¿Se lee en México? Para Luisa Reyes Retana, en un país con alto rezago social es difícil contestar objetivamente a esta pregunta. Primero hay que cubrir las necesidades vitales. Asegura que lectura te da un descanso de la vida, pero también enriquece la propia.
Reyes Retana, ganadora del Premio Mauricio Achar, otorgado en conjunto por Librerías Gandhi y el sello editorial Literatura Random House, se enteró de la premiación mientras atendían a su hijo con el pediatra.
Su felicidad no tardó en reflejarse en las mejillas; después de dos años y medio de proyecto finalmente el trabajo narrativo se vio materializado en una novela cruda, impactante y osada; Arde Josefina, una historia sobre John y Josefina, hermanos ingleses criados en México en una comunidad europea de Pachuca, Hidalgo. Ellos se enfrentarán a los fríos tratos de unos padres sin sentido afectivo, un país en parte clasista y la esquizofrenia que sufre el menor de los afectados.
Reyes Retana estudió Derecho en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y tiene una maestría en Derecho Comparado en la Universidad de Berkeley, California. Es fundadora de Sicomoro Ediciones y ha trabajado en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
Esta entrevista se realizó vía correo electrónico y fue editada por cuestión de espacio, pero el sentido de las respuestas se conserva.
—Luisa, ¿qué te ha llevado a escribir una novela tan emocional y cruda?
—En la vida doméstica, las reglas nunca son explícitas. La privacidad de una familia es indescifrable para quien no forma parte de ella. Sus miembros decodifican su infancia con las mismas herramientas subjetivas con las que se crean sus dinámicas. Esa subjetividad me interesa porque encierra el misterio que somos. Esta novela pretende recrudecer esa realidad para hacer explícitos los caminos asociados a la infancia que llevan a la gente a hacer cosas que, de otro modo, resultan inexplicables. “Infancia es destino”, es la tesis de la novela.
—¿Es Josefina el alter ego de Luisa Reyes Retana, de sus cualidades y virtudes o bien de sus defectos y sus temores?
—No me atrevo a ver a Josefina como si mirara el espejo. No he vivido en condiciones parecidas o análogas a las de este personaje, pero sí busco identidad y libertad a costa de mucho trabajo.
—¿Será acaso que al final, todos llevamos un monstruo dentro?, ¿una llama que arde?
—Quizá sí, pero no lo sé. Tendría que vivir más vidas.
—¿Crees que en la sociedad mexicana existe una buena educación acerca del tema de la esquizofrenia y sus tratamientos?
—No tengo la impresión de que seamos una cultura especialmente interesada en enfermedades mentales. Más bien, cuando un miembro de la familia padece alguna enfermedad, sea cáncer, lupus, esquizofrenia, o cualquier otra que afecte de forma sustantiva la vida del enfermo y la de su familia, se aprende sobre la marcha.
—Como escritora y fundadora de una editorial, ¿consideras que realmente se lee en México?
—Me acuerdo de una pregunta del examen de admisión a la carrera de Filosofía en la UNAM, que decía algo como: “Una vez atendidas las necesidades vitales de las personas, la cultura y las artes pueden…”, no recuerdo el sentido de la pregunta, ni las respuestas de opción múltiple, ni sé qué contesté, pero la premisa afectó mi forma de entender el tema. La lectura en nuestro país está condicionada. En México hay 54 millones de pobres, el acceso a la educación no es equitativo, no sabría cómo juzgar si realmente se lee en México bajo condiciones adversas para los lectores. Una vez atendidas las necesidades vitales de las personas, discutimos el tema.
—¿Es suficiente leer 20 minutos al día como proponen ciertas campañas?
—Es suficiente para conservar el hábito, pero depende de los objetivos. Los lectores de ficción suelen leer a ritmos muy distintos que los de textos académicos o contenidos de internet.
—¿Qué ha dejado el hábito de la lectura en tu vida?
—La lectura es un remanso y también un motor. La posibilidad de imaginar otras vidas, incluso de vivirlas por fracciones de segundo, tiene una doble ventaja. Por un lado te permite descansar de la propia. Por el otro, enriquece tu experiencia. Como objeto y como contenido, los libros acompañan en la intimidad y te acercan.
—¿Consideras que existe una inequidad de oportunidades para las mujeres en la industria de la literatura?
—Existe una inequidad de oportunidades para las mujeres, punto. Luchamos por espacios desde nuestra condición de mujeres, porque tenemos que lidiar con la cultura machista institucionalizada y cotidiana, coexisitir con masculinidades que no han asimilado que las mujeres somos la otra mitad de la humanidad, trabajos que no admiten nuestra condición de madres, etcétera. En menos palabras, enfrentamos obstáculos que están ahí sólo para las mujeres.
—Sobre el Premio Mauricio Achar, ¿es motivo de inspiración para una segunda novela?
—¡Claro! Ya llevo 30 páginas y media.
—Como madre lectora, ¿qué importancia tiene la presencia de las letras en un hogar?
—A los niños les gusta imaginar. Cuando juegan, inventan historias de soporte literalmente increíbles. Son zombies que pelean con plantas que tienen tres bocas, o juegan al dinosaurio y la licuadora, que cuando se tocan se vuelven tiburones, o abren portales hacia dimensiones en las que no podemos entrar los papás, etcétera. Los libros validan su imaginación.