En Rusia, los críticos y partidarios del presidente Vladimir
Putin están de acuerdo en muy pocos temas. Pero mientras Donald Trump se
prepara para asumir la presidencia de Estados Unidos, hay algo en lo que
coinciden: durante los próximos cuatro años, es probable que Estados Unidos
deje de promover la democracia y los derechos humanos en Rusia.
En su campaña, Trump habló a favor del
“waterboarding” o ahogamiento simulado, de matar a las familias de
los sospechosos de terrorismo y de prohibir la entrada de los musulmanes a
Estados Unidos, declaraciones que provocaron duras críticas por parte de las organizaciones
internacionales de derechos humanos. “Putin ya era afín a Trump antes de la
elección debido a que ambos rechazaban brutalmente la corrección política”,
afirma Fyodor Lukyanov, analista político que dirige el Consejo de Política
Exterior y de Defensa de Rusia, un grupo asesor de política exterior ligado al
Kremlin. “Él piensa que la crisis en las relaciones entre Rusia y Estados
Unidos comenzó cuando los estadounidenses empezaron a hablar acerca de los
valores democráticos. Resulta claro que Trump no es el tipo de persona a la que
importen esos temas”.
Algunas figuras de la oposición de Rusia esperaban que Trump
resultara ser otro Ronald Reagan, cuyas feroces críticas contra los abusos a
los derechos humanos en la Unión Soviética inspiraron a los disidentes del
Estado comunista. Pero esto ya no es así. La nominación de Rex Tillerson, el
director ejecutivo de Exxon Mobil por parte de Trump, ha desalentado a muchos
críticos del Kremlin, que se sienten alarmados por sus profundos lazos con la
élite de la política y los negocios de Rusia. “Sería necesario un milagro para
que Tillerson criticara a Rusia en materia de derechos humanos”, señala
Vladimir Milov, político de oposición y antiguo viceministro de energía de
Rusia.
“No hay ninguna prueba de que le importen esas cosas. Sin
embargo, hay muchísimas pruebas que indican que Tillerson está muy acostumbrado
a trabajar con algunos de los peores dictadores del mundo, sin manifestar
ninguna preocupación sobre los derechos humanos”, añade Milov, mencionando las
operaciones de Exxon en países como Chad, Angola y Guinea Ecuatorial. Los tres
países están listados como “No libres” por la organización Freedom House, con
sede en Estados Unidos.
Al cierre de esta edición, el gobierno de Trump no había
hecho ningún comentario a Newsweek, y el Congreso tendrá que confirmar al
ejecutivo petrolero. Si la nominación de Tillerson es aprobada, seguramente él
tendrá una mejor relación con el presidente ruso que cualquiera de sus
predecesores. Conoce a Putin desde 1999, cuando el antiguo oficial de la KGB
era primer ministro de Rusia. Desde entonces, ambos se han reunido en numerosas
ocasiones, de manera formal e informal. En 2013, Putin honró personalmente al
petrolero texano con la Orden de la Amistad. Tillerson también mantiene una
cálida relación con Igor Sechin, un influyente partidario de la línea dura y
socio de Putin desde hace mucho tiempo que también dirige al gigante petrolero
de propiedad estatal Rosneft.
Trump y Tillerson han señalado que estarían abiertos a eliminar
las sanciones económicas de Estados Unidos contra Moscú. Para Exxon, el final
de las sanciones significaría la capacidad de continuar con varias operaciones
de perforación muy rentables en lugares como Siberia y el ártico ruso. Para el
Kremlin, esta acción sería un importante impulso para su moribunda economía. En
un estudio publicado en diciembre por la Escuela de Estudios Superiores de
Economía de la Universidad Nacional de Investigación de Moscú, se informa que
39 por ciento de los rusos son demasiado pobres como para alimentarse y
vestirse adecuadamente.
Hasta ahora, el Kremlin se ha mostrado reservado en elogiar
a Tillerson y ha dicho que cuenta con establecer una relación “constructiva”.
Pero los personajes a favor de Putin están en éxtasis. “La elección de
Tillerson es sensacional”, tuiteó Alexei Pushkov, senador ruso de alto nivel.
“Trump sigue sorprendiéndonos”. Sergei Markov, un analista partidario del
Kremlin, se mostró aún más entusiasta, y declaró a The Wall Street Journal que
la elección de Tillerson como Secretario de Estado por parte de Trump fue “una
especie de regalo de Navidad del pueblo estadounidense al pueblo ruso”.
Durante los últimos ocho años, el presidente estadounidense
Barack Obama y sus dos Secretarios de Estado, John Kerry y Hillary Clinton, se
reunieron con activistas de derechos humanos durante sus visitas a Moscú y San
Petersburgo. Finalmente, los esfuerzos del gobierno de Obama para promover la
democracia en Rusia no tuvieron éxito: las severas restricciones impuestas por
Putin contra las libertades civiles no muestran signos de detenerse. Sin
embargo, eso no significa que dichos esfuerzos hayan sido inútiles. “Para la
oposición democrática de Rusia, fue importante sentir que no estaban solos, que
las personas e instituciones de países más desarrollados apoyan las mismas
ideas de libertad y derechos humanos”, afirma Igor Eidman, crítico del Kremlin.
Sin embargo, algunos analistas afirman que echar atrás esa
política mejorará la percepción que la mayoría de los rusos comunes tienen
acerca de Estados Unidos. “El apoyo estadounidense por los derechos humanos es
considerado en forma negativa por la mayoría de las personas de nuestro país,
quienes creen sinceramente que la principal preocupación de Washington es
arruinar la vida de las personas en Rusia”, afirma Dmitry Oreshkin, analista
político favorable a la oposición.
Las opiniones contraintuitivas como esa, dice Oreshkin, han
sido conformadas por una implacable propaganda antiestadounidense, que ha
incluido afirmaciones hechas por los medios estatales de que Estados Unidos
pagó a los manifestantes anti Putin con “galletas y dinero en efectivo”, así
como afirmaciones hechas por un legislador ruso de alto nivel de que Obama
ordenó a los agentes estadounidenses infiltrados en el gobierno ruso que
recortaran las pensiones para los adultos mayores y que incrementaran las
cuotas en las carreteras. La motivación de Estados Unidos para cometer tales
actos, según la lógica de la propaganda, es una mezcla de una “rusofobia”
vagamente definida y el temor al resurgimiento de Rusia bajo el gobierno de
Putin.
Sin embargo, algunas personas afirman que la victoria
electoral de Trump podría representar un problema para el Kremlin. “Durante
años, la propaganda estatal ha culpado a Obama y al Departamento de Estado de
EE UU de todos los problemas de Rusia”, afirma Dmitry Gudkov, político de
oposición y antiguo legislador. “Ahora, ya no tendrán esa excusa. De ahora en
adelante, Putin tendrá que responder por todo”, desde la frágil infraestructura
hasta las lastimosas pensiones
Sin embargo, otras personas afirman que la televisión
controlada por el Kremlin, que es la principal fuente de noticias para la
mayoría de los rusos, es simplemente demasiado poderosa. Como señala Maria
Snegovaya, columnista del diario de negocios Vedomosti, “puede hacer que los
rusos crean cualquier cosa”.
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Publicado en cooperación con Newsweek/ Published in
cooperation with Newsweek