Dormir —o, al menos, alguna actividad que se le parece muchísimo— es bastante común en todos los seres vivos: no solo entre los humanos y nuestros parientes cercanos, también en las aves, los reptiles, los peces, los insectos e, incluso, un gusano microscópico llamado Caenorhabditis elegans, que puedes encontrar en muchos laboratorios científicos.
Con todo, si bien los científicos todavía no han confirmado que haya un animal que pueda pasársela sin dormir, tampoco están convencidos de que todos los animales necesiten el sueño. Esto es especialmente cierto en los animales que ni siquiera tienen cerebros. Así que, cuando un trío de estudiantes de posgrado del Instituto Tecnológico de California (Caltech) notó que unas medusas de laboratorio cambiaban su comportamiento al apagar las luces, decidieron investigar. “Una noche, simplemente, entramos… con nuestros iPhones y algunos aparatos muy simples, y las filmamos”, explicó Michael Abrams, uno de los tres autores principales del artículo recién publicado en Current Biology, donde resumen sus hallazgos. “Podías ver, claramente, un cambio de conducta entre luz y oscuridad”.
Las medusas, de la especie Cassiopea, reciben el sobrenombre de medusas invertidas porque suelen merodear en aguas someras cerca del lecho marino y con los tentáculos hacia arriba. La Cassiopea intriga a los científicos debido a que posee un sistema nervioso muy simple: en vez de un cerebro centralizado como el nuestro, tiene una red de nervios dispersa por todo el cuerpo.
Las medusas contraen sus campanas (la parte que no tiene tentáculos) creando corrientes alrededor del cuerpo. “Son bastante grandes y el movimiento es muy notorio”, agrega Claire Bedbrook, otra estudiante de posgrado del equipo Caltech. Y eso fue lo que notaron los investigadores la primera noche que observaron el tanque: las medusas contraían sus campanas con menos frecuencia por la noche que durante el día. Esa observación los lanzó en una búsqueda de tres años para determinar si lo que veían cumplía con la definición de sueño.
Aunque quizá no pienses en ello cada noche cuando te pones el pijama, existe una definición biológica de sueño que se basa en tres criterios. El cuerpo tiene que moverse menos y estar menos alerta a los estímulos; sin embargo, estas condiciones deben interrumpirse fácilmente (de lo contrario, estás en coma). Además, hay algo llamado regulación homeostática, una manera elegante de decir que, después que pasas mucho tiempo sin dormir, duermes más para ponerte al día.
De modo que Abrams, Bedbrook y su colega, Ravi Nath, diseñaron una secuencia de experimentos para determinar, de manera metódica, si la Cassiopea reunía todos esos criterios.
A tal fin, el equipo tenía que encontrar la manera de interrumpir hasta la menor “cabeceada” que pudiera dar la Cassiopea. “Tuvimos que ser muy creativos”, recuerda Abrams, pues necesitaban algún tipo de estímulo que pudieran replicar, exactamente, sin que la medusa se habituara y terminara ignorándolo.
Eso significó pensar como medusa, dice Bedbrook. Una de las técnicas finalistas consistió en poner a la Cassiopea en un frasco y sacudirlo, mas la medusa quedó visiblemente estresada, así que lo descartaron. “Este es el gran problema de la investigación del sueño”, lamentó Bedbrook.
Terminaron poniendo a la medusa en una especie de ascensor: un tubo con una red en la parte inferior. Cuando querían estimularla, usaban el tubo para sacarla de su escondite en el fondo del tanque. Luego, volvían a bajar el tubo y dejaban que la medusa se hundiera hasta el fondo, cosa que Nath imagina como un humano que despierta de un sueño en el que está cayendo.
Una vez que hallaron el estímulo perfecto para despertarla, los investigadores empezaron a llevar a cabo los experimentos (y sí, mantener despierta a una medusa significa también que los estudiantes de posgrado deben permanecer despiertos). Cuantificaron las pulsaciones de las medusas durante el día y la noche; después de comer y en ayuno; mientras las estimulaban para mantenerlas despiertas toda la noche; y durante el día, después de una noche agitada. Poco a poco, sus resultados confirmaron cada componente del estado de sueño, además de la posibilidad de que solo estaban observando los efectos de sus músculos fatigados. En general, consideran que la Cassiopea realmente duerme, aunque no sea exactamente como hacen los humanos.
Bedbrook está ansiosa de averiguar si otros investigadores hacen observaciones similares en las conductas de sus medusas y otras especies sin cerebro cuyos hábitos de sueño aún no han sido estudiados detenidamente. Eso revelaría a los científicos algo importante sobre el valor del sueño, apunta Isabella Capellini, investigadora de la Universidad de Hull, Reino Unido, quien ha estudiado la evolución del sueño. Si todas las especies que no tienen cerebro son capaces de dormir, escribió en un correo electrónico dirigido a numerosos medios noticiosos, “los presuntos beneficios del sueño son más universales y se comparten más ampliamente en todo el árbol de la vida de lo que se pensaba hasta ahora. En esencia, el sueño es evolutivamente más antiguo de lo que creíamos”. Y también significaría que el sueño tiene un propósito ulterior al de solo permitir que el cerebro descanse.
Así que, la próxima vez que el insomnio te visite en tu alcoba, considera contar medusas para inspirarte.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek