influido, entonces Pemex, como titular de sus asignaciones, ha tenido una declinación muy importante de su producción. Además el desempeño de Pemex, desde la reforma, en exploración y producción, ha sido bastante insuficiente, y eso se debe a una serie de factores: definitivamente pegaron los bajos precios de petróleo, pero también hubo una gestión desastrosa, primero con Emilio Lozoya, y eso sin contar las imputaciones de corrupción que se le han hecho desde el extranjero y que en México no han tenido consecuencia jurídica alguna. Pero su gestión fue francamente desastrosa, con negocios turbios con fertilizantes y demás. Después entra José Antonio González Anaya, que es un buen administrador de finanzas públicas, pero no es experto petrolero, y si bien su gestión fue muy superior a la de Lozoya, siguió dejando mucho qué desear en la creación de negocios”.
Según Grunstein, “Pemex no está creando negocios en exploración y producción. Ha hecho alianzas estratégicas, por ejemplo, con Chevron y con British Petroleum, pero los resultados estamos aún lejos de verlos. Entonces, tanto como asignatario y como contratista Pemex está en una situación muy delicada, y dado que todavía los operadores privados que entraron no están produciendo, sí nos pone en una situación de seguridad energética bastante precaria”.
SEGURIDAD ENERGÉTICA, EN VILO
La baja productividad de Pemex no es solamente un problema de finanzas públicas. El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano explica que la seguridad energética del país está en riesgo debido también a que las reservas petroleras con las que México cuenta están garantizadas solamente para los próximos seis años.
Miriam Grunstein, por su parte, considera que la creciente dependencia de las importaciones entraña una crisis de seguridad energética. “No podemos, ni por razones financieras ni por razones geopolíticas, depender de la importación de petróleo de Estados Unidos porque sería una medida de muy fuerte presión sobre el gobierno mexicano. Entonces, si nos volviéramos importadores netos de crudo, tendríamos muchos problemas adicionales”.
El riesgo de que México se convierta de país productor a meramente importador es latente. Grunstein destaca que podría ocurrir “si los operadores nuevos no compensan lo que producía Pemex, porque la producción va de picada y fuerte. Y los números de Pemex nunca han sido confiables, siempre nos han presentado cuentas alegres, y es realmente gravísimo, porque debería de haber responsabilidades administrativas imputables a la gestión de Pemex por incumplir sus metas de producción, porque de ellos depende la seguridad energética e industrial del país”.
La salida, considera, se llama “profesionalización, inversión, salud en las finanzas, combate a la corrupción, modernización tecnológica, saneamiento laboral, mejores practicas, rigor en el cumplimiento de los programas exploratorios y de producción, un tratamiento fiscal riguroso, pero razonable”.
Los expertos plantean soluciones a corto plazo que debían comenzar con darle a la petrolera una estructura netamente empresarial y no con perfil político. Mucho menos como una caja chica de las finanzas públicas, como históricamente se le ha usado.
Sobre este punto, Fluvio Ruiz precisa: “Mientras Pemex no salga del presupuesto ni tenga otro gobierno corporativo, sus principales decisiones de inversión seguirán atrapadas en la lógica de las necesidades recaudatorias de corto plazo”.
EL STPRM, COMO EN AÑOS DE BONANZA
Pese a la crisis, el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) sigue como una de las principales vías de gasto de Pemex. De las petroleras del mundo, solamente la mexicana tiene una organización gremial que goza de prebendas que no corresponden a la situación financiera de la empresa a la que pertenece.
No importa si el barril de crudo mexicano se desploma en el mercado internacional, o si Pemex cerró 2017 con una pérdida acumulada de 333,000 millones de pesos. Este año, igual que siempre, la empresa paga un robusto contrato colectivo de trabajo lleno de privilegios, que incluye el salario completo, prestaciones, viáticos, transporte y gastos de representación de una extensa estructura sindical de más de 300 funcionarios del Comité Ejecutivo General que incluye 158 comisionados nacionales y 12 comisionados adscritos directamente a las órdenes del secretario general, y 36 secretarios generales de los comités ejecutivos locales con sus respectivos representantes, asesores y comités.
A los más de 120,000 sindicalizados la petrolera les paga, adicionalmente a su sueldo, múltiples prestaciones como ayudas de despensa, suministro de gas doméstico, gasolina y lubricantes. También actividades lúdicas y recreativas que incluyen, por ejemplo, dotación completa de uniformes y equipos si practican algún deporte que va desde el beisbol, futbol y boliche hasta el costoso tenis; cirugías plásticas y estéticas dentro de sus servicios clínicos, y hasta un peculiar bono (de 5,300 pesos) si mantienen cierto peso —y para quienes tengan sobrepeso, si lo reducen 10 por ciento anualmente, también se les otorga el bono.
