Fuera de Berlín, 1,081 cráneos humanos de África permanecen en silencio en el depósito de un museo. Han estado esperando, pasando de una institución a otra, durante 110 años.
Ahora los cráneos están bajo el cuidado de la Fundación Prusiana de Patrimonio Cultural, que recientemente ha comenzado un proyecto para encontrar más información sobre ellos y averiguar qué hacer con ellos.
A pesar del tamaño de la colección, sabemos muy poco sobre su origen. La documentación de los cráneos ha estado perdida durante décadas. Por suerte, parte de la información fue escrita a tinta directamente sobre los cráneos, incluyendo el nombre del coleccionista, año de recolección, y en algunos casos “Rwanda”, “Tanzania”, “Burundi” o simplemente “África Oriental”.
Quedan muchas preguntas, pero dos destacan: ¿Cómo obtuvieron estos colectores estos cráneos? ¿Y qué se debe hacer con ellos ahora?
A principios de 1900, los coleccionistas Felix von Luschan y Jan Czekanowski recorrieron Ruanda y África Oriental para acumular un enorme catálogo de cráneos humanos. De vuelta en el tiempo, hace más de 100 años, no se podía ir a Skulls Unlimited para encontrar restos humanos, y tampoco se podía escarbar en un cementerio: el este de África no tenía cementerios.
“Parece que [von Luschan] los consiguió de algunos entierros, de tribus tal vez, o algunos los encontró tirados por ahí”, especuló Bernhard Heeb, quien dirige el proyecto de investigación. “Él recogió, a veces, los cráneos de donde los encontraba, en la carretera o al lado del camino.
Von Luschan obtuvo la mayoría de los cráneos, y la colección obtuvo su nombre. Esperaba usarlos para datos sobre la documentación de la evolución humana y las diferencias en las formas de cráneo basadas en el origen de la gente, explicó Heeb.
Von Luschan era un etnógrafo polémico que defendía la igualdad de las razas, escribiendo que todos “provienen de una población” y “sin embargo, si [las etnias] pueden diferir, una no es necesariamente inferior a la otra”, una declaración audaz para un científico en Alemania en ese momento.
Pero los matices de algunos de sus trabajos, sobre todo su escala cromática de color de la piel, probablemente se describirían como racistas para los estándares actuales.
Sin embargo, Von Luschan nunca tuvo la oportunidad de estudiar los artefactos. “Fue un poco ridículo, para ser honesto, porque él recogió un montón de cráneos, pero en realidad no fue capaz de trabajar con ellos al final”, explicó Heeb. “Porque no tenía espacio, no tenía los [materiales], no tenía el dinero y no tenía el tiempo al final”.
Mientras estos cráneos estaban almacenados, los propietarios tendían a estar demasiado ocupados para estudiarlos. Los cráneos sobrevivieron a dos guerras mundiales y se intercambiaron varias veces. Cuando la Fundación los obtuvo hace menos de una década, comenzó a limpiarlos, restaurarlos y documentarlos. Después, visitó las áreas donde cree que los artículos fueron obtenidos y trabajó con los embajadores de Ruanda para determinar qué sería lo correcto. Pueden ser repatriados al país de donde proceden, o pueden regresar a una colección donde serán estudiados más a fondo.
O después de 100 años, pueden finalmente ser enterrados.
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Publicado en cooperación conNewsweek / Published in cooperation withNewsweek