Conceptos populares, como el “efecto Mozart” –la idea de que escuchar música clásica mejora la inteligencia-, han fomentado la creencia de que “la música te hace más inteligente”.
Desde hace algún tiempo ha existido este interés en la relación entre la aptitud musical, las habilidades y la inteligencia. Con todo, pese a que estas creencias se han diseminado mucho, todavía no hay pruebas concluyentes que demuestren que escuchar ciertos tipos de música mejoren tu inteligencia.
En 1974, los investigadores Desmond Sergeant y Gillian Thatcher, expertos en musicología, declararon que:
No todas las personas altamente inteligentes son, necesariamente, musicales, aunque, al parecer, todas las personas altamente musicales son altamente inteligentes.
Y “al parecer” es la clave en este asunto, porque las evidencias respecto de la exposición musical son, de por sí, mixtas. Diversas investigaciones han demostrado que escuchar música refleja alguna mejoría en ciertos tipos de tareas mentales, pero se trata, específicamente, de una mejoría a corto plazo en destrezas de “razonamiento espacial-temporal”: tareas como resolver rompecabezas.
Escuchar vs. interpretar
Ahora bien, aunque escuchar música es bueno y sano, ¿qué podemos decir de la interpretación musical? Las investigaciones centradas en la interpretación de un instrumento musical y sus efectos en la inteligencia a menudo analizan la manera como el aprendizaje en un área puede producir mejorías en otras áreas; un concepto conocido como “efectos de transferencia”.
Este concepto se fundamenta en la idea de que aprender a tocar el violín, o la batería, podría ayudar a los niños a mejorar su ortografía o a crear un proyecto de ciencias. Y en parte, es la razón de que algunos padres fomenten en sus hijos el aprendizaje de un instrumento creyendo que, de alguna manera, los hará más inteligentes.
Si bien algunos estudios han demostrado que la educación musical puede moldear el desarrollo cerebral, y que se ha vinculado con mejoras de las destrezas motrices finas y la inteligencia general, una revisión reciente sugiere que, por lo pronto, las pruebas reales que respaldan el concepto de “efectos de transferencia” son limitadas.
A pesar de estos hallazgos, abundan las evidencias que sugieren que la educación musical es provechosa. Y con esto en mente, a partir de mi experiencia como música profesional (percusionista), profesora de música y artista, decidí investigar los efectos del aprendizaje individual de un instrumento musical en diversos aspectos del desarrollo cognitivo y conductual.
También analicé su impacto en el desarrollo “socio-emocional”, el cual incluye la experiencia, la expresión y el manejo de las emociones en el niño, así como su capacidad para establecer relaciones positivas y gratificadoras con los demás.
Todos los niños que participaron en el estudio recibían lecciones de música grupales típicas en las escuelas; sin embargo, por primera vez aquel año, la mitad había optado por aprender a interpretar un instrumento de manera individual.
Los resultados demostraron que los niños que iniciaron lecciones de música individuales desarrollaron una mayor conciencia de su “objetivo” y “fuerza” en lo referente a sus destrezas motrices; y también mejoraron su “inteligencia fluida”, que se define como la capacidad para resolver problemas nuevos, usar la lógica en situaciones nuevas e identificar patrones.
Esto sugiere que el aprendizaje de un instrumento musical fomenta el desarrollo de una percepción física del yo respecto de cómo utilizamos los objetos en el mundo que nos rodea; así como el desarrollo de un tipo específico de inteligencia que se utiliza en la resolución de problemas.
Desarrollo musical y social
Como parte de mi investigación, también traté de determinar si los padres y maestros notaban algún cambio a lo largo del año, en términos del bienestar socio-emocional de los niños. Según mis resultados, los padres y maestros describieron a los niños que tomaron lecciones individuales de un instrumento como menos ansiosos que los chicos que solo recibieron lecciones grupales.
De igual manera, opinaron que esos niños interiorizaron menos sus problemas respecto de los niños que solo habían recibido lecciones grupales.
Esto también se reflejó en mi investigación con músicos adultos, quienes explicaron que las “estructuras sociales” en torno del aprendizaje musical son los aspectos que más valoran, y los que habían tenido mayor impacto en sus vidas.
Dichas estructuras incluyen oportunidades para viajar, el intercambio cultural con amigos de todo el mundo, y la capacidad continua de fomentar la creatividad en sus vidas a través de la música.
Aprendizaje musical
Así pues, es evidente que la música puede desempeñar un papel enorme en el aprendizaje infantil. No solo en términos de inteligencia, sino también en su desarrollo físico y su bienestar social.
La investigación también demuestra que el aprendizaje musical puede ayudar a los niños a ser dedicados, así como apoyar los procesos que requiere el trabajo en equipo, y a valorar el esfuerzo para alcanzar objetivos compartidos.
Valorar la educación musical implica fomentar el desarrollo de estas capacidades, de estas destrezas, y estos esquemas mentales. Es por eso que el desarrollo de una cultura de creatividad y aprendizaje musical en nuestras escuelas debe ser un elemento crucial en las vidas de nuestros niños.
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in cooperation with Newsweek