Cada rubro adicional, por el volumen de los empleados, implica una sangría; por ejemplo, si cada uno de esos más de 120,000 trabajadores conserva su peso o lo reduce, entonces Pemex estaría gastando solo en ese “bono a la salud”, 636 millones de pesos.
En las finanzas de Pemex, otro foco rojo son las pensiones que no están fondeadas y cada año aumentan. Además de que estas son de 100 por ciento del salario, vitalicias y heredables, también consideran todos los beneficios adicionales como el suministro de los combustibles que, precisamente, se han encarecido.
Desde 2014, la Auditoría Superior de la Federación alertó que “Pemex registra un problema estructural en su esquema de pensiones y jubilaciones que ha provocado que el pasivo laboral crezca debido al incremento de los beneficios pensionarios; asimismo, existe el riesgo de que en las negociaciones contractuales que Pemex efectúe en el futuro se incorporen más beneficios que generen un aumento aún mayor del monto de las obligaciones pensionarias y aceleren el crecimiento del déficit actuarial, de tal forma que resulte más difícil su financiamiento hasta el grado en que no sea posible cumplir con los compromisos adquiridos y se presenten mayores contingencias laborales, e importantes problemas legales, de solvencia y liquidez”.
Según sus cálculos, el monto de las pensiones que Pemex paga se incrementa 2.7 por ciento anualmente. Para tener una idea del tamaño de la bolsa que la petrolera necesita solo para pagar pensiones según la tendencia, en el año 2120 requerirá de 880,137 millones 700,000 pesos anualmente, casi 900,000 millones de pesos por año.
SE VAN A PIQUE
La crisis que la industria vive está impactando incluso a compañías noveles que, apostando todo por el nuevo modelo de negocios con Pemex, se están yendo a pique. Entre estas destaca el caso de Oro Negro, en cuyo capital accionario participan los familiares del exsecretario de Hacienda Francisco Gil Díaz (su hijo, Gonzalo Gil White, y su cuñado, José Antonio Cañedo), y que tiene como presidente a Luis Ramírez Corzo, director general de Pemex y de Exploración y Producción en el sexenio de Vicente Fox.
Oro Negro se comprometió en créditos internacionales para traer plataformas de Singapur que arrendó a Pemex. Hace unos días se declaró en quiebra, desembarcó y despidió a 350 trabajadores.
Lo mismo ha ocurrido con otras compañías con su base en Ciudad del Carmen, que están haciendo despidos masivos. Esto acentúa la crisis de la economía local que se resiente, principalmente, en entidades petroleras como Veracruz, Tabasco y Campeche.
SINIESTROS INDUSTRIALES, AL ALZA
Los recortes presupuestales y la falta de inversión tienen a Pemex en estado de chatarrización de sus instalaciones estratégicas. Esto ha provocada una mayor incidencia de siniestros.
En años recientes los siniestros industriales considerados “significativos” por la petrolera han sido más frecuentes y costosos y han impactado también su patrimonio. Así lo comprueban documentos internos de Pemex obtenidos por Newsweek en Español a través de la Ley Nacional de Transparencia.
El Centro de Coordinación y Apoyo a Emergencias de Petróleos Mexicanos (CCAE), que registra los accidentes “significativos” o de alta gravedad, indica que en 2007 ocurrieron en las instalaciones de Pemex cinco accidentes graves relacionados con seguridad industrial; en 2008 se registraron dos; en 2009 ocurrieron 14; en 2010, cinco; en 2011, 11; en 2012, 10; en 2013, 12; en 2014, 10; en 2015, 24; en 2016, 18; en 2017, hasta septiembre en que se hizo el corte de datos oficial, se habían contabilizado 11. Se trata de explosiones, incendios, fugas en gasoductos, refinerías, pozos y plataformas.
Aquí destaca la explosión en el complejo Abkatún, un grupo de seis plataformas a 30 kilómetros de profundidad en el Golfo de México. En abril de 2015 ocurrió el siniestro que es considerado uno de los más costosos a escala mundial en la industria del gas y del petróleo. Según la causa raíz, lo ocasionó la corrosión de una tubería. A Pemex esto le costó más de 1,000 millones de dólares, es decir, casi 20,000 millones de pesos. A escala mundial se le ubicó como el tercer siniestro industrial más costoso del planeta en la historia, según consigna un informe especial, elaborado por Marsh, líder global de seguros y manejo, cuya copia obra en poder de este semanario.
Para hablar de la situación actual de la industria petrolera se solicitaron entrevistas tanto con Pemex como con la CNH, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.