Meneaba, lentamente con una cuchara de madera, el atole de maíz que se calentaba en la olla de aluminio situada sobre la parrilla de gas, a un lado de las tortillas hechas a mano y la cazuela de barro con los frijolitos negros, muy caldosos, que almorzarían esa mañana de noviembre.
Piedad Ramírez Tepetate, indígena náhuatl oriunda de la sierra norte de Guerrero, preparaba la comida para sus cinco hijos pequeños, su suegra y su nuera —esposa de su hijo mayor— quien estaba dentro de un cuarto convaleciente, pues tenía cinco días de dar a luz a un bebé.
“Dicen que los tiempos cambian y hoy el trabajo que antes por costumbre hacían los hombres, ahora las mujeres también lo hacen, pues los gastos son difíciles y le tuve que entrar al trabajo de la pisca de ejotes y chiles para ayudarnos entre los dos, uno solito ya no puede”, señala.
De las 57 familias que llegaron —entre mayo y octubre de este año— al albergue La Mora, para jornaleros agrícolas, del municipio Francisco I. Madero, sólo esta familia se quedó más tiempo.
“Llegamos al albergue el 10 de mayo y pensábamos irnos juntos el mes pasado a Morelos (al municipio Puente de Ixtla) para seguir trabajando de aquí (octubre) a marzo, que es cuando hay trabajo allá.
Pero la esposa de mi hijo (de apenas 17 años de edad) se alivió el jueves pasado (3 de noviembre) y no quisimos arriesgarla”, conversa Piedad, quien, por momentos, departe órdenes a sus hijos, en Náhuatl su lengua materna, que descalzos juegan sobre la grava roja que hay en el patio.
Sentada en una banca metálica del comedor del albergue de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), comenta que su esposo y tres hijos (dos mujeres y un hombre) se adelantaron, desde mediados de octubre para llegar al albergue Okra 2, ubicado en Puente de Ixtla, y así asegurar un cuarto y el trabajo que les dará de comer en los próximos cinco meses. Luego, agrega, se irán a Chilapa de Álvarez, Guerrero, de donde son oriundos.
¿Cuánto le pagan por trabajar en la pisca aquí en Hidalgo?
Nos pagan bien poquito: un peso con tres centavos por kilo de ejotes. Pero sabemos que aquí se gana dependiendo de las ganas que uno le ponga al trabajo. Hay veces que se puede sacar 100 pesos en un día, sólo que si es cansado estar todo el día agachándose recolectando el ejote bajo los rayos del sol.
Junto a su esposo y sus hijos, Piedad valúa que, durante la temporada de pisca, su jornada de trabajo llega a ser de más de 10 horas, pues inicia a las cinco de la mañana para preparar la comida que llevará a los campo de hortalizas de El Rosario, en Capula, y Thotie, en Actopan, y finaliza después de las 15:00 horas.
¿Alguna vez los han querido enganchar para abusar de su trabajo?
Gracias a Dios no. Aquí se trabajan voluntariamente, si uno quiere ir a la pisca lo hace y si no simplemente se va, bien sabe uno que si no se trabaja no se tiene para comer.
En ese momento, ante la llegada de Anselma Martínez Alvarado, su suegra, quien carga entre sus brazos a su nieta —de apenas un año con tres meses— toma el cucharón de madera para menear el atole, que se estaba ya quemando.
Ayer, narra, el delegado de la Sedesol, Onésimo Serrano González, entregó 675 mil 466 pesos en especie para mejorar la operación de los albergues para jornaleros agrícolas de Progreso, Francisco I. Madero y Mixquiahula.
Entre los apoyos hay catres, refrigeradores, dispensadores de jabón y papel higiénico, extintores, aparatos para la purificación de agua de cisternas y tinacos, kits de primeros auxilio, anaqueles para los trastes, letreros de señalización, entre otros.