¿Qué hace sufrir a las personas? De manera convencional, los economistas citan al desempleo y la pobreza como los principales disparadores de la desesperación. Pero una nueva investigación sugiere que esa apreciación es errónea.
“Hallamos, persistentemente y en todos los países, que los problemas de salud mental son las principales causas de sufrimiento”, afirma Richard Layard, de la Escuela de Economía de Londres, quien, junto con su colega Sarah Flèche, analizó encuestas de felicidad y satisfacción llevadas a cabo en todo el mundo. En un artículo publicado en enero, en la revistaKyklos, Flèche y Layard establecieron que la correlación entre enfermedad mental y sufrimiento era muy fuerte, incluso haciendo un control para los parámetros de pobreza y desempleo. En otras palabras, no se trata solo de que las personas tengan problemas de salud mental porque enfrentan privaciones; los problemas mentales son una causa importante de infelicidad no obstante si el individuo tiene empleo y percibe un salario decente, afirma Layard.
Este hallazgo puede parecer evidente, pero las enfermedades no físicas fueron ignoradas en el pasado debido a que los economistas tendían a centrarse en factores externos, y existía la creencia generalizada de que no podía hacerse mucho para tratar los problemas de salud mental, señala David Clark, profesor de psicología experimental en la Universidad de Oxford.
En la última década, estos académicos y otros estudiosos han presionado al gobierno para abordar la salud mental con la misma agresividad que los problemas físicos, y han logrado que el gobierno británico establezca un programa que, hoy día, atiende a 550,000 personas cada año, proporcionando terapias basadas en evidencias para tratar trastornos psicológicos y psiquiátricos, agrega Clark.
Los individuos más vulnerables a las enfermedades mentales son los jóvenes y los adultos jóvenes. “Tenemos una cultura orientada al éxito [que] ejerce mucha presión en los jóvenes”, explica Layard, afirmando que es posible diagnosticar una enfermedad mental en, al menos, 10 por ciento de las personas de 5 a 18 años en Estados Unidos y Gran Bretaña. Y, pese a ello, la mayoría de esas personas –alrededor de las tres cuartas partes- no está recibiendo tratamiento.
“Me parece escandaloso que la mayoría de la población de casi todos los países occidentales y Estados Unidos, simplemente, no tenga acceso a los más recientes tratamientos psicológicos basados en evidencias”, protesta Clark.
Por supuesto, esto no sugiere, necesariamente, que deban recetarse medicamentos de manera más extensa. En muchos casos, los tratamientos psicológicos y conductuales funcionan igual o mejor; no tienen efectos secundarios; y Layard dice que la gente prefiere recurrir a las terapias psicológicas en vez de los fármacos, por un factor de tres a uno. Con todo, muchas más personas obtienen medicamentos sin intervención psicológica. Y una razón de que esto ocurra es la presión que ejercen las compañías farmacéuticas.
No obstante el método de tratamiento, los problemas de salud mental se resuelven mejor si se detectan oportunamente, y estos problemas deben tratarse con la misma urgencia y agresividad que los padecimientos físicos, enfatiza Clark. En las últimas dos décadas, Estados Unidos y Gran Bretaña han tenido logros en este campo, cada cual dedicando cerca de uno por ciento de su PIB a la atención de la salud mental, si bien hay mucho margen para mejorar.
A fin de atender estos problemas de manera oportuna y rápida, es vital que las personas cuenten con un seguro de salud, lo que hace que estos hallazgos sean relevantes en el contexto del plan expuesto por el presidente Donald Trump, de revertir laLey de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible. “La idea de que tengas más 20 millones de personas [que] ya no estén aseguradas… me parece terrible”, sentencia Clark.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek