El término para empezar es mal visto. En la cultura
latinoamericana, el egoísmo se contrapone a la moralidad que aprecia el
sacrificio individual en beneficio de otras personas, que representa, además,
la mejor manera de “ganarse el cielo”.
La Real Academia Española lo define como: “El inmoderado y excesivo amor a sí mismo,
que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidar el de los demás”.
En pleno siglo XXI, y con miras más amplias que la
herencia colonial, está comprobado que pensar en uno y en las prioridades individuales
es emocionalmente sano, y una manera de prevenir algunos problemas psicológicos;
dicen los expertos que hay que poner en práctica el amor propio.
Señalan los especialistas que al empezar a tratarse a
uno mismo con amor, respeto y prioridad, gente con esas actitudes serán las que
se acerquen; familia, pareja, amigos tomarán en serio las decisiones que el
individuo adopte y las respetarán.
Así, con las bases más
sólidas, la persona es más fuerte en convicciones, y puede ser una mayor y
mejor ayuda para los amigos. Entra más satisfacción tenga el “egoísta”, más armonía
y buena vibra traerá consigo. Y se notará.
Agregan los expertos que conforme la persona es más feliz,
le importa cada vez menos qué hacen los demás; no se distrae en juicios o
críticas gratuitas, de ocio o envidia. Y junto viene el adiós a la práctica
generalizada de la auto victimización, o lo que es lo mismo, la culpa nunca es
de uno; con la fortaleza y el amor propio –el egoísmo, pues– viene también la
responsabilidad sobre los actos y sus consecuencias.
Y contra todo lo que podría esperarse, de acuerdo con
los atavismos asociados con la palabra y el concepto en sí, el egoísmo provoca
que los individuos con harto amor propio sean más amables y considerados con
los otros. Los especialistas los explican con sencillez: “Una vez que se
encuentra en armonía y en paz se convierte en una persona empática, e
inherentemente, considerada con los demás; tal vez no siempre, pero sí se tendrá
mayor flexibilidad y aceptación por lo diferente”.
No se descubre nada nuevo, ya lo
decía Nietzsche: “El egoísmo es la esencia misma de un alma noble”.