PARA LA MAYORÍA de los pacientes diagnosticados con cáncer de próstata el camino a seguir es claro. Algunos tumores no requieren de tratamiento inmediato; otros pueden erradicarse con cirugía o radiación; y unos más obligan a un ataque más agresivo.
Sin embargo, en cerca de 30 por ciento de los pacientes —unos 54 000 estadounidenses al año—, la enfermedad es más errática. Los llamados “tumores de riesgo intermedio” pueden crecer con lentitud o rápidamente, o incluso ya pueden haber enviado células malignas no detectadas a todo el cuerpo. Las pruebas diagnósticas son incapaces de predecir cuáles de estos tumores serán inofensivos o mortales, lo que puede resultar en tratamientos excesivos o insuficientes.
Pero un nuevo estudio ha descubierto una firma genética específica que indica que un tercio de los cánceres prostáticos de riesgo intermedio podrían ser problemáticos. Gracias a esta firma, pronto será posible identificar pacientes que necesitan tratamiento riguroso de primera instancia, y también a los que no requieren de semejante intervención.
Investigadores del Centro Oncológico Princesa Margarita de Toronto estudiaron cinco características genéticas de individuos que presentaron un gran incremento en el antígeno prostático específico, indicador de recurrencia en un lapso de dos años posteriores al tratamiento. “Ellos son los que tienen la enfermedad mortal”, dice Robert Bristow, coautor del estudio. Y en Estados Unidos, esa población representa alrededor de 4000 hombres al año.
Su perfil genético podría dirigir la terapia. “Proporciona una guía para realizar pruebas y determinar si un tumor individual está destinado o no a volverse agresivo”, agrega Mark Pomerantz, oncólogo del Instituto Oncológico Dana-Farber, en Boston. El estudio, publicado este mes en la revista Nature, incluyó doscientas secuencias genómicas completas, las cuales abarcan la totalidad del ADN del individuo, en vez de solo la pequeña porción que codifica proteínas. Esta amplia visión permitió que los investigadores detectaran variaciones en genes que contribuyen a la diseminación y proliferación de las células cancerosas, una respuesta inmunológica inadecuada y una reparación defectuosa del ADN.
Los investigadores están desarrollando una prueba de la firma genética y también están investigando si un tratamiento más agresivo sería beneficioso para los pacientes que la presentan. “Vamos a toda máquina”, dice Bristow.