El 12 de febrero, la temperatura en Magnum, Oklahoma, llegó a más de 37 °C. Esta temperatura fue el récord estatal para el mes de febrero, superando una marca establecida en 1918. La temperatura máxima promedio en Magnum en el mes de febrero es de poco más de 13 °C.
Muchas personas consideran que esta temperatura irracionalmente alta es otro signo innegable del cambio climático, pero no es probable que sean escuchadas por el Senado por Oklahoma James Inhofe, célebre por blandir una bola de nieve en el Senado en 2015, para intentar demostrar que el cambio climático no es real. El punto de vista de Inhofe es compartido por el presidente actual de Estados Unidos, Donald Trump, quien, en 2012, publicó un famoso tuit en el que afirmaba que el cambio climático es un fraude perpetrado por los chinos para “hacer que la fabricación en Estados Unidos no resulte competitiva”. El funcionario elegido por Trump para dirigir la Agencia de Protección al Ambiente, el Procurador General de Oklahoma Scott Pruit, es un conocido negador del cambio climático que ha escrito que el debate que rodea a la “magnitud del calentamiento global” está “lejos de haber terminado”.
La mayoría de los demás países del mundo no se muestran tan displicentes al desestimar lo que muchas personas consideran como el mayor desafío para la humanidad en el siglo XXI. En la Cumbre de Gobierno Mundial que se realiza esta semana en Dubai, el tema del cambio climático tuvo un lugar preponderante en los diálogos encabezados por prominentes científicos, catedráticos, líderes de negocios y jefes de Estado del mundo. De particular interés fue el efecto que el cambio climático podría tener en el suministro de alimentos del mundo, que, de acuerdo con la mayoría, sería catastrófico si el sector público y el privado no hacen lo suficiente para combatir las crecientes temperaturas.
“Las implicaciones son enormes”, señaló el Dr. Thomas Homer-Dixon del Instituto Waterloo para la Complejidad y la Innovación. “Esto influye en todos los aspectos del suministro de alimentos de todo el planeta”.
Gran parte de las preocupaciones se relacionan con las temperaturas que exceden el límite para el que la agricultura moderna está diseñada. “Será radicalmente distinto de lo que hemos visto hasta ahora”, explicó Homer-Dixon. “La variación en la temperatura ha sido de 0.75 grados Fahrenheit durante un periodo de casi 1500 años, pero en este siglo, hemos superado por mucho ese límite en el que los seres humanos han establecido su infraestructura industrial, sus sistemas agrícolas, sus sistemas de riego, sus redes de carreteras y sus puertos”.
Homer-Dixon señaló que “las temporadas más calurosas de que tenemos registro representarán la norma en el futuro”. De acuerdo con un estudio realizado en 2009, titulado “Advertencias históricas de una futura inseguridad alimentaria con un calor estacional sin precedentes”, existe una posibilidad de más de 70 por ciento de que cualquier primavera de los años 2080 a 2100 sea la más calurosa de que se tenga registro en la amplia mayoría del territorio estadounidense. Esa cifra es de más de 90 por ciento en el sur de ese país, la Costa Este, el Suroeste y algunas partes de California. “Hemos desarrollado nuestras cosechas para que crezcan con ciertos niveles de estrés provocado por el calor, y ahora nos dirigimos hacia un mundo radicalmente nuevo”, dijo Homer-Dixon.
Los efectos del cambio climático en la agricultura van mucho más allá del suministro mundial de alimentos. Homer-Dixon es uno de los pioneros de la idea de que el cambio climático puede provocar conflictos violentos. En 1994, publicó un estudio titulado “Carestías ambientales y conflictos violentos: Pruebas derivadas de casos”. El ejemplo más reciente, explicó Homer-Dixon, es la guerra civil en Siria.
“Hemos encontrado que [el cambio climático] es un poderoso factor entre las distintas causas [de los conflictos violentos]. Con frecuencia, la relación se da directamente a través del suministro de alimentos. Uno de los casos que se ha examinado con bastante frecuencia (hay algo de controversia alrededor de esto, pero pienso que resulta bastante claro) es la guerra civil en Siria. Tuvimos una grave sequía en el Este del Mediterráneo en los años que van de 2008 a 2010, aproximadamente, la cual tuvo un enorme impacto en los sistemas de alimentos y agricultura en la parte norte del país, el cual dio como resultado un flujo de alrededor de 1 a 1.5 millones de personas hacia las áreas urbanas de Siria. Las personas que no pudieron ser asimiladas por esas economías, dados los otros factores y tensiones en el país, pudieron haber contribuido a un cambio de actitud de la sociedad. Muchas de las ciudades que recibieron a la mayor cantidad de migrantes son en las que se produjeron las primeras revueltas contra el régimen de Assad.
“Este es un ejemplo del tipo de cosas que podríamos ver en el futuro”, concluyó Homer-Dixon. “Es importante observar que existen efectos secundarios. Este conflicto no permaneció aislado en esa parte del mundo. Ha tenido consecuencias para la geopolítica en todo el planeta. Esta es una indicación del tipo de inestabilidad que podríamos ver más adelante en este siglo”.
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